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¿Los médicos, somos o nos hacemos?

A finales del año pasado, un funcionario de segunda línea del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), en una reunión con las IAMC, tiró sobre la mesa una contundente afirmación "el sistema mutual no sirve, hay que cambiarlo por otra cosa". A partir de ese momento llovieron respuestas de los distintos actores (MSP, Plenario, UMU, SMU, FUS, etcétera) que fueron de todo tipo: que no era cierto, que sí pero un poquito, que tal vez, que no sé y todas las variaciones posibles.

Varias cosas quedaron claras tras este hecho. La primera y más importante, que los actores de la salud de este país no tienen respuestas, si es que como tal entendemos una visión coherente y estudiada de la materia, que no solamente permita hacer diagnósticos correctos sino propuestas correctas basadas en un estudio serio y profundo de la realidad.

La actual situación del sistema tiene múltiples factores que han incidido a lo largo del tiempo para llevarlo a lo que hoy vemos. Podemos decir, por ejemplo, que nuestro país completó la transición demoepidemiológica por lo que tenemos una población envejecida, lo que aumenta los costos en salud. Pero también podemos decir que los 150.000 desocupados totales y los 400.000 con problemas de empleo, que por lo tanto no tienen afiliación mutual, permitirían, si tuvieran esta cobertura, y dado que se trata de población joven con bajo gasto en salud, mejorar notablemente esta proporción abaratando los costos.

Estos factores mencionados lo único que hacen es encarecer el sistema, no cuestionarlo y, además, están ahí y no dependen de nuestra voluntad como actores en salud. Sin embargo, y desde su punto de vista, el planteo de este funcionario es correcto, los números no cierran, los egresos son mayores que los ingresos y eso genera un déficit que acumulado hace inviable cualquier emprendimiento. Pero lo que este funcionario calla y aparentemente nadie contesta es que ninguna gestión económica, sea en el terreno que sea, puede funcionar con un techo topeado en los ingresos (por el propio MEF) y una presión no controlada por nadie en los costos (por ejemplo, el aumento del IPC del año pasado no llegó al 4% y el de los medicamentos superó largamente el 20%) y todo esto en el proclamado reino del mercado en el que éste (el MEF) fijaría los precios óptimos y todos viviríamos felices. Pero... y siempre hay un pero ¿el gremio médico, no tenía por lo menos indicios de que esto era un proceso que inexorablemente conducía a esta situación? Creemos que sí.

Y en el caso de que lo supiéramos, todos somos responsables en mayor o menor medida. Y es por esta responsabilidad que hoy queremos hablar de toda una larga serie de acontecimientos que han contribuido a que esto esté pasando y en los que sí pudimos haber influido y no lo hicimos.

El SMU sabe perfectamente que los costos en salud dependen en gran medida del modelo de asistencia. Todos sabemos que por cada peso invertido en promoción o prevención se ahorrarían 10 o 20 en asistencia. Al respecto existen estudios muy serios, sobre todo canadienses, que demuestran lo dicho.

No es una función del SMU fijar las políticas de salud, los errores u omisiones están en otro lado, pero... qué hicimos para marcar esto excepto alguna declaración y poco más.

Sin embargo, creemos que el SMU debería tener un conocimiento cabal de la incidencia del modelo asistencial en los costos de éste, con estudios serios y profundos del tema. El SMU sabe perfectamente de la incidencia en los costos de la incorporación de tecnología. La salud es casi el único proceso en el que esta incorporación encarece y no abarata los costos.

La incorporación es además caótica, superpuesta, no controlada y no necesariamente apropiada para nuestro medio, y en esto hay desgraciadamente grupos o colegas responsables. Existen estudios nacionales de excelente calidad al respecto. Pero ¿el SMU ha denunciado con suficiente fuerza y claridad la situación? Creemos que no.

Han existido además múltiples factores coadyuvantes. Se habla de que el gerenciamiento de las instituciones es malo y que por lo tanto esta es la causa de la situación.

La realidad nos dice (estudio de la Facultad de Ciencias Económicas de 1995) que sólo 25% de los DT están habilitados legalmente para ejercer el cargo. Esto lógicamente incide (es como si pusiéramos a nuestros cirujanos a hacer lentes o a nuestros infectólogos a hacer radioterapia). Pero ni con el mejor gerenciamiento superaremos la ecuación económica.

Se dice que esta situación compleja se vio precipitada por el convenio del 93 aprobado sin financiación genuina. En este punto tan manido queremos ser muy precisos, sobre todo luego de enterarnos de las afirmaciones de un asesor económico del SMU en las que satanizando el referido convenio, lo hacía responsable de la actual situación.

Yo, personalmente, y en su momento, fui muy duro y muy crítico con el mismo. Creemos, a la distancia, que una consultora internacional, sabiendo perfectamente que el planteo era falso, hizo creer a una parte de los colegas que era posible salvarse solos, cobrándoles muy bien por esta ilusión.

Durante un tiempo y para parte de ellos, la situación mejoró notablemente. Sin embargo, no sólo no los alcanzó a todos sino que se fue diluyendo (atrasos en pagos, deudas, etcétera) por la misma ecuación económica que el propio convenio ayudó, en su medida, a agravar.

Lo otro es la gestación de esto, el desconocimiento de los mecanismos gremiales, el "hacé la tuya", el "a mí no me representa nadie", etcétera, que a mi modesto juicio debieron merecer otras respuestas en aquel momento y que nos deben dejar enseñanzas para el futuro.

En fin, existen experiencias de que una inversión como la nuestra (10% del PBI) debería reflejarse en un excelente nivel de asistencia y con remuneraciones dignas para todo el equipo de salud.

En suma: es necesario conocer la realidad para tratar de cambiarla. Es necesario desterrar el "me parece", "creo que", etcétera. Se hace imperioso el conocimiento preciso, científico, riguroso, de las cifras, la demanda (la real y la fomentada), la necesidad, la cobertura, el costo de los cambios del modelo y su incidencia en gastos y ahorros, la inversión en tecnología y sus problemas, la racionalización versus superposición, la correcta dirección y gerenciación de las instituciones.

En todo esto el SMU, que debería liderar el conocimiento de todas estas cuestiones, está omiso; creemos que es la hora de empezar.

Porque, además, en todo esto se nos va nuestro salario, nuestra estabilidad laboral. La correcta asistencia a nuestra población y si miramos atentamente, número a número, los obituarios de Noticias y el promedio de edad de nuestros muertos, en esto se nos va la vida.

Dr. Arturo Gómez Cuevas

 

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