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A René Favaloro (In Memoriam)

La armonía de una vida

 

El sábado 29 de julio, en la ciudad de Buenos Aires, en su apartamento de Palermo Chico, terminaba con su vida René Favaloro, gloria de la cardiocirugía, inventor de la técnica del bypass aortocoronario y líder de la Fundación homónima, que por espacio de una década impartió asistencia médica de excelencia a todos los habitantes de Argentina que la requirieran. Antes de consumar el suicidio, Favaloro había escrito siete cartas en las que explicaba los motivos de su trágica determinación.

por José López Mercao

"En suma, no poseo
para expresar mi vida
sino mi muerte.

Y después de todo,
al cabo de la encarnada naturaleza
y del gorrión en bloque,
me duermo mano a mano con mi sombra.

Y al descender del acto venerable
y del otro gemido.
Me reposo pensando
en la marcha impertérrita del tiempo".
(César Vallejo - Poemas póstumos)

René Favaloro nació en la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, el 14 de julio de 1923. Su infancia y adolescencia transcurrieron en el barrio El Mondongo, una concentración obrera suburbana recostada sobre la Avenida 122, en el límite con el vecino Partido de Berisso. Cosmópolis de inmigrantes europeos de abigarrada composición, atraídos por el apogeo de la industria de la carne de comienzos del siglo XX, el nombre del barrio evoca el auge de la factoría de pampa húmeda alimentando los requerimientos del mundo desarrollado y consolidando en simultánea una sociabilidad vernácula de nuevo cuño.

Su padre, italiano del sur, le transmitió su imaginario de prosperidad y promoción social, su naturaleza solidaria y emotiva(1) y la conciencia profesional del artesano, el orgullo del ebanista(2) que creaba formas modelando la materia bruta.

Remitiéndose a aquellos orígenes para explicar su obra, Favaloro diría: "Me siento un plomero, con perdón de los plomeros".

XVII Congreso Suramericano y Colombiano de Cardiología (agosto, 1995).
De izq. a der.: Dr. M. Elizari (Arg.), Dra. de J. Lerman (Arg.), Sra. de M. Elizari, Dra. G. Dighiero, Dr. H. Rodríguez y Dr. René Favaloro.

 

La estructura del bypass -incorporado por primera vez a la cardiocirugía en mayo de 1967- confirma la risueña comparación de su inventor. Parafraseando a Neruda, se podría decir que como todas las obras verdaderamente geniales es "simple como un anillo". El desarrollo de la coronariografía permitió relevar las obstrucciones arteriales, es decir, conocer al detalle la topografía del estado de la aorta y de las arterias coronarias. A su vez, el bypass, el "puente" que sortea el obstáculo y permite irrigar el músculo cardíaco, posibilitó salvar miles de vidas, ya que hasta ese momento no había solución para los infartados o para quienes padecían enfermedades de las coronarias. Su importancia para la cardiocirugía moderna sólo es comparable a la angioplastia, implementada por el suizo Andreas Grüntzig a partir de 1977, incorporando el nombre de René Favaloro al sitial reservado a figuras como Cooley o su admirado Paul D. White.

Con su modestia habitual, relativizó la originalidad de su descubrimiento afirmando que "la idea del puente aortocoronario viene desde lejos y empezó nada menos que con las contribuciones de Alexis Carrel a principios de este siglo"(3). A su vez, se consideraba deudor de su colega y amigo, el doctor Frank Mason Sones, quien había introducido en 1958 la cinecoronarioangiografía, que facultó a "trabajar en forma continuada desde 1962 en el análisis global de la arterioesclerosis coronaria sobre bases sólidas"(4).

De La Plata a Jacinto Arauz

En 1941, René Favoloro completó el bachillerato. Pasarían ocho años hasta que en 1949 se recibiera como médico del Hospital Policlínico de La Plata, donde había adquirido una sólida formación en cirugía general.

 

XI Congreso Uruguayo de Cardiología (diciembre, 1993).
Dr. René Favaloro y Dra. Graciela Dighiero.

 

A poco de recibirse, en mayo de 1950, el Dr. Favaloro, junto a su hermano Juan José (también médico), se radica en Jacinto Arauz, una pequeña localidad del oeste pampeano.

Quien haya conocido La Pampa puede leer en el rostro de Favaloro la huella de los soles, fríos y vientos de esa llanura sin lomas ni reparos. Acaso adivine la escasez de flúor en la dentadura, que hace a los pampeanos inconfundibles cuando en los labios asoma la sonrisa.

En poco tiempo, partiendo de la nada, transforman una antigua vivienda en una clínica que llegó a estar equipada con 23 camas, una sala de cirugía y un seriógrafo de alta definición, cubriendo un radio de acción de 150 kilómetros y atendiendo, según su testimonio, "a todos sin distinción de raza, religión, color político o situación económica ..."(5), agregando, acto seguido, unas palabras que lo retratan por entero "...por lo cual habíamos cosechado el respeto de la comunidad y vivíamos felices"(6).

En su breve contacto con la cirugía torácica, había quedado marcado por los cursos de posgrado de la escuela de los hermanos Finochietto, en el Hospital Rawson de Buenos Aires.

Durante su estadía en Jacinto Arauz, el alcance de la cirugía torácica había comenzado a amplificarse con la irrupción de la cirugía cardiovascular. Los ecos de esa evolución le llegaban a través de las publicaciones científicas, en las que leía con avidez las contribuciones de Blalock, Crafoord, Gross, Harken y Craig W. Lillehei, por lo que al cabo de un tiempo manifestó a su maestro y amigo, el profesor José María Mainetti, sus deseos de terminar con su práctica de médico rural y viajar a Estados Unidos.

La Cleveland Clinic

La ocasión llegaría con la intermediación de Mainetti, quien a fines de 1961 partió hacia Estados Unidos, llevando consigo el pedido de Favaloro de interiorizarse en todo lo que tuviera que ver con cirugía torácica y cardiovascular.

 

X Congreso Uruguayo de Cardiología (diciembre, 1991).
Dr. Sergio de Almeida (Brasil), Dra. Graciela Dighiero y Dr. René Favaloro.

 

A su regreso, Mainetti recomienda a su discípulo la Cleveland Clinic de Ohio, una institución poco conocida que estaba desarrollando técnicas de punta, bajo la dirección de los cardiocirujanos Mason Sones(7) y Effler.

En 1962, el Dr. Favaloro llega a la Cleveland Clinic. En su libro De La Pampa a los Estados Unidos, editado en 1996, narra prolijamente los hechos que enmarcaron ese período de su vida, recalcando que "los logros acumulados fueron el resultado de un trabajo en equipo formado fundamentalmente por el Departamento de Cardiología bajo la dirección de Bill Proudfit, el Laboratorio de Cineangiografía con Frank Mason Sones y colaboradores, y el Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular liderado por Effler".

Sin embargo, pese al trabajo realizado y al reconocimiento obtenido, Favaloro decide retornar a Argentina, desechando las tentadoras ofertas para que permanezca en Estados Unidos(8), la oposición de su círculo de allegados y el dolor que le producía el alejamiento definitivo de un medio que le había brindado respaldo, oportunidades y reconocimiento, tal como lo reconocía en las líneas que escribió posteriormente a manera de balance: "Dejaba una parte importante de mi vida en Cleveland. Sólo sé que trabajé en un lugar honesto con absoluta libertad académica, y lo que habíamos logrado era consecuencia de que, en realidad, éramos una familia"(9).

Los años de plomo

En 1971, a su retorno de la Cleveland Clinic, con el imponente prestigio que le otorgaba el descubrimiento de la revolucionaria técnica del bypass coronario, Favaloro despliega una infatigable actividad, teniendo como centro el Sanatorio Güemes. Sigue siendo esencialmente un cardiocirujano, atendiendo a las necesidades del usuario, promoviendo la formación de sus colegas más jóvenes y defendiendo, en esos años de plomo, la solidaridad y la universalidad de la asistencia, pese a los bloqueos que le imponía la situación política de la Argentina de esos años.

Son suficientemente conocidos los testimonios de médicos uruguayos perseguidos por la dictadura militar, que encontraron en su clínica albergue y continuidad en su profesión. Lo propio aconteció con perseguidos políticos que fueron operados a todo riesgo por Favaloro.

El profesor Luis Folle, presidente del Congreso de Cardiología de 1973, en el que Favaloro participó como invitado, recuerda que "entre sus múltiples dotes se encontraba también su espíritu docente. Si bien no fue profesor en la Universidad de Buenos Aires, ese espíritu se revela en su actuación como tal en la Universidad de Córdoba, y más recientemente en las Jornadas para Consultantes".

El testimonio de Folle complementa lo narrado por la Dra. Graciela Dighiero en cuanto a la importancia que Favaloro daba a las Jornadas para Consultantes. Es decir, también en el ámbito de la docencia, René Favaloro se apartaba del academicismo ortodoxo y la retórica, su docencia era práctica e itinerante y signada por una visión integradora del país y su gente.

La Fundación Favaloro

La década transcurrida en la Cleveland Clinic marcó decisivamente a Favaloro, de manera que desde su retorno a Argentina trabajó incansablemente por encontrar los medios y el momento propicio para lograr su objetivo. La oportunidad la encontró a comienzos de 1990, cuando la episódica prosperidad generada por el aluvión de privatizaciones dispuesta por el primer gobierno de Carlos Menem, potenció la idea (o la ilusión) de que era posible generar sistemas de asistencia altamente especializados, que recibieran apoyo estatal y brindaran atención de calidad al conjunto de la población(10). La propia fragmentación del sector salud hacía que cada uno de los prestadores (obras sociales, gobiernos, municipios, PAMI, mutualistas, sistemas prepagos, provincias, salud pública) pudieran converger como usuarios y financiadores de lo que en breve sería la Fundación que llevaría su nombre.

Durante el año 1978, la Sociedad Distribuidora de Diarios y Revistas había donado, en el barrio del Congreso, el edificio de la calle Belgrano y Entre Ríos, donde se inauguraría, en 1992, el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación. A partir de su inauguración, la Fundación Favaloro practicó 2.500 cirugías al año. Con una facturación mensual que oscilaba entre los cuatro y medio y cinco y medio millones de pesos (dólares), brindó servicios de excelencia a diversas instituciones, y, por añadidura, dio cobertura a quienes no se encontraban continentados por las estructuras de prestación de salud.

En el edificio de Belgrano al 1700, en cuyo frente lucía el Corazón Planetario, emblema de la Fundación, se realizaron cientos de trasplantes de corazón, hígado y pulmón, se formó una generación de profesionales, se consolidó una fuente de trabajo para 1.100 funcionarios médicos y no médicos y se desarrolló un área de investigación científica de avanzada. Los subsidios y exenciones impositivas permitieron a la Fundación comprar equipamiento médico y renovarlo con tecnología de punta.

La Argentina real

Hacia 1996 la situación empezó a cambiar.

"Entre 1996 y 1999 el gasto público creció un 13,2%, mientras los servicios de la deuda pública subieron un 58,4%. Desde 1991, la economía creció un 2,7% y el endeudamiento un 11%. Hasta el 2003 el Estado afrontará compromisos con los acreedores externos por 17.000 millones de dólares.

Mientras la OMS reconoce 300 medicinas efectivas, en Argentina circulan 2.400 en el mercado. Las obras sociales (cajas negras) mueven 25.000 millones de dólares al año (consorcios privados de la salud sin garantía de prestaciones solidarias). Hay 14 millones de pobres en la Argentina y la probabilidad que tiene un niño pobre de morir antes de cumplir un año es cuatro veces mayor que la de un niño que se ubica en otra franja"(11).

Es precisamente en ese año que se le retiran a la Fundación las exenciones impositivas y subsidios estatales y se comienza a acumular el pasivo de deudas de las obras sociales.

La crisis que se anticipaba no tenía solamente componentes económico-financieros. Es en ese año que Favaloro publica su autobiografía(12) y el cuadro de generalizado optimismo de la crónica se ve ensombrecido por un último capítulo, en el que se anticipan atisbos de lo que sobrevendría, lo que se advierte en los párrafos finales: "No quiero terminar sin dejar sentada mi preocupación, en especial desde la introducción de la angioplastia por Andreas Grüntzig en 1977, por cierto giro mercantilista que ha tomado nuestra profesión. La medicina no ha podido escapar a la influencia de esta sociedad materialista en que nos toca vivir, donde el tener y el poder parecen ser la meta principal. Ciertas presentaciones en reuniones internacionales de prestigio y publicaciones en revistas calificadas no resisten el menor análisis científico, serio y meduloso, incluso estudios randomizados influidos por ideas dogmáticas en su aplicación. A veces, cardiólogos, angioplastistas y cirujanos parecen estar defendiendo cada uno su economía en vez de confrontar honestamente las diferentes terapéuticas para efectuar la mejor indicación a sus pacientes. Creo que ha llegado el momento de reaccionar si queremos mantener los lineamientos éticos de nuestra profesión"(13).

Frente al espejo

"Alguna vez, en un acto académico en USA,
se me presentó como un hombre bueno
que sigue siendo un médico rural.
Perdónenme, pero creo que es cierto.
Espero que me recuerden así".

(Cartas póstumas de René Favaloro)

El sábado 29 de julio próximo pasado, a las 4 de la tarde, en su apartamento de Palermo Chico, cara a cara con su imagen en el espejo del baño, el Dr. René Favaloro terminaba con sus días, disparándose un tiro en el corazón. Previo a la consumación del suicidio, escribió siete cartas, en las que recapitulaba las causas de su determinación. Pese a ello, la sociedad argentina pasó rápidamente del estupor a la polémica. Pocas veces será tan adecuado el soneto del poeta isabelino John Donne para describir un fenómeno social: "Por eso, no preguntes por quién doblan las campanas, están doblando por ti". Es que la muerte autoinfligida del descubridor del bypass interpelaba a toda la sociedad argentina.

En carta al presidente De la Rúa, entregada en la víspera de su muerte, Favaloro le pedía que mediara ante los "peces gordos" (mencionando algunos empresarios) y con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para lograr un préstamo que aliviara la penuria de la Fundación.

Según se revelaría en los días siguientes a la muerte de Favaloro, la deuda de la Fundación ascendía a 50 millones de dólares, de los cuales, 30 se originaban en la construcción del edificio de la calle Belgrano, siendo acreedor el Banco Nacional de Desarrollo, de 6 a 12 millones a Siemens por equipamiento cardiovascular y tres millones y medio al BID. La deuda exigible en el corto plazo era de 5 millones.

Se le adeudan a la Fundación entre 15 y 18 millones, siendo los principales deudores el Programa de Asistencia Médica Integral (PAMI), que agrupa a cuatro millones de jubilados, la Obra Social de la Provincia de Buenos Aires (IOMA), con dos millones y medio, el Ministerio de Salud con dos millones, la OSPLAD (docentes), bancarios, OSDIC (personal jerárquico de la construcción), la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), la OSME (obra social del personal del Ministerio de Economía), entre otras.

La magnitud de la deuda es fluctuante y en algunos casos de difícil verificación, pero el hecho provocó atraso en los pagos a los proveedores y a los empleados de la Fundación, congelándose distintas áreas de investigación.

Para valorar los efectos de la suspensión de las exenciones impositivas y los subsidios estatales en el rojo presentado por la Fundación, baste decir que lo que se dejó de percibir por tal concepto equivale al conjunto de la deuda de la misma (aproximadamente 50 millones).

Alegato contra la infamia

"No ha sido una decisión fácil
pero sí meditada...
estoy cansado de luchar y luchar,
galopando contra el viento
como decía Don Ata".

(René Favaloro - Cartas póstumas)

Sin embargo, la emergencia que vivía la Fundación no escapaba a las generales de la ley de la crisis imperante. En Argentina, un médico cobra 2,50 pesos por consulta y los centros asistenciales cobran con un atraso de entre 90 y 120 días, debiendo pagar al contado salarios, impuestos e insumos porque ningún banco presta con números en rojo. La Obra Social Bonaerense tiene un rojo de 125 millones de pesos y según la Superintendencia de Servicios de la Salud, la deuda del sistema con los prestadores suma 1.500 millones y luego del segundo gobierno de Menem quedó en el PAMI un pasivo de entre 600 y 800 millones. En el 2000 fueron intervenidas obras sociales como la de la UOM y la de la Carne y se calcula que las organizaciones sindicales adeudan cerca de 2.600 millones.

Para más datos, el gasto público y privado en salud suma en Argentina 22.700 millones anuales (600 pesos por persona).

La crítica situación económica traía aparejada una perversión de valores a la que Favaloro era sensible y así lo manifiesta en sus cartas. En la misiva enviada al Dr. Escribano, vicedirector del diario La Nación, expresa: "La mayoría de las veces un empleado de muy baja categoría de una obra social -gubernamental o no- o de PAMI, ni siquiera contesta mis llamados... en este último tiempo me he transformado en un mendigo".

La deuda del PAMI con la Fundación era un dato menor si se le compara con la humillación que debió significar para Favaloro verse ensuciado por los manejos de su ex titular, Víctor Alderete, emplazado ante la Justicia por el vaciamiento de la institución. O por el destrato verbal que le impuso la interventora, Matilde Felgueras, al reclamar el pago de la deuda contraída por el PAMI entre 1993 y 1995, durante la gestión de Alderete. Todo lo cual da razón a la observación de Manuel Lozano, presidente de la Fundación Interdisciplinaria de Estudios para el Desarrollo (FIED), en el sentido que "parece inverosímil que funcionarios de rango menor en las obras sociales o en el PAMI ni siquiera contestaran a sus llamadas telefónicas".

"Las pequeñas cosas de la vida"

"¡Y si después de tanta historia. Sucumbimos,
no ya de eternidad, sino de esas cosas sencillas,
como estar en la casa y ponerse a cavilar!".

(César Vallejo - Poemas póstumos)

Empero, el ninguneo de que era objeto, era percibido con claridad por Favaloro como la expresión de "una sociedad cada vez más injusta, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desocupación"(14). Un país donde el 30% de sus pobladores carecen de asistencia médica de cualquier tipo, o donde la desocupación asciende al 15,4%. Una sociedad en la que la herencia de movilidad social y transferencia de ingresos era devorada por la lógica del mercado, dominada por la concentración y el consumo inmediato.

Para completar el círculo del sarcasmo, es probable que René Favaloro percibiera cómo había sido usado, al punto de haberse prestado a integrar el Comité de Ética formado por Carlos Menem al retirarse del gobierno, tal vez por esa conmovedora vocación de servicio que confiesa en la carta a Escribano: "Yo no vivo de homenajes, me duran unos momentos. Sí vivo de las pequeñas cosas de la vida y desde siempre mi satisfacción es ser útil a mis semejantes".

Por otra parte, el desprecio oficial a la figura de Favaloro no reconocía fronteras, al punto que mientras en París recibía distinciones como la del Hospital Pompidou o el Premio del American College of Cardiology y se inauguraba un busto suyo en el mes de julio, la embajada argentina lo ignoraba, distinguiendo a los "embajadores agrícolas" Gabriela Sabattini y Guillermo Vilas.

Enfermo de asco, el 29 de julio, René Favaloro seguía el camino de tantos ilustres argentinos, el que entre 1938 y 1939, al fin de la década infame, con los ecos del Cambalache discepoliano y la prosa dolorida de Roberto Arlt, tomaran figuras de la estatura de Leopoldo Lugones, Lisandro de la Torre y Alfonsina Storni.

"Los trabajos y los días"

"Otro poco de calma, camarada;
un mundo inmenso, septentrional,
completo, feroz, de calma chica,
al servicio menor de cada triunfo
y en la audaz servidumbre del fracaso".

(César Vallejo - Poemas póstumos)

Probablemente nadie conocía mejor a René Favaloro que el nonagenario profesor José María Mainetti, fundador del Centro Oncológico de Excelencia de La Plata. Él fue quien lo guió en su camino a la Cleveland Clinic, no sólo fue su profesor y el médico que lo operó, sino que se constituyó en una suerte de padre espiritual del creador del bypass.

Entre el fárrago de interpretaciones que provocó el suicidio, se destaca su lacónica aseveración: "Se necesitan héroes, su muerte va a servir". No deja de ser curioso que un científico de la talla de Mainetti vuelva los ojos al mito para explicar el gesto final de Favaloro.

Cuando aún la historia y el mito eran materia indiferenciada, Hesíodo escribía Los trabajos y los días, sin duda la obra más pesimista que registra el pensamiento humano, al punto que su explícito leiv motiv es indagar en "¿por qué está el orbe tan pleno de maldad?".

La cosmogonía de Hesíodo narra la decadencia del hombre a partir de una pretérita edad dorada, degradada en sucesivos estadios simbolizados por metales: oro, plata, bronce, cobre y hierro (la edad presente). Sin embargo, entre las edades del bronce y del cobre, Hesíodo intercala la raza (gené) de los héroes, en implícita referencia al inmemorial mito de Pandora(15). En otras palabras, cuando la historia se disocia del logos (es decir, de la racionalidad), es necesario recurrir al mythos para reconstruir la coherencia perdida. De allí que el mito de los "héroes" sea una exigencia histórica de validez intemporal, que asoma como demanda en tiempos de crisis extremas(16).

Ante la generalizada medicalización de los móviles de Favaloro (la depresión como causa del suicidio), Mainetti responde sin estridencias desde la trinchera de la trascendencia y la significación. Favaloro fue fiel hasta las últimas consecuencias con su Utopía, resistiéndose a su degradación, consciente quizá de no poseer para expresar su vida sino su muerte.

En la isla de Utopía

El concepto de Utopía, popularizado por Tomás Moro a comienzos del siglo XVI, posee un antiguo linaje. La polémica entre los lingüistas acerca de su origen etimológico es metáfora de una desavenencia mucho más profunda, que discurre a través de la historia y es línea demarcatoria de actitudes ante la propia vida. Según unos, la "u" inicial del término corresponde al griego "ou" ("ningún lugar"), para otros se corresponde con el prefijo "eu", por lo que Utopía sería "lugar bueno" o "mejor lugar"(17).

Sin duda que el concepto de Utopía fue constitutivo de la personalidad, la vida, la obra, y también de la muerte de René Favaloro, que podría hacer suya la afirmación de Oscar Wilde: "Un mapa del mundo que no incluya la isla de Utopía no merece siquiera una mirada... el progreso es la realización de la Utopía"(18).

Tal vez (y todo es provisional en la interpretación de los móviles del suicida) haya advertido que esa isla de Utopía no tenía lugar en la sociedad corrompida e inhumana de la Argentina del posmenemismo. En todo caso, en los últimos cuatro años, se evidenció una fractura radical en el abnegado optimismo de René Favaloro. En su autobiografía, rememorando el período previo a su partida hacia la Cleveland Clinic, expresaba lo que sentía por entonces: "Éste no es tu lugar, nunca lo fue. Estás capacitado para empresas mayores. Estás malgastando tu tiempo"(19). Cuatro décadas después, a la hora de hacer el balance, este amigo de las paradojas estampaba en su testamento la postrera voluntad de que su cuerpo fuera incinerado y que las cenizas fueran esparcidas en Jacinto Arauz. Quince días después de su muerte, los restos de René Favaloro fueron incinerados en un cementerio privado de Berazategui en presencia de treinta personas.

Ya son polvo en el polvo de la Pampa.

Referencias

  1. "Más de una vez lo vi emocionarse hasta las lágrimas, característica de la que no se avergonzaba, pero con la que ironizaba diciendo 'soy un italiano llorón'". (Dra. Graciela Dighiero)
  2. Un dato expresivo de esa devoción por sus ancestros es que la mesa y la silla de la oficina de Favaloro en la Fundación eran las que su padre había tallado cuando el hijo obtuvo el título de médico.
  3. De La Pampa a los Estados Unidos. Autobiografía de René Favaloro.
  4. Ibid.
  5. Ibid.
  6. Ibid.
  7. Doctor Frank Mason Sones, responsable del Laboratorio de Cineangiografía de la Cleveland Clinic. A su memoria está dedicada la autobiografía de René Favaloro, precedida por esta frase de Henry David Thoureau: "Incluso los datos científicos pueden manchar la mente con su avidez, a no ser que los limpies cada mañana o los fertilices con el rocío de la verdad fresca y viva" (de Una vida sin principios).
  8. Al respecto, en su autobiografía, Favaloro expresa: "Evidentemente, no me conocían en profundidad, el dinero nunca ha sido el motivo fundamental de mi actividad quirúrgica. No lo fue en Jacinto Arauz, no lo había sido en la Cleveland Clinic, donde trabajé a sueldo, ni lo sería en Buenos Aires, adonde regresaba principalmente por mi vocación de enseñar".
  9. De La Pampa a los Estados Unidos. René Favaloro.
  10. Favaloro nunca renunció al principio de universalidad en el acceso a la atención de excelencia, lo que le valió la enemistad de los sistemas privados de salud y de buena parte de los médicos que lo cuestionaban por «cobrar barato y sacar trabajo»(Testimonio de la Dra. Dighiero)
  11. Datos de Página 12.
  12. De La Pampa a los Estados Unidos. René Favaloro.
  13. Ibid.
  14. Del comunicado emitido por los familiares del Dr. Favaloro, dando cuenta de parte del contenido de las cartas póstumas.
  15. «Mas cuando la tierra también hubo cubierto aquella generación, Zeus, el hijo de Cronos, creó aún otra sobre la tierra fértil, y ésta era más noble y más justa, una raza divina de hombres heroicos que se llaman semidioses, la raza que existió con anterioridad a la nuestra por toda la ilimitada tierra». (Hesíodo, Los trabajos y los días).
  16. "¿Qué acaeció en el principio? Ésa es la pregunta propia de la historia precisamente en el punto en que ésta se cambia en filosofía... La demanda que Hesíodo formula ya no se refiere al pasado histórico, sino al comienzo de cuanto existe; es la demanda acerca de los orígenes filosóficos. (O. Gigon, Los orígenes de la filosofía griega).
  17. M. Finley, Vieja y Nueva Utopía. Que esa alternativa no es caprichosa lo prueban los dos versos del Apéndice a la Utopía de Tomás Moro: «Por tanto, no Utopía, sino mejor/es mi nombre Eutopía, país de felicidad».
  18. El socialismo y el alma del hombre. Oscar Wilde.
  19. De La Pampa a los Estados Unidos. René Favaloro.

 

Favaloro y los orientales
Durante los primeros meses de 1973, René Favaloro realiza su primera visita oficial a nuestro país. Fue en ocasión de un homenaje realizado al cirujano arterial Eduardo C. Palma en el local de la Comisión Honoraria para la Lucha Antituberculosa. En esa ocasión, los doctores Luis Folle y Juan Carlos Canessa, presidente y vicepresidente, respectivamente, de la Sociedad Uruguaya de Cardiología, fueron a cursarle la invitación para el Congreso que se realizaría en el hotel Alción a fines del año en curso.

A partir de esa instancia, Favaloro comienza a viajar de manera asidua a Uruguay, siendo particularmente recordadas sus estadías de 1975 y 1976, ocasión en la que participa en las Jornadas de la Agrupación Universitaria.

En esos encuentros, desarrolló una profunda amistad con el profesor Jorge Dighiero, a quien invitó en 1976, a compartir, junto a su equipo, las Jornadas para Consultantes, visitando en esa ocasión las provincias de Tucumán y La Rioja.

El 27 de junio de 1978, fallece Dighiero y un año después Favaloro concurre a la jornada científica organizada en su memoria. La doctora Graciela Dighiero, hija del profesor, recuerda su participación de esta manera: "Mi padre falleció y se le enterró casi en el anonimato. Tuvo la desgracia de morir en el aniversario de la dictadura y por entonces era mucho el miedo".

Al año siguiente, cuando se conmemoró el primer aniversario "me hablaron de hacer un recordatorio y propuse lo que él hubiera deseado: la realización de un evento científico. Para alegría de todos nosotros vino Favaloro y también el profesor Zerbini, de San Pablo, pese a que en enero había perdido trágicamente a uno de sus hijos".

Dighiero describe la personalidad avasallante del cardiocirujano argentino: "Al bajar del avión y en pleno aeropuerto pletórico de periodistas, Favaloro dijo: 'Vengo a homenajear a mi amigo, el profesor Dighiero, que tanto hizo por la cardiología en el Uruguay'. Fue la reivindicación por aquel silencio de un año atrás. A partir de entonces mi familia llevó por siempre un enorme cariño y una deuda de gratitud hacia su persona".

 

"El legado de Paul D. White"
En 1999, René Favaloro dicta una conferencia en el Congreso de la American Hert Association acerca de El legado de Paul D. White. En la misma es perceptible la preocupación por la realidad socio-económica de la región. La doctora Dighiero rememora aquella intervención: "En su estilo, más vehemente y apasionado que nunca, Favaloro habló de la realidad social latinoamericana, analizando qué porcentaje del PBI iba destinado a salud y a enseñanza, y cuánto para las Fuerzas Armadas. En agosto, en Argentina, repite el discurso en el Congreso Interamericano, está vez analizando la corrupción en la región.

Pero también clamó por no dejarse llevar por los espejismos de la tecnología, exhortando a privilegiar la historia clínica por encima de toda tecnología.

El cuarto mensaje de la conferencia sobre Paul D. White, dice: 'Respeto por los colegas, especialmente por el médico de cabecera. Honorarios modestos. Docencia e investigación clínica. Prevención'.

No deja de ser una ironía que el inventor del bypass abogue por la prevención.

El décimo mensaje es 'el optimismo', que es el concepto que mejor lo define, aún en la memoria, porque creo que su sacrificio fue lúcido y cargado de mensajes".

 

Artigas en Favaloro
El 11 de diciembre de 1993, en la última jornada del Congreso Uruguayo de Cardiología, celebrado en la Intendencia Municipal de Montevideo, el doctor René Favaloro impartió una conferencia sobre Artigas en la que articuló erudición, profundidad conceptual, rigor expositivo, capacidad didáctica y, sobre todo, amor por "ese criollo enloquecido de patriotismo americano auténtico".

La misma ha sido difundida por diversos medios de comunicación luego de la muerte del cardiocirujano y, en sentido estricto, fue una clase magistral sobre una figura histórica que demostró conocer en profundidad. No obstante, la conferencia admite más de una lectura.

Una primera, y la más obvia, remite a la valoración intrínseca de la figura del caudillo.

Una segunda lectura es aquella que lleva a ver la reconstrucción que Favaloro hace de la vida y la obra de Artigas como una reflexión acerca de sí mismo, en un espacio bifronte en el que la historia y el presente se explican y articulan recíprocamente.

Al escuchar la conferencia se evidencia que para René Favaloro la medicina nunca fue un fin en sí misma, sino un medio para realizar un programa de vasto alcance. En ese sentido, es curioso y a la vez significativo que al hacer un inventario minucioso del pensamiento y la obra del Protector ni siquiera mencione el tema de la salud, en lo que puede inferirse una manera implícita de recalcar que la medicina carece de valor si se prescinde de las intermediaciones sociales que le dan soporte, sentido y contenido ético.

En otras palabras, cuando René Favaloro habla de Artigas y de su programa, se está refiriendo al precursor de una historia inconclusa de la que se sintió continuador. No de otra manera puede entenderse su formación como médico en Jacinto Arauz, su partida hacia la Cleveland Clinic, su retorno ilusionado, las características de su práctica quirúrgica y docente de años difíciles, la desmesurada utopía de la Fundación que lleva su nombre y, también, su trágico final.

Al igual que sucediera con el caudillo oriental, ninguna de las determinaciones fundamentales de su vida tuvo que ver con la casualidad, sino con decisiones conscientes adoptadas -a menudo- a contrapelo del sentido común y de la más elemental conveniencia. Están ambos en la historia -a su respectivo modo- con la fuerza paradigmática de los grandes derrotados.

 

"Más triste de lo que vengo"
En el comienzo de su Conferencia sobre Artigas, Favaloro confesaba su pasión por la historia y por la tierra (además de su obvia devoción por la cardiocirugía).

La importancia del tema de la tierra en su imaginario está claramente expuesta en el curso de la conferencia de marras. Buena parte de la misma está dedicada a citar y comentar con admiración el Estatuto de Purificación del 10 de setiembre de 1815, recalcando en forma expresa su direccionalidad social: "...con prevención que los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia, los negros libres, los zambos, los indios, los criollos pobres, todos podrán ser agraciados en suertes de estancias, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de la Provincia".

Pero el amor por la tierra en Favaloro no se reduce a la abstracción de la historia, ni a nostalgia de querencia, ni siquiera a la valoración de su significación en términos de desarrollo económico-social. Lo suyo es apego al terruño, o más concretamente al terrón visible y palpable. Lo dice en el exordio a la Conferencia, remontando los orígenes de ese amor a su abuela materna, a la que recuerda con ternura.

En marzo de este año, René Favaloro vendía su única propiedad (aparte del departamento de Palermo Chico), en un intento desesperado por cumplir con los compromisos asumidos por su Fundación: un campo de 170 hectáreas en la localidad de Saladillo. Presumiblemente allí enajenó mucho más que un bien, quizá un fragmento de ese corazón que dejó de latir por propia decisión cuatro meses después.

La otra idea fuerza que lo animaba era la educación. En el cierre de la Conferencia hace una viñeta magistral de sí mismo, cuando parafraseando a don Pedro Enrique Sureña -un dominicano residente en Argentina, que fuera su profesor en el colegio nacional- pronuncia estas memorables palabras: "Yo confieso siempre: 'he vivido entre la agonía y el deber'. Y todas estas cosas las digo porque vivo sufriendo, sufriendo a lo loco por esta bendita América Latina. Por eso mi pasión por la enseñanza, por eso, desde México para abajo, hay médicos que he formado, y es mi único orgullo. Entiéndanme bien, que yo no he gozado nada de esta charla. Quisiera terminar con algo que tan lindo cantaba Zitarrosa. Decía: 'Quisiera decir que tengo/la alegría en lo que doy/pero con mi canto voy/más triste de lo que vengo'".

Así hablaba, así sentía René Favaloro.

 

La paradoja argentina
"Vivía hablando de las paradojas", afirma la doctora Graciela Dighiero y seguramente las paradojas (materia prima por excelencia de la tragedia) marcaron su vida, teniendo Favaloro plena conciencia de ello. "En Argentina existe la Sociedad Argentina de Cardiología, que nuclea a la inmensa mayoría de los cardiólogos de Buenos Aires y la Federación Argentina de Cardiología, formada por los profesionales de las provincias. Él concurría tanto a los actos de los unos como a los de los otros. 'Yo soy de La Plata', solía decir, argumentando su actitud".

No es un dato menor que René Favaloro fuera de La Plata. Concebida durante la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880) y fundada por Dardo Rocha en 1882 como capital provincial, la ciudad pretendió conferir un laudo urbanístico, una equidistancia mediadora, al histórico diferendo entre el puerto y las provincias. En otras palabras, La Plata podía ser el punto de síntesis de la paradoja argentina por excelencia expresada en su Constitución federal y su conducción centralista. La naturaleza integradora y universalista de Favaloro era mucho más que una abstracción, era razón de existencia, tal como lo era su reflexión sobre una historia patria que consideraba inconclusa, a tal punto él actuó y reflexionó sobre la vida de sus contemporáneos con entera conciencia de un rol a cumplir.

 

Video
El video de la Conferencia sobre José Artigas, dictada por el doctor René Favaloro durante el XI Congreso Uruguayo de Cardiología, celebrado entre el 9 y el 11 de diciembre de 1993, estará disponible en Sección Socios del SMU (Br. Artigas 1515).

Por más informes comunicarse al 401.47.01 (interno 103).

 

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