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Viñetas del Oeste

Médicas, pediatras, mujeres...


Las doctoras Miriam Antomin y Alicia Barreto tienen en común su condición de médicas pediatras y la atención que diariamente brindan a los pacientes que concurren al Centro Coordinado del Cerro. Se diferencian sus respectivos lugares de trabajo (policlínica y emergencia), no obstante lo cual sus testimonios son complementarios y reveladores.


Dra. Barreto: «A las 19 horas, cuando comencé a atender, tenía 31 personas en la puerta. Por más rápido que trabaje preciso cinco horas para atender esa demanda».

Dra. Laura Antomin,
pediatra de policlínica:
«La demanda es
superior a
nuestras fuerzas,
al menos en lo que
se refiere
a pediatría»

Foto

Dra. Antomin: «¿Qué casos van a emergencia? A priori todas son emergencias y nosotros debemos determinar cuáles lo son efectivamente. Eso es muy difícil cuando los pacientes deben esperar seis horas para ser atendidos».

Dra. Barreto: «Si me pongo a mirar de qué entidad es la urgencia eso me lleva una hora de trabajo. El no poder hacerlo provoca angustia, a veces vergüenza. Me dicen: 'Hace cuatro horas que estoy esperando', hay un niño con fiebre y uno ve que está mal y tendría que entrar enseguida pero no se puede».

Dra. Antomin: «Cuando usted llegó pudo ver la realidad del pasillo cubierto de gente a la espera de atención. Eso habla de una demanda que es superior a nuestras fuerzas, al menos en lo que se refiere a pediatría».

 

Dra. Barreto: «En este centro se dan números para policlínica. Pero cuando esos números se agotan, la gente viene a la emergencia. Sus razones son atendibles: trabajo, situaciones sociales, madres solas, pero la puerta se desborda. Ahora han puesto personal de apoyo de 18 a 22 horas en policlínica, pero los números se dan a las 16 y a esa hora viene la gente que no trabaja, el resto viene después de las 20 y los tenemos que atender en urgencia».

Dra. Antomin: «No contamos con el material y, sobre todo, con la medicación necesaria. Podemos llegar a estar dos meses sin alimentación complementaria. Si bien fomentamos la lactancia materna, este es un recurso que utilizamos habitualmente. Sin embargo, hemos estados dos meses sin alimento complementario, es decir, sin leche modificada».

Foto Dra. Alicia Barreto,
pediatra de emergencia:
«Si me pongo a
mirar de qué entidad
es la urgencia eso me
lleva una hora de trabajo»

Dra. Barreto: «En esa situación de desborde, por más rápida que sea la atención es imposible atender más de ocho pacientes por hora y hay gente que se cansa de esperar y se va».

Dra. Antomin: «Somos los únicos en esta zona que tenemos laboratorio y radiología. Por eso muchas veces nuestros colegas de las policlínicas barriales o de la Intendencia, nos envían una notita en la que nos ruegan que hagamos una radiografía o un hemograma y muy frecuentemente esa es otra consulta en la que tratamos de dar soluciones a la persona que no tiene adonde ir y termina acá».

Dra. Barreto: «Es preciso resaltar que por la estructura del centro, la pediatría no está separada, por lo tanto, si ingresa un adulto a la emergencia no se puede atender la pediatría».

Dra. Antomin: «No sólo hablamos de la escasez de medicamentos sino de su carencia en los momentos clave. Por ejemplo, en este momento, en plena zafra de infecciones respiratorias, contamos con muy poco antibiótico».

Dra. Barreto: «Contamos con los medios materiales imprescindibles, pero ahora, por ejemplo, no tenemos inhaladores para asmáticos estando en invierno. Hay tres picos de oxígeno y ayer tenía varios asmáticos esperando y no los podía atender. Pero además, al paciente lo mejoramos acá, le indicamos inhalador para la casa y no lo puede comprar. Yo me siento tomándole el pelo a la gente».

Dra. Antomin: «La tasa de pacientes víctimas de violencia se ha incrementado y en el área pediátrica aumenta el número de niños que son víctimas de maltrato».

Dra. Barreto: «A mí me gusta venir acá. Por el sueldo evidentemente no, aunque ese pequeño ingreso se suma a otros. Además, el deterioro del trabajo médico es global. No sé si hay gente que puede vivir con los 1.500 pesos que pagan aquí, aunque con algunas mejoras se llega a los 2.500».

Dra. Antomin: «Atendemos casos de accidentes, convulsiones, quemados, heridos de arma blanca y arma de fuego. Nosotros no generamos la violencia pero recibimos sus productos y pese a las condiciones en que trabajamos, en un mil por uno de los casos resolvemos el problema o salvamos una vida».

Dra. Barreto: «Siento responsabilidad hacia la gente, como no. Hace años que trabajo acá y a veces he tenido problemas por gente que por conocerme quiere pasar primero. Esa es otra de las cosas: a veces tenemos que soportar insultos y malos tratos de parte de la gente. Lo peor es que de repente tienen justificación. Hay que entenderlos también, yo no sé qué haríamos nosotros si nos hicieran lo mismo».

Dra. Antomin: «El viernes pasado, superados en la consulta, estuve haciendo el trabajo de policlínica y apoyando a la emergencia. Era una sola compañera pediatra atendiendo a un número de niños que la desbordaba. Para citar solo un ejemplo, a la salida de la Escuela Nº 149, donde se suscitaron los hechos que tuvieron un desenlace trágico, ingresaron ocho niños a consultar por traumatismos».

Dra. Barreto: «Es evidente la insuficiencia de personal, pero para aumentar la oferta también hay que tener un lugar adecuado para atender. Aquí hay un solo lugar para pediatría, el resto está siempre ocupado por adultos. Pero para lograr que vengan más médicos es preciso que los sueldos sean más atractivos. Los nuevos egresados tienen otros objetivos que nosotros cuando nos recibíamos. El sueño de hoy es entrar en una móvil, pero eso sería otro tema. Por eso la gente joven viene un mes o dos y se va. No los culpo».

Dra. Antomin: «En emergencia tenemos seis pediatras. El domingo, antes de que acontecieran los hechos, una compañera que cubría los domingos renunció. Se había visto superada al atender 102 niños en doce horas. Eso fue el domingo 6 de junio. En policlínica trabajamos diez médicas. Eso hace un total de 16 pediatras y no 26 como se ha informado».

Dra. Barreto: «¿Si el problema es de insuficiencia de recursos o mejor administración de los que se tienen? Para mí, es lo segundo. Me parece que hace falta racionalizar. No es mi área, pero supongo que habrá convenios con los laboratorios, que se puede negociar mejor, en fin, que se puede mejorar».

 

 

Con el Dr. Gonzalo Fernández
Los límites de la lex artis

El Dr. Gonzalo Fernández defiende a la médica sumariada por el episodio del Centro Coordinado del Cerro. Hablando para Noticias, traspoló al terreno jurídico lo que pudimos verificar in situ: el incremento de las posibilidades de error «cuando la medicina debe prestarse en una forma muy precaria y a veces casi heroica».

Dr. Fernández, ¿qué reflexiones le provoca el hacerse cargo de la defensa de una médica sumariada a la cual se la pretende vincular con un hecho de presunta omisión de asistencia?

El episodio es reiterado por las condiciones deficitarias en que debe prestarse la asistencia médica en las instituciones de servicio público. Esto incide no sólo en el ámbito de la calidad de asistencia, sino también en el ámbito de la responsabilidad profesional.

La medicina no es una ciencia exacta ni un arte infalible. A veces las posibilidades son varias y también lo son las posibilidades terapéuticas, por lo que para escoger la opción adecuada de diagnóstico se precisan elementos en los que en este tipo de servicios se carece.

El primer elemento es el tiempo del que se dispone para la relación médico-paciente, tiempo del que se carece dramáticamente en un servicio cuantitativamente desbordado de pacientes. En consecuencia, las posibilidades de orden diagnóstico se restringen.

El desarrollo de la asistencia médico-curativa también depende de las condiciones infraestructurales en las que se desenvuelve, de la disponibilidad de recursos a que tiene acceso el médico. En algunos establecimientos de Salud Pública las carencias de infraestructura, el desborde de la demanda, provocan que la medicina deba prestarse en una forma muy precaria y a veces casi heroica. La conclusión es que estamos generando posibilidades de error mucho mayores que en otro tipo de asistencia.

Como profesional del Derecho debe estar acostumbrado a convivir entre esos abismos. Sin embargo, los errores del abogado no tienen la misma sanción social que los de los médicos, sobre todo cuando de la asistencia pública se trata.

La actividad médica, a diferencia de otras profesiones, tiene un alto nivel de reputación social. Hace poco leí una sentencia en la que el juez decía que «el médico es un sacerdote de la vida». Es decir, que el fallo médico es sancionado con una estigmatización social más fuerte que en otras profesiones y en la medida que se producen situaciones que generan conmoción pública por parte de los medios de comunicación, la sanción social se incrementa.

Para un médico, la imputación de omisión de asistencia es más estigmatizante que para un abogado perder un pleito por haberse equivocado en la defensa.

Este tema se ha convertido en uno de los caballitos de batalla de la prensa -porque toda situación de posible malpraxis genera una enorme repercusión periodística- y eso le hace mal a la comunidad médica en general en tanto levanta prejuicios sociales colectivos.

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