Dr. Juan Carlos Canessa Montero

1928 - 2009

El 19 de julio de 2009 falleció en Montevideo el Dr. Juan Carlos Canessa Montero.

Había nacido el 26 de febrero de 1928 y graduado en mayo de 1958. Desde entonces realizó una larga carrera docente y profesional. Fue Jefe de Clínica en el Servicio del Prof. Dr. Fernando Herrera Ramos, desempeñándose junto a grandes figuras de la época, muchas de las cuales se destacaron luego como Profesores: Nobel Tarallo, Miguel Angel Cat, Vladimiro Batista, Carlos A. Gómez Haedo, entre un conjunto numeroso de jóvenes valores. Posteriormente se orientó a la Cardiología, concurriendo al Servicio del Prof. Dr. Jorge Dighiero Urioste, siempre en el Hospital de Clínicas “Dr. Manuel Quintela”. En lo gremial, se desempeñó durante muchos años como integrante de la Junta Directiva del Centro de Asistencia del Sindicato Médico del Uruguay, en diferentes períodos. También integró y dirigió la Sociedad de Cardiología del Uruguay. Tuve el honor de trabajar con él en el Comité Organizador del VI Congreso Sudamericano y 1ro. Uruguayo de Cardiología, realizado en Punta del Este, en diciembre de 1969, que, bajo la dirección del Prof. Dighiero, reunió a la “flor y nata” de los cardiólogos y cardiocirujanos de América y el mundo, en el boom de los trasplantes cardíacos y del comienzo de los by-pass coronarios. Allí colaboró junto a José Oscar Horjales, Eduardo Joaquín Canabal, Jacobo Hazán, Adelcio Guillermo, Hernán Artucio Urioste, Antonio Buti, Manuel Roquero y muchas otras figuras que se distribuían el trabajo como en una gran colmena. Y por supuesto, dentro de nuestro país, se rodeó de los especialistas más destacados, todos los cuales trabajaron intensa y solidariamente, para hacer de ese desafío internacional, un verdadero éxito, en tiempos que venir a Uruguay era un desafío. En la preparación de ese Congreso, cuyo comité organizador funcionaba en la Fundación Procardias, en su misma ubicación actual de la calle Durazno y Juan Manuel Blanes, participaban con entusiasmo no sólo los cardiólogos uruguayos, sino también sus esposas. Se hacían funciones benéficas para recaudar fondos, en un ambiente de amistad y cooperación liderados por el Maestro y acompañado por su esposa doña Olga Arrarte Corbo. Canessa se destacaba por su espíritu jovial, y por una actitud casi deportiva, como un buen jugador de tennis que era. Pasado el Congreso nos continuamos viendo en el SMU y el CASMU, en esos encuentros de cruce fugaz. Pero un día la vida le jugó una mala pasada.

Un avión Fairchild F-227, de la Fuerza Aérea Uruguaya que llevaba a una delegación uruguaya de jóvenes jugadores de rugby, y había partido de Montevideo el 12 de octubre de 1972, conduciendo a jugadores y familiares, había caído en la Cordillera de los Andes. Entre los viajeros estaba su hijo Roberto. En esos meses, de búsqueda, rescate, posterior abandono de la búsqueda, hasta llegar a la sorpresa de que habían sobrevivido muchos de ellos, Juan Carlos Canessa cambió radicalmente. De un hombre alegre y jovial, siempre con una broma a flor de labios, en cada encuentro, pasó a ser una persona ensombrecida por esa tragedia. Su cabello que había sido abundantemente canoso, ya de más joven, aceleró su blanqueo. Ya no se detenía casi a hablar, y su expresión triste hacía que todos sintiéramos con él el dolor de esa incertidumbre. Finalmente, en los últimos días de diciembre de 1972, aparecieron con vida muchos de ellos, entre los cuales su hijo Roberto, que junto a Fernando Parrado fue uno de los expedicionarios que encontraron la salida de aquellas cumbres heladas donde habían quedado sepultados sus seres queridos. Cuando vadeando un río se encontraron con un modesto arriero y le dijeron: “Venimos de un avión que cayó en las montañas”. Roberto, que entonces era un estudiante de los primeros años de la Facultad, había demostrado su garra, como supimos después, socorriendo, con sus precarios conocimientos y aguda inteligencia, a los heridos y asistiendo a los agonizantes. Él también fue protagonista involuntario de una experiencia que cambiaría su vida. Con el correr de los años su hijo seguiría el camino de su padre, y se inclinaría hacia la Cardiología, hasta transformarse en una figura también destacada. Esa peripecia vital que le tocó vivir a los Canessa, y a todas las otras familias que tenían algún ser próximo en aquella excursión, nos transformaría a todos los uruguayos. Y pudieron ellos darnos una enorme lección, cuando volvieron de los Andes y narraron para Uruguay y el mundo, en libros, películas y entrevistas, la dura experiencia de la vida y la muerte y cómo se hicieron fuertes para traspasarla y regresar. Por eso, hoy, cuando un amigo me sorprendió con la noticia de la muerte de Juan Carlos Canessa Montero, se me volvió a proyectar la cascada de imágenes de esa vida, dedicada a la asistencia, la docencia, y a la familia, tan marcada por esos contrastes. El dolor y la alegría tuvieron para él, y para todos nosotros, nuevas facetas a partir de esa experiencia. Ahora que ha pasado a la Eternidad, acompañamos a Roberto y a sus familias en su dolor y nos solidarizamos con la pérdida de una vida que Juan Carlos supo vivir intensamente. Que descanse en paz.

Dr. Antonio L. Turnes
20 de julio de 2009

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