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Dr. «Franco» Gómez Gotuzzo: Médico se es toda la vida

Aproximaciones a la felicidad

El pasado 2 de setiembre, en dependencias de la Federación Médica del Interior, la propia FEMI, junto al Sindicato Médico del Uruguay, presentó un libro acerca de la vida del médico artiguense Francisco «Franco» Gómez Gotuzzo. Escrito por la socióloga artiguense Paola Díaz, el mismo lleva por título Médico se es toda la vida. Se trató de un acto sencillo, como la vida que se evocaba desde un activo presente y una oportunidad para reafirmar principios más allá de la nostalgia.«Defender la alegría, como una trinchera...»
(Mario Benedetti)

por José López Mercao

La apertura estuvo a cargo del presidente del SMU, Dr. Juan Carlos Macedo, el que trasladó la caracterización tempo- ral del título al espacio en el que Gómez Gotuzzo se desenvolvió: «En realidad Franco fue médico todos los días de su vida, todos los días fue médico en Artigas». Agregando acto seguido: «Es más, no viajó ni tuvo celular».


El Dr. «Franco» Gómez Gotuzzo junto a Paola Díaz, recopiladora de su historia de vida.

La alegría de la construcción

«Siempre demuestra un profundo respeto por los maestros -prosiguió Macedo. Un apego a la norma ética que uno debe destacar, una relación fraterna con los colegas, un insaciable deseo de conocimiento -que le debe haber costado fortunas, porque no tenía allí y debía comprar siempre los libros- un profundo respeto por el paciente y, además, por el medio social que lo acogió».

Como parte de ese respeto, Macedo resaltó la tolerancia de Gómez Gotuzzo por el curanderismo, con el que supo «actuar conjuntamente», dándole el grado justo de legitimación como producto de «la cultura del pueblo al que él atendió y que lo acogió».

En pocas palabras, el presidente del SMU realizó un resumen de la significación de la vida del homenajeado: «La vida de 'Franco' Gómez Gotuzzo se ubica en el terreno de las permanencias. De lo que debiera ser recordado y seguir viviendo como sustentación de la esperanza».

«Ese es un aporte mayor para un gremio médico nacional cuyas razones se reinterrogan sin cesar, en la búsqueda de una inmediatez realizable, en el camino de lo realizable».

Con respecto a la deuda del gremio médico con Gómez Gotuzzo, Macedo la refirió a «su vida ejemplar... no perfecta», agregando de manera categórica: «Las vidas perfectas no pertenecen a lo ejemplar, son ejemplares estas vidas basadas en el esfuerzo y la alegría de la construcción».

A la medida del hombre

A continuación habló la Dra. Cecilia Gómez, presidenta de la Gremial Médica de Artigas (GreMeDa) y sobrina de Gómez Gotuzzo. Su mensaje fue protocolarmente gentil, conciso y contenido, tal vez por la presumible emoción que en ella provocaría esa historia de vida, que también es su propia historia, en la medida que la vinculan a Franco los lazos de la sangre y la memoria. La voz de FEMI estuvo en las palabras del Dr. Robert Long, integrante de su Comité Ejecutivo.

Habló de «Franco» Gómez Gotuzzo con el lenguaje de la amistad y la admiración y destacó el valor del libro presentado: «En este modesto y humilde libro está toda la historia de los últimos 40 o 50 años de la medicina en el interior del país».

No pretende ser una monografía histórica, sino la visión particular de alguien que ha protagonizado esa historia «con esa sencillez y humildad que hoy en día es tan difícil encontrar en nuestra sociedad».

Long refirió los «años de sacrificios, de esfuerzos» en los que la forja del hombre se verificó en simultaneidad con la formación y la práctica del profesional.

Pintó con pinceladas breves el entorno precario en que se desenvolvieron aquellos pioneros, la carencia de teléfonos, de vías de comunicación, el impresentable vehículo con que Gómez Gotuzzo recorría la cimarrona geografía norteña.

Se detuvo particularmente en un episodio vinculado a la inauguración del sanatorio de Artigas. Hay que ponerse en la piel del Franco de entonces y en la de sus colegas, que ese día, además de inaugurar una planta física para la actividad médica, mostraban un instrumental quirúrgico revolucionario en esos tiempos y en esas latitudes.

La magia del orgullo cedió el lugar a la necesidad y la brizna de justificada vanidad que pudiera haber en la contemplación del muestrario se disipó ante la emergencia. Hubo que atender a la víctima de un accidente con complicaciones neurológicas extremas y «Franco, junto con algún colega más, no tiene ninguna duda, levanta rápidamente la bendita exposición. Se acabó aquello lindo, corre, esteriliza el material y al rato estaba operando a ese enfermo al que salvó su vida».

Robert Long culminó haciendo votos para que «Franco, en el futuro, siga brindándonos, quizá ya no tanto en el terreno médico ni como cirujano, sino como hombre de Artigas, del interior, del Uruguay, toda esa riqueza de valores que es lo más respetable que puede tener un hombre en la trayectoria de su vida».

Con la voz del corazón

Un libro vernáculo sólo podía ser escrito por una escritora vernácula. Es el caso de la socióloga Paola Díaz, quien tomó la palabra después del Dr. Robert Long.

Por añadidura, Paola es joven. Tal vez no hubiera sido posible recrear la frescura de la vida de Gómez Gotuzzo desde los excesos barrocos que a menudo conlleva la madurez.

Su testimonio es significativo, ya que los interminables diálogos con Franco no producían lo que la Dra. Paola Díaz define como «efecto saturación», es decir el ritornello que a menudo se produce cuando la crónica toma una trayectoria circular y la memoria vuelve sobre sí misma.

Por último, la compiladora ilustra su técnica de redacción: Médico se es toda la vida es un libro de contenido, donde lo que más me interesó es ser totalmente fiel a las palabras de Franco. En ningún momento intenté cambiar o mejorar la forma en que estaba dicho porque lo que hicimos fue charlar y no escribir, y cuando se habla se hace en forma mucho más natural y sencilla que cuando se escribe. En lo que a mí respecta, traté que el libro le trasmitiera al lector que Franco, en todo momento, habló con el corazón».

«¡Pobre Franco!»

En el cierre habló el Dr. Francisco Gómez Gotuzzo. Sus palabras nada tuvieron que ver con la concisión de los conceptos del Dr. Macedo ni con el lenguaje llano y directo del Dr. Long.

Se trató de otra cosa, algo así como una prolongación de su historia de vida, repentinizada, narrada sin ordenamientos jerárquicos, antes protagonizada que reflexionada.

Seguramente de allí el «¡Pobre Franco!» con que abrió su oratoria.

La misma no fue abstracción ni parábola, solamente ilación de recuerdos, evocación de momentos compartidos y amigos inolvidables. Como Beresmundo Peralta, que lo fue a saludar: «Un condiscípulo que hacía 20 o 30 años que no veía». Como la nurse Freda, como el Dr. Mañé, que prologó el libro, como los doctores Macedo, Mogni y Long que representaban en la ocasión a la totalidad del gremio médico.

Sobre su conducta de toda la vida sólo dijo: «Procedimos como deben proceder las generaciones, un manto para recoger lo que dejaron los que murieron y un brazo extendido para alcanzarlo a los que no han nacido... en eso no hay discusión y que cambiaron las cosas de la noche a la mañana, también es cierto».

O tempora, o mores

La presentación del libro sobre la vida del Dr. Gómez Gotuzzo se inscribe en una línea de trabajo que ha juntado las cabezas de las dos gremiales que nuclean al gremio médico.

La novedad es que junto a la rememoración de la vida de figuras señeras (léase, por ejemplo, los doctores Gomensoro, Cardoso, Roslik, Mesa y Arsuaga, entre otros) la laboriosa exhumación de paradigmas alcanza a figuras presentes y aún en plena labor creativa.

Su proyección es del todo disímil; si el Dr. Jaime Sznajder es «un ciudadano de tres mundos», Gómez Gotuzzo es hombre de pago, de patria chica. No obstante, ambos tienen el común denominador de la ética, concepto sistemáticamente exaltado en estos homenajes.

Por detrás de la intencionalidad asoma la perplejidad sobre las transformaciones abruptas que -al decir de Franco- «cambiaron las cosas de la noche a la mañana». De acuerdo a ello, la búsqueda de modelos aparece no ya como una estrategia sino como el sustrato ético sin el cual naufraga cualquier política de futuro.

Sin embargo, quien lee ese monólogo recopilado en el libro, puede parafrasear y a la vez adulterar a Hemingway y trocar el título por «La larga vida feliz de Gómez Gotuzzo».

En esas anécdotas de una vida sencilla (y para nada simple) la ética aparece despojada de cualquier arista de sacrificio para ser meramente goce de vivir. Con la campechanía de su prosa, seguramente Franco hubiera podido afirmar como colofón: «No saben lo que se pierden».

Tal vez las palabras más certeras pronunciadas en el homenaje hayan salido de boca de Macedo al referirse a «la alegría de la construcción», es decir, al goce de vivir acorde consigo mismo, a crear obras que perduren más allá de la propia temporalidad, en suma, a escoger una buena vida antes que un buen vivir, en otras palabras y volviendo al acápite introductorio, a «defender la alegría, como una trinchera...».

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