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Psiquiatra argentino Aldo Giusti, presidente de FEMECA

«Los médicos somos decisores natos»

El psiquiatra y médico legista Aldo Giusti es presidente de la Federación Médica Gremial de la Capital (FEMECA), desde 1991. Este médico porteño es además una multifacética personalidad vinculada a la enseñanza universitaria, la política, el fútbol y la función pública. Dedica su esfuerzo profesional al estudio de jovencitos en situación de riesgo. «Mi pasión es la atención de niños que sufren y provocan violencia en una gran ciudad como Buenos Aires». También es relevante su papel como ex presidente del Racing Club de Avellaneda, la célebre «Academia» del fútbol argentino. «Es un club para psiquiatras», admite con ironía y dolor.

por Armando Olveira

Llama la atención la cantidad de entidades médicas que existen en Argentina y en especial en Buenos Aires. ¿Cómo caracterizaría a FEMECA?

La Federación Médica de la Capital es una entidad de segundo grado que agrupa asociaciones filiales. Tenemos más de 20 mil socios en Capital Federal que trabajan en relación de dependencia o en sus consultorios. FEMECA es, entonces, una entidad madre que colabora con asociaciones de médicos municipales, nacionales, universitarios y privados. A su vez, forma parte de la Confederación Médica de la República Argentina (COMRA), que es el organismo nacional que reúne a todas las asociaciones y federaciones provinciales.


Dr. Aldo Giusti: «Buenos Aires va rumbo a convertirse en una ciudad de comic»

¿Cuáles son los temas que preocupan?

Nos alarma la falta de una política de Estado para la salud, el desfinanciamiento del sector, tanto en el ámbito público como privado. El pésimo estado de la mayoría de las obras sociales gremiales y el drama del ex PAMI de los jubilados. Han bajado dramáticamente los aportes a la seguridad social como consecuencia directa de la desocupación, la subocupación y una rebaja del aporte patronal al sistema. Somos fuertemente críticos del sistema de las Afjp (Afaps), porque, jamás, el aporte colectivo puede ser sustituido por cuentas personales sin que se resienta la calidad de los servicios que recibe la población.

En la última década se nota un retroceso en la salud pública argentina, luego de ser considerada paradigmática en el continente.

Los hospitales públicos de Argentina, y también de Uruguay, fueron hasta fines de los '80 un ejemplo para otros países sudamericanos. Es que no existía la preocupación presupuestal. Pero el esquema económico cambió hacia una fuerte dependencia externa provocada por el endeudamiento con los países desarrollados.

Hoy en día vemos que el único tema que importa es reducir gastos en salud, educación, seguridad social y seguridad pública. La ecuación no cierra, porque todos los países que tienden a aceptar políticas monetaristas terminan perdiendo independencia y calidad de vida. En Argentina se implantó un sistema de financiamiento hospitalario basado en una supuesta autogestión que sólo se sustenta en la reducción de inversiones. En ese contexto, los médicos hemos perdido en cuanto a retribuciones y calidad de trabajo.

¿Qué ocurre en la salud privada?

Históricamente, el sistema argentino se basó en obras sociales solidarias y sanatorios privados con espíritu de servicio público. Ese país ya no existe. El último vestigio de justicia fue derribado por el gobierno con un decreto de desregulación de las obras sociales. De esta forma, se provocó un desequilibrio en el que las más grandes se comen a las más chicas, sin piedad.

Hoy sólo existe estímulo para los sistemas prepagos y seguros médicos y los avances científicos cada vez están más restringidos a ciudadanos con poder adquisitivo medio-alto y alto.

Los sistemas gremiales de salud están jaqueados por las políticas de globalización. Se incrementaron los costos y se redujo el acceso. El financiamiento colectivo sufre por el aumento de la desocupación y subocupación. Cada día hay menos relación de dependencia, y con ello pierden fuerza los gremios y sus obras sociales.

Favaloro y la contradicción

El célebre cirujano René Favaloro criticó la supuesta ineficiencia de la Universidad pública y defendió el apoyo económico estatal para las facultades privadas. ¿En qué punto se encuentra ese debate?

Sigue en efervescencia, porque hay hombres, como Favaloro, interesados en que se discuta el tema. Para responderle hay que partir de que no se puede estar en la procesión y tocar las campanas.

El doctor Favaloro es un eminente cirujano, un científico de nivel mundial que estudió en una Universidad estatal gracias al aporte solidario de sus compatriotas. Ahora tiene una facultad de medicina privada, que lleva su nombre, y que se ha transformado en una entidad elitista.

Favaloro olvida que su instituto existe gracias al aporte público, tanto estatal como de las obras sociales que facilitaron su construcción. Emite un doble mensaje. Por un lado, su idea de eficiencia y por otro su concepto de accesibilidad. Pareciera que para él, libre acceso a la facultad es sinónimo de ineficiencia. Es un error.

Por más Favaloro que se llame, su universidad no ha demostrado ser mejor que la pública, ni la suya, ni otras privadas. Dijo algo fuerte en un país que no tiene una política de Estado para la formación de médicos, ni para la distribución, ni el control idóneo para la evaluación de egresados universitarios.

¿Cómo mejorar la calidad universitaria?

Es imprescindible ampliar el ingreso de estudiantes a una residencia de tres años y el control de calidad profesional. Pero el Estado argentino ha recortado tanto su aporte que es casi nula la oportunidad de un buen posgrado. El número de becas bajó con la caída del presupuesto universitario. Hoy, solo uno de cada cinco egresados puede acceder a ese beneficio. Se crea así una especie de examen de ingreso al final de la carrera, para el cual se tiene en cuenta primero, rango social y económico, y luego, capacidad. Fue muy útil lo de Favaloro, a pesar de su concepto teñido de interés personal. Quiso llamar la atención sobre un punto que nadie se anima a debatir públicamente. Lo malo fue que para alguien tan prestigioso, la Universidad argentina no sirve y produce malos egresados. Dicho sea de paso, sus palabras generaron inquietud en la población sobre la supuesta mala calidad de los médicos argentinos.

¿Supuesta o real?

Hay un descenso en la calidad de las facultades de medicina, pero el problema todavía no llega a ser dramático por ese «colchón» de profesionales de mediana edad que siguen siendo los referentes del sistema. El drama será más adelante, cuando los mayores se retiren y queden los egresados del presupuesto universitario «cero».

¿Aceptaría limitaciones al ingreso a facultad?

Actualmente, es impensable cualquier intento limitador sin afectar directamente los derechos de miles de estudiantes. Quizá sea posible analizar un instrumento de ese tipo, cuando existan políticas sanitarias y políticas universitarias.

El problema de la formación médica es el egreso, por falta de políticas universitarias e institucionales para la formación de grado y posgrado. El ingreso no nos preocupa porque existe un proceso de decantación que realizan los docentes y los propios estudiantes.

Sin novedad en el frente

¿Qué expectativas tiene FEMECA ante el inminente cambio de gobierno?

Han habido entrevistas con Duhalde y De la Rúa, para buscar puntos de acuerdo frente a la necesidad de políticas sociales de salud y Universidad. En lo declarativo todo funciona muy bien, el tema será ver qué quedará de esos discursos en la realidad poselectoral.

Les dijimos que un país que no está sano ni educado se transforma en un subproducto del mundo globalizado que enfrenta riesgos serios de desaparición. Esa es la Argentina de hoy.

Nuestra propuesta es que la salud tenga una política de Estado, independiente de intereses, deseos y presiones de aliancistas y peronistas. Las estrategias de salud y educación debieran estar por encima del partido que llegue al gobierno.

Pero no existe entre los afiliados a FEMECA una gran expectativa sobre una mejora del trabajo médico, sea cual fuere el partido ganador.

¿Los médicos de Buenos Aires sufren muchas demandas por malpraxis?

Es un fenómeno que angustia a los médicos argentinos. Hace tres o cuatro años, logramos que el presidente Menem vetara un proyecto de ley que imponía la denominada «inversión de carga de la prueba». Si hubiera salido, se favorecía definitivamente la realización de juicios. La ley llegaba a la barbaridad de obligar al médico a una demostración fáctica de su inocencia.

Hicimos un paro médico nacional, nos reunimos con asesores presidenciales y logramos que no se cambiara el Código. Pero ahora se está tomando nuevamente la opinión de un jurista uruguayo que habla de la «carga dinámica» de la prueba. Tanto el paciente como el profesional podrían compartir esa obligación, lo que es un nuevo intento de implantar la ley vetada.

Sabemos que hay un fuerte lobbie de abogados que presiona en favor de esta iniciativa. Son los mismos que se dedican exclusivamente a recorrer hospitales en busca de potenciales clientes. También las aseguradoras están en ese negocio.

Lo negativo es la coacción que se ejerce sobre la capacidad de decisión del médico. Somos decisores natos, a veces en segundos. Si se implanta una ley del miedo estén seguros que crecerán los temores y con ello aumentan las dudas.

La última pregunta es para el psiquiatra: ¿aumentó la violencia urbana en Buenos Aires?

La violencia social aumentó dramáticamente por una fuerte caída de los valores colectivos, no solamente en Buenos Aires, sino en todo el país. La violencia adolescente se vincula con el alcohol, las drogas y los medios de comunicación pero también con el desarraigo familiar, el consumismo y con la pérdida de valores religiosos tradicionales.

La sociedad argentina vive hoy una fuerte sensación de impunidad que baja desde el poder y que posiciona positivamente al que delinque. La gente parece admirar al delincuente de cuello blanco, al corrupto y acepta la existencia de bandas de maleantes que gobiernan las calles argentinas.

Buenos Aires va rumbo a convertirse en una ciudad de «comic», con un mundo de gente desarrollada, linda y culta y un submundo de gente fea, mala, sucia... delincuentes.

También fue presidente del Racing Club de Avella-neda, la célebre «Academia del fútbol argentino»

Me tocó presidir una gran institución del mundo del fútbol en un momento que ya permitía avizorar su dramática quiebra. Fui un dirigente atípico porque permanecí siempre lejos de los centros de presión interna que luego fueron los agentes de corrupción. Sin embargo, mis amigos siempre dicen que soy el presidente ideal. Racing es un club para psiquiatras.

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