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Dr. Walter Venturino

Las «bases científicas» de la Homeopatía (II)

E. Principio de un solo medicamento. Establece que una sola medicina debe combatir todos los síntomas que el paciente experimenta, ya sean físicos, emocionales o mentales. Sin embargo, algunos homeópatas emplean sustancias combinadas, aunque no las encuentran tan efectivas como la medicación única.6

Comentario. Volvemos a lo que manifestamos antes: sólo la ignorancia, en tiempos de Hahnemann, de la naturaleza de las enfermedades, pudo conducir a este tipo de afirmaciones. Los éxitos de la terapéutica actual, que emplea múltiples fármacos, basada fundamentalmente en premisas científicas –a pesar de algunos errores o ineficacias– así lo confirman. Bien lo sabe cualquier estudiante de medicina que haya rendido su examen de Farmacología y Terapéutica.

F. La alimentación adecuada y la higiene personal son fundamentales. Es este un principio que actualmente nadie puede discutir. Por otra parte, esta conducta había sido ya establecida en el siglo xvi por Sydenham. No insistiremos en este punto.

G. Intentos posteriores a Hahnemann de justificar la Homeopatía

* Después de 1884, en que se puso de manifiesto, por el sueco Arrhenius, el hecho de que los electrólitos disueltos generan iones, los homeópatas creyeron ver en ellos los elementos activos de sus medicamentos.

Comentario. Ninguno de los experimentos realizados, con el fin de demostrar ese mecanismo, tuvo resultados positivos, y ello, que nosotros sepamos, no ha vuelto a mencionarse.

* En 1988, un químico francés de renombre internacional1 describió en una importante revista científica inglesa (Nature) lo que él llamó la «memoria del agua». Se trataba de la presunta característica por la que el agua parecía adquirir, conservar y transmitir las propiedades de las sustancias que han estado disueltas en ella y que luego se han extraído totalmente de la solución.

Comentario. Dicha «memoria» no pudo ser confirmada por ningún otro químico interesado en el tema y el hecho ha quedado como un ejemplo de lo que no debe ser una investigación científica. Es más, la Sociedad de científicos ganadores de premios Nobel le ha concedido al autor el premio antiNobel para señalar la aberración de sus trabajos. Sin embargo, los homeópatas tomaron la «memoria del agua» como uno de los puntales para la explicación de la acción homeopática. En efecto, la aceptación de que las diluciones excesivas conducen a la desaparición del soluto, les obligó a suponer que estos dejan su recuerdo en el agua, lo que pareció una tabla de salvación.

* En 1994, el inglés Reilly10 y colaboradores intentan demostrar que la Homeopatía tiene una acción inexplicable pero reproducible, que difiere del efecto placebo. Se trata de un trabajo estadístico acerca de la acción de la Homeopatía (inmunoterapia por medio de granos de polen tratados según los métodos homeopáticos) sobre el asma, comparada con un placebo. Se busca allí confirmar o no el resultado dudoso de dos trabajos anteriores del mismo autor relativos a la acción de los medicamentos homeopáticos sobre la alergia por inhalación (fiebre de heno en esos dos artículos).

Comentario. Este trabajo fue sometido a crítica por Jean F. Bergmann,3 profesor de Terapéutica en el Hospital Lariboisière de París y especialista en metodología de ensayos terapéuticos. Las conclusiones de esa crítica son lapidarias en lo que a conducción y resultados se refiere. Veamos: a) el número de pacientes tratados fue muy exiguo para el tipo de investigación realizada; b) la sintomatología de los enfermos elegidos era poco florida y debe ser lo contrario cuando se experimenta con medicamentos contra el asma; c) de los once pacientes tratados homeopáticamente, sólo uno mostró mejoría; d) durante la experiencia, todos los pacientes continuaron con el tratamiento antiasmático alopático común; e) se usaron dos trabajos anteriores sobre el efecto de la Homeopatía en la fiebre de heno –de resultados dudosos– como puntos de referencia, etcétera.

El hecho de que una revista seria como es The Lancet haya publicado el trabajo referido se explica porque dicho artículo fue apoyado por la Fundación Real de Gran Bretaña y es sabido que toda la familia Real británica es decidida partidaria de la Homeopatía. Además, el autor (Reilly) es presentado como integrante del Servicio de Medicina del hospital de Glasgow, cuando en realidad pertenece al Hospital Homeopático de esa ciudad: es, pues, un homeópata. Finalmente, entre los patrocinadores del artículo se hallan, asimismo, el Laboratorio Homeopático Boiron de Lyon (Francia) y la Fundación Francesa para la Investigación en Homeopatía. A pesar de todo lo que terminamos de comentar, este trabajo parece constituir en la actualidad un firme apoyo para los homeópatas. Así, Sandow12 dice: «La práctica de la Homeopatía se basa sólidamente en principios elucidados hace una centuria o más, que no han sido estudiados en profundidad en la mayor parte de los medicamentos por los métodos científicos modernos. La comunidad médica ha tratado ásperamente a la Homeopatía en la literatura, expresando a menudo fuertes acusaciones emocionales de charlatanería y fraude. La idea de que las sustancias diluidas puedan tener alguna acción aparte de un efecto placebo es ridícula para muchos. [...] En realidad, hay (sic) acciones. La naturaleza exacta de estas acciones, sin embargo, no es conocida con precisión, como así ocurre con los medicamentos convencionales. Se han postulado mecanismos pero no han sido bien estudiados. En lugar de estudiar la Homeopatía, la comunidad científica la ha ignorado o intenta suprimirla. Ahora que el fenómeno ha sido bien establecido, los detalles necesitan ser aclarados por los medios de que se dispone en el final del siglo xx».

* En 1996, Beneviste, con colaboradores, vuelve en un libro a tratar de justificar la Homeopatía.2 Allí se establece lo siguiente:

Respecto a los medicamentos homeopáticos se dice: a) A medida que van desapareciendo en las sucesivas diluciones y sufriendo la acción de los sacudimientos (sucu-siones), dejarían vacíos que denominan «agujeros blancos». Los «agujeros blancos» se incorporarían a los gránulos y gotas homeopáticos. b) Dichos agujeros emitirían una onda electromagnética especial que, actuando sobre el hidrógeno de las moléculas de agua, generarían hiperprotones (una partícula subatómica que sólo los autores del libro conocen). c) Los hiperprotones dejarían escapar rayos beta (electrones) iguales a los que desprenden las sustancias radiactivas (radio, torio, tritio, etcétera).

Respecto a las enfermedades, se dice:

a) No existirían las enfermedades virales, bacterianas, cancerosas, cardiacas, hepáticas, intestinales, nerviosas, etcétera, sino únicamente patologías definidas por su contenido en hiperprotones. b) El cuerpo humano, en el plasma sanguíneo, también sería capaz de generar «agujeros blancos» al ritmo de las pulsaciones cardiacas. c) Estos «agujeros blancos» también producen ondas electromagnéticas; la resultante de las ondas de todo el cuerpo, llamada «onda remanente», sería el origen de todas las enfermedades; se explicaría porque esa onda es sensible a la gravitación universal. Así, en invierno, cuando las fuerzas de gravitación son más importantes, la onda remanente se vuelve tóxica y genera la afección. Únicamente los medicamentos homeopáticos serían capaces de actuar contra las enfermedades y lo harían por mecanismos que los científicos clásicos ignoran. Los «agujeros blancos» de los gránulos y gotas homeopáticos –a los que los jugos digestivos dejarían indemnes– se encontrarían con los «agujeros blancos» del plasma con lo que las ondas anormales de estos se regularizarían y la enfermedad desaparecería.

Comentario. Todas estas afirmaciones de Beneviste y colaboradores no tienen apoyo en ninguna de las teorías científicas físicas, químicas y biológicas aceptadas hoy en día; sólo esos autores las respaldan, describiéndolas con un lenguaje ininteligible e inventando entidades que nadie conoce. Además, las experiencias que sostendrían sus afirmaciones no han podido ser verificadas por científicos reconocidos –incluido un Premio Nobel– en presencia del propio Beneviste. Analicemos dos puntos de sus afirmaciones. En primer lugar, la existencia de los «agujeros blancos». No es un secreto que, cuando se disuelve una sustancia en agua, las moléculas de esta pueden formar una capa de hidratación alrededor de las moléculas o iones del soluto; pero cuando el soluto desaparece, el agua vuelve a su estructura normal. En segundo lugar, la presencia de rayos beta en el agua no tiene nada de extraño; en efecto, el agua común tiene una pequeñísima proporción de tritio (hidrógeno 3) que es radiactivo y, por tanto, emite radiación beta. El tritio proviene del bombardeo del agua atmosférica por radiaciones de alta energía (rayos cósmicos); en dicha agua existe deuterio (hidrógeno 2) en la proporción de 1 a 7 000 con respecto al hidrógeno común (hidrógeno 1); y es el deuterio el que se convierte en tritio. Como dato anecdótico, recordemos que, hasta no hace muchos años, en la etiqueta de una conocida agua mineral uruguaya lucía su análisis químico, efectuado a fines del siglo pasado. Entre otros datos, allí se leía «ligeramente radiactiva», lo cual, en aquella época, suponía beneficios para la salud; hoy, desde luego, ese dato ha sido eliminado de las etiquetas.

* En enero de 1997,9 nos informamos de que, al cumplirse los doscientos años de creada la Homeopatía se acordó, en el Parlamento Europeo, constituir una comisión para evaluar esa actividad. Los homeópatas que integran esa comisión aceptaron como premisa que «de la experiencia pasada debe concluirse que las pruebas actuales son insuficientes para afirmar que la Homeopatía tiene una eficacia clínica». A confesión de parte... Los farmacólogos científicos no se niegan, ni deberían hacerlo, a esa evaluación, por lo menos para algunas enfermedades. No conocemos aún los resultados.

Consideraciones
finales

En resumen, si las leyes de la física, la química, y la biología actuales son válidas, la Homeopatía no puede existir. Inversamente, si la Homeopatía es real, aquellas leyes deben ser desechadas.

Aspectos positivos de la Homeopatía. Considerando el problema objetivamente, es posible atribuirle dos facetas positivas.

En primer lugar, es dable emitir la hipótesis de que la práctica de la Homeopatía debió significar un gran beneficio para los enfermos del siglo xix que, así, pudieron verse libres de las sangrías a granel y de los inauditos medicamentos que figuraban en las farmacopeas de los siglos anteriores.5 En dichas farmacopeas se mencionaban, junto a centenares de yerbas, algunos medicamentos considerados, aún hoy, eficaces (quinina contra la malaria; sales de mercurio incluidas en diuréticos, antibacterianos, antisépticos, ungüentos cutáneos y laxantes; tónicos de hierro contra la anemia). Pero, además, se aconsejaban repugnantes productos usados desde tiempos inmemoriales, como pulmones secos de zorro contra la respiración jadeante, grasa de oso contra la calvicie, musgo raspado del cráneo de un convicto ahorcado y con las cadenas puestas (muy en boga), excrementos de moscas o de cocodrilos, y otros, medicamentos que cualquier bruja podía modificar según las circunstancias. Frente a esto, las ventajas de la Homeopatía eran claras: medicamentos inocuos, de gusto dulce, asociados a dieta, reposo e higiene personal.

En segundo lugar, el empleo de la Homeopatía como placebo. Según la definición de la Real Academia Española, placebo es, en medicina, una sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción. Los placebos pueden usarse en dos circunstancias. Por una parte, en investigación clínica, como un control para probar la eficacia de un fármaco o bien en cualquier otro procedimiento terapéutico. Por otra parte, cuando para un determinado paciente la medicina científica no tiene ya ningún medio terapéutico que ofrecer. En tales sentidos, los preparados homeopáticos, por las características antes señaladas de total inocuidad, pueden ser tenidos en cuenta. En la gran mayoría de los casos, y como medicación de complacencia (del latín, placere, complacer), son los familiares de los enfermos los que solicitan la Homeopatía, y los médicos nos enteramos de ello indirectamente o no nos enteramos.

Tales son los datos, seguramente incompletos, que poseemos sobre los intentos de hacer de la Homeopatía una rama científica de la ciencia médica. Su análisis crítico, recurriendo a conocimientos científicos actualmente irrefutables, lleva a la conclusión de que esa actividad no tiene ningún valor médico salvo el de placebo. Si, como se quejan los homeópatas, la comunidad médica ha tratado a la Homeopatía de charlatanería y fraude, la responsabilidad de ello recae exclusivamente sobre los homeópatas, que no han sido capaces, fuera de adorar a Hahnemann y a sus principios emitidos hace doscientos años, de mostrar un solo hecho verdaderamente científico que los respalde, pretendiendo que sean los farmacólogos quienes demuestren la verdad de sus dichos.

Finalmente, ¿es lícito lucrar con una actividad que es producto de la más pura ficción?

Referencias bibliográficas

1 BENEVISTE, J., citado por Science et Vie, Francia, 1997, núm. 955.
2 BENEVISTE, J. et al., Théorie des hautes dilutions et aspects espérimentaux, Polytechnien, 1996. Citado por Science et Vie, Francia, 1997, núm. 955.
3 BERGMANN, J.F., citado por Science et Vie, Francia, 1995, núm. 248.
4 GOODMAN y GILMAN, Las bases farmacológicas de la terapéutica, Ed. Médica Panamericana, México, 1991.
5 HAGGARD, H., El médico en la Historia, Sudamericana, Buenos Aires, 1941.
6 HOMEOPATHIC EDUCATIONAL SERVI-CES, 2124B, Kittredge St. Berkeley, CA 94704. Publicado por Internet, setiembre de 1997.
7 «Los nuevos fármacos», Investigación y Ciencia, España, 1997, núm. 254. (Todo el número dedicado a este tema.)
8 KLEIJNEN, J. et al., «Clinical trials of homeopathy», British Medical Journal, 1991, 302:516-518. Publicado (resumido) en Internet, setiembre de 1997.
9 Mundo Científico, España, sección Ciencia y Sociedad, 1997, núm. 175.
10 REILLY, D. et al., «Is evidence for homeophaty reproductible?», Lancet, 1994, 344:1601-1604.
11 RUOFF, A.J.C., Guía del homeópata, Edicomunicación, Barcelona, 1992. (Reedición de la obra publicada en 1846.)
12 SANDOW, N., publicado por Internet en setiembre de 1997, s/d.
13 «Homéopathie. Le retour des fausses preuves», Science et Vie, Francia, 1997, núm. 955.

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