CARLOS MARÍA FOSALBA
1906 – 11 DE MAYO – 2006

En el centenario de su nacimiento

Dr. Carlos M. Fosalba - Centenario de su natalicio

Exposición del Dr. Antonio L. Turnes en el 
Acto de Conmemoración del Centenario del Natalicio de Carlos M. Fosalba

 

I

El Juez de Paz José M. Fernández Saldaña, de la primera sección del departamento de Minas, inscribió a las tres de la tarde del día diez y nueve de mayo de mil novecientos seis, el nacimiento de Carlos María Fosalba, hijo legítimo de Daniel Santiago Fosalba y Ochoa, de treinta y cuatro años, casado, oriental, comerciante, y de su esposa Amalia García Arroyo, oriental, treinta y cinco años, de profesión labores. Dicho infante era nieto por línea paterna de Daniel Fosalba y Rosa Ochoa, fallecidos, y por línea materna de Rafael García Arroyo y Josefa Tassani, fallecidos. Fueron testigos del registro del recién nacido los señores Francisco Quirici, veintisiete años, casado, propietario y César Porrini, veintidós años, soltero, oriental, comisionista, ambos domiciliados en esta ciudad. Tal lo consignado por la Partida de Nacimiento expedida por la Intendencia Municipal de Lavalleja el 16 de marzo de 2006. Al margen hay una anotación que dice: “En este parto nació otra criatura. Véase acta siguiente.” [Sin duda se trata de su hermano mellizo].

Su padre tenía tienda, primero en Minas, luego en Florida, y falleció joven, de una neumonía, en la era pre-antibiótica. La madre, anciana y glaucomatosa, fue idolatrada por su hijo Carlos María. Fueron ocho hermanos, todos ya fallecidos: Lamas Daniel, el mayor, fue Agrimensor; Juan Carlos, mellizo de Carlos María; José Rafael, ingeniero, muerto el 1.8.1996; Rosita, una hermana muerta en la infancia; dos hermanas: Coca y Mercedes; otra que fue profesora de Francés.

II

Ingresó a la Facultad de Medicina en 1926 – con 19 años - , egresando en 1933 – a los 26 -. Desde muy joven se despierta en él la vocación por la actividad gremial, vinculándose a la Asociación de los Estudiantes de Medicina, donde ya en 1930 es Director de la revista “El Estudiante Libre”, escribiendo allí su primer editorial: A NUESTROS COMPAÑEROS, diciendo entre otras cosas… “Sin creernos apóstoles de una verdad nueva, sin considerarnos privilegiados, sin creernos ingenuamente exclusivos poseedores de la razón, nos sentimos, sin embargo, mejores que quienes poseídos de un escepticismo elegante, pero infecundo, inutilizan las fuerzas vivas de su juventud en un aislamiento egoísta, armados con las dos fuerzas que han constituido siempre los mayores enemigos del progreso: la negación y la duda”. Su pluma iría madurando al correr de los años, siempre incisiva y elegante, con razonamiento impecable, y claro concepto de objetivos.

III

Sus actuaciones como Practicante Interno en el Hospital Maciel, serían destacados por el Dr. José Iraola, y el Prof. Julio C. García Otero, el primero indicando que “fue su interno en 1931 en la sala Mateo Vidal, y que desempeñó ese cargo con notable asiduidad, laboriosidad y competencia”; el segundo que “fue interno en la Sala Dighiero, durante el año 1932, habiendo desempeñado sus tareas con gran dedicación y competencia, siendo uno de esos internos, que por su actividad, su espíritu de iniciativa, por su inteligencia y honestidad, se destacan en forma evidente.”

Diría de él, su compañero y amigo, Ricardo B. Yannicelli, respecto de su actuación estudiantil: “No es posible condensar en pocas palabras, ni siquiera una síntesis de lo mucho y grande realizado por Carlos Ma. Fosalba en la Asociación de Estudiantes de Medicina. Puede afirmarse que desde su advenimiento a esta institución gremial en el año 1926 hasta la terminación de su carrera en 1933 no existió actividad ni problema que afectara a la masa estudiantil de medicina que no contara con la insuperable colaboración de su espíritu superior, su inteligencia clara, su pujante y tesonero corazón de luchador y su enorme optimismo. Llegado a la Asociación en momentos que una crisis interna quitaba unidad a la lucha estudiantil y permitía el auge transitorio de elementos conservadores, Fosalba integró el núcleo de los más destacados luchadores que tuvieron a su cargo, con el apoyo creciente de la juventud de medicina el resurgimiento prestigioso de la querida institución. Desde distintos cargos en la Comisión Directiva, como Secretario General de la misma, como redactor y luego en su condición de Director de El Estudiante Libre; en múltiples y delicadas comisiones especiales que se le encomendaron; como delegado de la Federación de Estudiantes y en Congresos estudiantiles, la presencia de Carlos María Fosalba se destacaba rápida y nítidamente como un valor excepcional y brillante”. Y añadía más adelante… “Se ha dicho que todos los médicos debemos algo a la acción fecunda de Carlos María. Esta deuda es también de los estudiantes de medicina de ayer, de hoy y de mañana. Sólo los que estuvimos a su lado en algún momento de su vida en que se dio por entero a la defensa de la causa estudiantil sabemos de la generosidad y del sacrificio con que se prodigó en ella. Sin egoísmos, con nobleza, con valentía, predicando con el ejemplo e iluminado por un idealismo generoso y renovado.”

IV

Ingresa al Sindicato Médico en 1931, luego de una crisis de la que había salido a los tumbos la institución gremial médica. Allí, actuando como delegado de la Asociación de los Estudiantes de Medicina, echa sobre la mesa sus inquietudes de transformación, planteando desde el vamos la reestructura de la institución, manifestando “que gran parte de la juventud médica es descreída con respecto a la acción del Sindicato. El Sindicato debe actuar como una agrupación gremial proletaria”.

Cinco años más tarde, cuando conmemoraban el primer aniversario de la creación del Centro de Asistencia, propuesta insistida por él, y que pasó por diversas instancias, desde el rechazo a la aprobación de un Servicio de Urgencia precario, como ensayo previo, y luego la puesta en función del Centro, diría: “Hace 5 años, cuando yo era todavía un joven estudiante de medicina, presenté un atrevido plan de trabajo al Comité Ejecutivo del Sindicato Médico, porque me producía desaliento y pesar la contemplación de aquella casa honesta, pura, sincera y valiente, pero desolada, vacía, inactiva, silenciosa e infecunda. Sus dirigentes entre los que me contaba yo, y muchos de los cuales están seguramente hoy entre nosotros, eran, indiscutiblemente un ejemplo de honestidad y amaban sinceramente al Sindicato, pero, a mi entender, cometían un grave error: no creían en su capacidad constructiva porque no confiaban a su vez, en el espíritu solidario del gremio médico. Doloridos por la indiferencia y el egoísmo brutal del ambiente, no se atrevían a realizar, porque no esperaban la respuesta solidaria de la masa. Ellos decían: Nosotros no podemos hacer obra porque el gremio no nos responde. Yo les replicaba con juvenil vehemencia: ¡Pues bien! Invierto el aforismo y digo: El gremio no nos responde porque no hacemos obra. Realicemos obra fecunda y buena, obra útil y provechosa y el gremio entonces estará con nosotros y nos apoyará. Al pesimismo escéptico de mis camaradas trataba de sustituirlo por el vigoroso optimismo producto de mis ideas, porque yo no soy un accidental sindicalista médico, sino un sindicalista en el sentido integral de la palabra. Por lo mismo que confío en el porvenir de una sociedad nueva integrada por organismos gremiales libres, ellos mismos orientados por hombres libres, por esa misma razón fundamentaba mi optimismo poniéndolo por encima de las enseñanzas dolorosas de aquel presente, interpretando la falta de solidaridad médica por la ausencia de un organismo sindical fuerte y poderoso y rechazaba la idea de que esta falta era consecuencia de la ausencia de solidaridad. Se me dijo entonces que mi optimismo iría disminuyendo a medida que el contacto con la realidad ambiente se encargara de podar la frondosidad de mis ilusiones. Y dije en aquellas sesiones para mí inolvidables, que aceptaba el reto y que demostraría con los hechos que no eran ilusiones juveniles, sino convicciones maduras, mis proyectos de aquel entonces.”

V

Épocas difíciles, sin duda, los primeros años como graduado, en plena dictadura de Terra, con la creación en 1934 de la Ley Orgánica de Salud Pública, de la que sería principal analista y adversario. Se incorpora como Secretario al Comité Ejecutivo del Sindicato Médico, y comienza una fuerte campaña de enfrentamiento al Ministerio, de denuncia de sus atropellos y de solidaridad con los afectados por las arbitrariedades del poder. A pesar de la letra del Decreto-Ley de creación, que indicaba proveer todos los cargos técnicos y administrativos por concurso, y habiéndose realizado el concurso de médicos de urgencia para Asistencia Externa, el Ministro Blanco Acevedo desconoció dicho concurso y designó directamente a médicos adictos, los famosos “carneros” que serían señalados durante muchos años y darían origen a famosos incidentes y denuncias desde la prensa médica de la época, particularmente a través de los encendidos alegatos del Dr. Ricardo B. Yannicelli.

En pocos meses transforma el Sindicato Médico, que había sido fundado el 11 de agosto de 1920, y que luego de un empuje inicial, había ido decayendo como consecuencia de pesadas estructuras y el cansancio de sus viejos impulsores, su desaparición física o la asunción de responsabilidades políticas y académicas. Su presencia se distingue ya por la fundación de “Acción Sindical” la publicación periódica del Sindicato, de la que se hace cargo y dirige, exponiendo allí y en el Comité Ejecutivo, sus novedosos y apasionados proyectos, - con 28 años -. Decanta en sucesivos editoriales, sus propósitos. Y el 27 de junio de 1934, obtiene que una Asamblea disponga hasta 1.000 pesos para la instalación de un Servicio de Urgencia. Comienza a funcionar éste en agosto de 1934 y el 1º de julio de 1935 se inicia el nuevo Centro de Asistencia, con un crédito más amplio de 10.000 pesos, un tercio del capital que el Sindicato disponía. Digamos que había mermado el número de adhesiones entre los asociados al Sindicato Médico, desde aquel conjunto inicial de la fundación, que en pocos meses había logrado el Dr. Mario Simeto, aquel primer secretario honorario infatigable y tesonero, que visitando personalmente a todos sus colegas de Montevideo, uno por uno, había recogido las 600 afiliaciones iniciales, a sólo 337 en 1934. Pero la creación del Servicio de Urgencia hizo rápidamente sobrepasar los 400. El joven y visionario Fosalba ya vivía esta realidad como un triunfo rotundo, en alas de su entusiasmo.

VI

No obstante desplegar intensos esfuerzos sindicalistas, su tarea docente en la Clínica Médica fue permanente, perlada de concursos de oposición, por los que fue progresando. Dictó cursos de semiología en las Clínicas de los Profesores César Bordoni Posse, en 1935, y en la del Profesor García Otero en 1939. De ambos obtuvo reconocimiento por su dedicación e inteligencia, como surge de los certificados extendidos por los mencionados profesores para su carpeta de méritos para la aspiración al cargo de Profesor Agregado de Medicina, por concurso de méritos y oposición, iniciado en 1941. Más tarde ingresa al Instituto de Neurología, como Jefe de Clínica, primero bajo la dirección interina del Dr. Héctor Rossello y luego del Profesor Alejandro Schroeder. En 1943 obtiene el primer puesto en el concurso de agregación, que suponía largas y tediosas pruebas. Su prueba sobre “Síndromes focales cerebrales” fue publicado y merecería aún hoy ser leído por su claridad expositiva, su precisión de conceptos, su calidad intelectual y erudición. En “Acción Sindical” No. 19 de 1937, puede leerse el inicio de un largo artículo sobre “Las compresiones medulares”, que constituye otro hermoso trabajo clínico.

VII

La creación del Centro de Asistencia, que alguno de sus amigos transformaría más tarde en CASMU, una sigla que podría tener múltiples adaptaciones, pero que le hace perder el valor que inicialmente simbolizaba, fue una de las mayores y mejores contribuciones que Fosalba hiciera al desarrollo de la atención médica en el Uruguay. No sólo al poner en marcha, contra el escepticismo general, una modalidad nueva, la cooperativa de producción sanitaria, que brindara servicios a la población de clase media y trabajadora, y diera empleo digno a los médicos jóvenes expulsados por el sistema, que los denigraba, sino por lo que significó como enzima transformadora del medio en que apareció. Luego de esa creación, y como lo diría Suárez Meléndez, introdujo un verdadero Caballo de Troya en la ciudadela del viejo mutualismo. Eso sí, no todos los que iban dentro del Caballo eran soldados. Había de todo, y así fueron los resultados.

Pero con su tenacidad, su lucha concentrada, como un extracto de perfume, en frasco chico pero con aroma penetrante, atravesó toda la sociedad. Desde la Primera Convención Médica Nacional realizada en 1939, convocada a sus instancias, generó una transformación, que se apreciaría años después, cuando en 1943 aparece el Decreto Ley de Mutualismo, la primera regulación legal para poner las cosas en su sitio, separando la paja del trigo, y ordenando un caos preexistente, pero denunciado lúcidamente por Fosalba.

Sembró la esperanza en sus jóvenes colegas, que arremetieron con entusiasmo en un proyecto de construir y financiar su primer sanatorio propio, el que llevaría su nombre luego de su muerte, en Colonia y Arenal Grande, que en su tiempo fue una revolución en materia arquitectónica y de procedimientos por la prolijidad con que fue planeado y la transparencia con que fue edificado. Ponía así la primera piedra, aunque él no llegara a verla, para cimentar el futuro crecimiento. Y eso ayudó también a que el medio se transformara. Las instituciones más grandes y viejas, tuvieron que evolucionar y transformarse, para poder sobrevivir. Pero lo que es más importante, a través del concurso, que él había practicado, además de predicado, y que guió toda su carrera académica, transformaría el mundo mutual, acostumbrado al sempiterno acomodo, al juego de las influencias y a los amigos de toda laya. Los que ingresaron por concurso en el primer servicio de Urgencia del Centro de Asistencia, terminarían todos ellos siendo Profesores de la Facultad, con el curso de los años. El propio tribunal de concurso, integrado con los mejores valores de la medicina y cirugía de la época, eran un fiel testimonio de ese certificado de calidad, que todavía no figuraba en los manuales, pero él lo tenía en su disco duro.

VIII

Como ha rescatado Ramón Rojas Beltrán, un médico chileno exiliado entre nosotros en la década del 80:

“Fosalba era delgado, bajo, nervioso, de arrebatos luminosos. Así nos explicamos, que aún estudiante, propusiera la idea de la cooperativa de salud a los médicos: y citando a Juan Edmundo Miller transcribe: “…y se hizo el gusto produciendo el milagro con su poderoso magnetismo de atracción, porque logró unir al librepensador Elías Regules (h), con el católico militante Julio César García Otero; al valdense metodista Víctor Armand Ugón, al ortodoxo Pablo F. Carlevaro, al batllista Julio César Estrella, y a muchos otros, para no decir, a todos los médicos de tendencias distintas, de corrientes diversas que, sin abdicar de sus convicciones abrazaron la idea de la cooperativa.” Y prosigue: “Su trabajo era múltiple: médico de consultorio, estudiaba y se preparaba para la docencia, director de revistas gremiales y científicas, redactor de artículos polémicos, integrante de comités solidarios de [defensa de la libertad y democracia ante] la guerra civil española, y [luego ante] la segunda guerra mundial. Orador en mitines a los que frecuentemente era invitado: “Siempre he vivido en serio” decía con frecuencia. Sus amigos le propusieron: destinar los sábados al descanso mental, porque su mente no se daba descanso. Pasaba de su profesión en consultorio y visitas a domicilio, a la revista gremial, a la editorial científica, a iniciativas permanentes para el diálogo trisemanal – y a veces diario – en la Junta Directiva, y la planificación de largo alcance como lo era su obsesión del Palacio Sindical.”

IX

Carlos María Fosalba vivió y ejerció en una época en que los médicos no habían asumido ningún papel en la conducción de su propio trabajo, más allá de los límites de su consultorio particular. En su tiempo la atención de los pobres, se hacía en el Hospital público, y la atención de los pudientes en los Sanatorios Privados. El mutualismo auténtico y el seudo mutualismo, explotadores ambos del trabajo profesional, y aprovechadores de la plétora médica, comenzaban a ser individualizados como responsables de una larga crisis en gestación. Un tornado que apenas se divisaba en el horizonte, allá donde se juntan el cielo con el mar.

En ese tiempo no había ciencias de la administración de divulgación masiva, ni estaban al alcance de cualquiera; menos en países periféricos como el nuestro. Ya existían los Ingenieros Frederick Taylor y Henri Fayol, padres de la administración moderna, que se aplicaría también, entre otros muchos campos, al de la salud, décadas más tarde. Se desconocía el enunciado de que hay tres clases de dirigentes: los que hacen que las cosas pasen, los que dejan que las cosas pasen, y los que ni siquiera saben lo que pasa. No se hablaba de liderazgo, ni de la gestión de organizaciones empresariales o sociales. Nada de eso se conocía. Empleó su vocación social, su veta de sociólogo, su vasta cultura general, su inmenso sentido común. Su inteligencia e intuición puestas de manifiesto en su devoción a las causas colectivas, al estudio de los problemas, a la reflexión sobre la realidad y sus cambios. Obedeció y siguió los impulsos de su sentimiento fraterno que lo hermanaba con sus colegas y amigos, con los que siempre mantuvo un vínculo entrañable, más allá de las diferencias de opinión, siendo él mismo un ejemplo de esa notable integración que logró plasmar en una obra colectiva. Empleó sólo el sentido común, el ingenio y la creatividad, su compromiso con una causa, la claridad de objetivos, la honestidad y el tesón como herramientas forjadoras de hombres y transformadoras de realidades.

No se daban en esa época, experiencias destructivas, como las que vinieron después. Sólo la crisis del 29, con la gran depresión, estaba presente en el recuerdo de todos, manifestada en Uruguay después del Centenario en 1930. Pero en pocos años habían logrado superarla en el mundo moderno, y en el periférico también. No habían caído grandes empresas nacionales como el London París, Sudamtex o la ONDA. Tampoco grandes empresas internacionales como Pan American, o la Enron. No se hablaba de grandes corrupciones o pequeñas corruptelas, que iban de Europa al Japón, de la Argentina a Israel. En el gobierno y en las empresas. Y su confianza infinita en la bondad del ser humano, le llevó por caminos de autoengaño, que la realidad se encargaría mínimamente de demostrarle. Pero que sin embargo, no alterarían lo fundamental del rumbo de su nave. Porque el trazado era certero y la proa estaba bien enfilada, aunque la singladura de los agitados mares podría alterar algo la estabilidad de su barco.

XI

A menudo olvidamos, cuando hablamos de grandes personalidades, que junto al brillo propio, existieron seres que les dieron la energía para que su luz fuera así de intensa. Tuvo Fosalba una compañera entrañable, que le ayudó en todo momento a traducir y resumir, a tomar sus dictados y hacer posible que desplegara y multiplicara una actividad increíble e incansable, para hacer en pocos años lo que a otros no les alcanza una vida y todo un ejército de sirvientes o empleados para llevar a cabo siquiera la mitad. Fue Emma Cammarano, que le sobrevivió muchos años y atesoró recuerdos y memorias que nos permitieron llegar a su mejor conocimiento y descubrir hasta que había sido hincha de Peñarol, celoso, romántico, visionario. Poco antes de su muerte inesperada, el 29 de marzo de 1946 – a los 39 años -, planeaba ir a los Estados Unidos para formarse en Neurocirugía en sus mejores centros. Fue entrañable amigo de dos médicos jóvenes, compañeros en sus luchas y compromisos: José B. Gomensoro, y Virgilio Bottero, que junto a Roberto Cotelo marcharon en 1937 a España, para formar parte de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil, volviendo antes de un año, por la enfermedad de Bottero. Gomensoro sería un brillante neurólogo de proyección internacional, de creatividad científica muy rica, un dirigente universitario ejemplar. Bottero un iniciador de la Hematología, que falleció joven. Como lo contó Luce Fabbri en esta misma sala hace unos años, su círculo más íntimo, en lo social, en el pensamiento y en la obra, se integraba con estos amigos:

Formaba parte de un grupo de médicos recién recibidos y de estudiantes de medicina próximos a recibirse, con Virgilio Bottero, Carlos María Fosalba, anarquistas todos y llenos de entusiasmo. Algo después, cuando la dictadura de Uriburu arrojó de este lado del Plata a tantos refugiados, se les sumó el médico argentino Gómez del Valle.

XII

Muchas cosas previó y ejecutó. Otras quedaron para que sus seguidores hicieran. Proyectó a todo el país el entusiasmo por que los médicos se organizaran en cada departamento y formaran su propio Centro Asistencial, su propia cooperativa de producción sanitaria, para que no se les metiera, o saliera definitivamente de sus comarcas, el viejo y mañero mutualismo montevideano. Como antes, desde la fundación en 1920, había otro grande, Augusto Turenne, proyectado y estimulado la creación de los sindicatos médicos locales, muchos de los cuales conservan todavía ese nombre hasta el presente sembrados por todo el país, pero que fueron la expresión de un espíritu altamente solidario y fraterno, respetuoso, estimulante y sin pretensiones hegemónicas, basado en la defensa de la dignidad y la moral profesional. Fosalba nos dejó un legado, que no estoy seguro hayamos invertido con buen pie. No declamó posturas elegantes. Asumió responsabilidades en todos los frentes. Fue impulsor de proyectos colectivos que rectificaron, para corregirlo, el rumbo de la atención médica en Uruguay. Hay un antes y un después de Carlos María Fosalba, dentro y fuera del Sindicato Médico y de su Centro de Asistencia. Peleó con argumentos e inteligencia, con un hondo y sincero compromiso ético, por hacer realidad proyectos que integraron el pensamiento de su época, y particularmente el sentimiento de justicia de los más jóvenes. No ocupó cargos de relevancia, ni reclamó premios o recompensas. No hizo ni dejó fortuna, y poco le importaron los bienes materiales. Vivió y murió con sencillez y todo en corto tiempo. Conjugó la fuerte presencia transformadora en lo gremial, y en lo social, con un alto compromiso académico, asistencial y ético. Todo eso en un tiempo difícil y corto a la vez. Entre su ingreso a la Facultad de Medicina y su muerte en pleno apogeo de su gloria, pasaron sólo 20 años, suficientes para edificar una gran obra. Él que había nacido en Minas, que sin duda vivió su infancia en distintos puntos del interior, no abrigaba sentimientos hegemónicos para la profesión, sino que quiso abrazar a todos sus colegas, beneficiándolos con sus ideas, para que en todas partes pudieran, a su aire, hacer su mejor obra en cada comarca, con profundo respeto.

Estos aniversarios son buen momento para valorar lo alcanzado, para confrontar la distancia entre proyectos y obras. Para medir si nos estamos esforzando como él lo hubiera hecho. En definitiva, su romanticismo, su amplísima cultura, su humanismo, su profesionalismo y accionar febril, como en una carrera contra el tiempo, le permitieron insuflar en un Sindicato fuerte pero vacío, nuevo espíritu para afrontar épocas desafiantes. Y condujo, casi sin proponérselo, fuera de los paradigmas de los líderes tal como se entienden en el mundo más sofisticado y presuntuoso de hoy, una transformación gigantesca. Pero posiblemente ahí nos queda su ideario y su propuesta, todavía esperando que los que toman la antorcha olímpica, en tramos renovados, la sigan llevando adelante, con dignidad e hidalguía. Con el mismo brillo, con el mismo empuje, con esa visión integradora y clara, con ese pensamiento estratégico que le permitía conjuntar a seres tan brillantes y diferentes, en una obra común desafiante, transformadora y fermental. Por eso, el mejor homenaje en este centenario de su nacimiento, será beber en su fuente, inspirarnos en su ideario, iluminarnos con su luz deslumbrante y retemplar la marcha con nuevos bríos para mejorar lo que sea posible, emprender con coraje y decisión tareas largamente postergadas, como el mejor modo de continuar rescatando un pensamiento transformado en acción, ideas transmutadas en realidades. Los sesenta años transcurridos desde su muerte, ocurrida cuando no había llegado todavía a los 40 años de edad, nos permite reflexionar sobre sus valores y aportes, para retomar proyectos audaces pero necesarios para caminar con la frente alta y las manos limpias, por las grandes alamedas de la libertad.

Muchas gracias.
11 de mayo de 2006.

Exposición del Dr. Antonio L. Turnes en el Acto de Conmemoración del Centenario del Natalicio de Carlos M. Fosalba

Imágenes

Carlos María Fosalba detalla plan de construcción del Palacio Sindical
Carlos María Fosalba explica detalles de su plan de construcción del Palacio Sindical, ante una asamblea del SMU (circa 1946)

Concursantes del primer cuerpo médico de urgencia del CASMU
Concursantes del primer cuerpo médico de urgencia del Centro de Asistencia del Sindicato Médico del Uruguay (1936)

 

Ganadores del concurso de médicos de urgencia del CASMU
Ganadores del concurso de médicos de urgencia del Centro de Asistencia. De izquierda a derecha, sentados: Juan J. Crottogini, Oscar Bermúdez, Ricardo B. Yannicelli, Hermógenes Álvarez; en los sillones de la derecha destacan Eugenio Isasi, sentado; detrás, de pie, Hamlet Suárez.

Tribunal del concurso médicos de urgencia del CASMU
Tribunal de Concurso de médicos de urgencia, corrige las pruebas: De frente: Julio C. García Otero y Carlos V. Stajano; a la derecha: Elías Regules (h). A la izquierda: Pablo F. Carlevaro. Dos concursantes leen su prueba (uno lee mientras el otro le controla).

 


Reunión científica en el SMU, a local lleno hasta la calle, desbordante de médicos jóvenes. A la derecha, sentado en la escalera, el Dr. Felipe Gaione.

 


El Profesor Dr. Pedro Barcia, primer profesor de Radiología de la Facultad de Medicina, dicta su conferencia sobre “Ulcus duodenal” en dicha reunión científica, con los medios audiovisuales de la época. (circa 1935).

 

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