Presentación libro del Dr. Antonio L. Turnes

En el marco de la conmemoración de los 800 años de la muerte de Maimónides, filósofo, médico y líder religioso de la Comunidad Judía de Egipto se realizó el día
20 de Febrero 2005

la presentacion del libro del Dr Antonio L. Turnes

"Maimónides, el sabio sefaradí".  
El médico judío-español de la edad de oro.


Palabras del Gran Rabino de la Comunidad Israelita del Uruguay,
Dr. Mordejai Maarabi
Punta del Este, 20 de febrero de 2005

Erev Tov. Jodesh Tov. Buenas tardes y que tengamos también un buen mes.

Hubo un intento casi obsesivo a lo largo del Medioevo por parte de todos aquellos que se dedicaban a la impresión de nuevos libros. Y esa obsesión era demostrar algo que el viejo y sabio rey Shelomó afirmaba en su Eclesiastés, casi desesperanzado, cuando decía: "VeEin Col Jadash Tajat haShamesh" (I:9), "no hay nada nuevo bajo del sol".

Cuando uno ve las ediciones del Medioevo, los libros viejos, se acuerda de los abuelos más que nada y presta poca atención al capitel del libro y a su primera página introductoria. La mayoría de nosotros puede llegar a observar la figura de las columnas que hay alrededor, o ese centro que emula tal vez algún frontispicio sinagogal, pero pocos prestan atención a lo que dice al pie. Y cuando prestamos atención a esos libros, que seguramente están en el hogar de cada uno, vemos que aparece una manito con us dedo índice extendido, indicando el siguiente mensaje en hebreo: "Reé Zé Jadash?" - 'mira, esto es nuevo'.

Cuando tuve el honor de que el Dr. Turnes me premiara con un ejemplar del libro que acababa de editar ?y yo, como suelo ser muy sentimental, guardo hasta las dedicatorias?, pensaba en aquello de "¿será otro libro más?"; pensaba en aquello de "¡qué difícil será la tarea de escribir sobre el Rambam o Maimónides," ?como lo queramos llamar? cuando? ¡¡vaya si se ha escrito sobre él!.

Hay que tener valentía para escribir sobre Maimónides. Y, por lo tanto, me preguntaba antes de leer el libro, pero conociendo al autor, si el Dr. Turnes había pasado en algún momento por aquel libro del Eclesiastés, pero no para ver el principio del libro, donde decía que no hay nada nuevo bajo el sol, sino si para leer lo que dice al final. Porque el final del libro es un poco más complicado todavía.

Dice el Rey Shelomó, en su idioma original, que es el idioma del Paraíso: "Veioter mema bení, hizaher asot sefarím harbé, ein kets; belga yegüita basar". "Y más que todo ello," ?decía el Rey Shelomó? "hijo mío, cuídate de hacer libros muchos. No hay fin. La lectura profusa es cansancio de la carne". Seguramente, si Antonio hubiera leído esto, le hubiera dado un poco de temor al emprender el libro que se propuso escribir con tanta dedicación y amor.

Pero ¿por qué el Rey Shelomó decía: "Cuídate de hacer libros muchos. No hay fin"? A mí se me ocurre pensar en esta noche singular, donde me regalan el honor de la palabra ?primero, por el autor; segundo, por sobre quién se escribe; y, tercero, por quienes me escuchan?, que hoy en día hay una tarea que parecería ser simple, y es la tarea de saber de Maimónides. Saber de Maimónides sabe cualquiera. Hoy, haciendo un click en Google, se sabe de Maimónides.

Y yo creo que el Rey Shelomó, cuando escribía este libro del Eclesiastés hace miles de años, recomendaba "no hacer libros muchos" para aquellos que saben de Maimónides. Pero hay una diferencia entre saber de Maimónides y saber a Maimónides.

Cuando sabemos a Maimónides, el campo es ilimitado en el escribir y en el recrear la figura en su tiempo. Si el autor logra hacerme llegar hasta la Aljama de Córdoba o caminar en ese deambular a veces sin rumbo definido por las arenas del norte de África y de Fez, junto a Rabí Maimón y su hijo Moshé, y me permite despertar en cada amanecer en la plegaria del hombre, del sabio, del médico, del filósofo y también ?por qué no decirlo? del sufriente, entonces el autor ha superado el objetivo de un libro más y del cansancio de la carne que aseveraba el sabio Rey Salomón en su Eclesiastés.

Entonces, mis queridos amigos, creo que lo que tenemos por delante es poder disfrutar de un libro diferente.

Saber a Maimónides requiere, como decíamos, poder extender delante de nuestros ojos toda la geografía y la historia que incursiona en ella. ¡Menuda tarea le cupo a nuestro querido autor cuando pensaba en su tributo a la sabiduría! Y tal vez comprendió al ingresar a este palacio fundacional, como es el Rambam, que para escribir sobre el hombre no basta con conocer su obra. Se debe acompañar su obra junto con las circunstancias que dignificaron u otrora humillaron la existencia, casi siempre compleja, del sabio en cuestión.

Saber a Maimónides, decíamos, es participar de su puño y letra, de su sufrido vivir y también de sus esperanzas y anhelos, cuando no de sus postergaciones.

Saber a Maimónides, queridos amigos, es ?para nuestro asombro? poder rescatarlo del olvido. Así como lo escucharon.

Decía en el lenguaje del Paraíso nuestro sabio Rey: "Ki ein zijron lejajám im hakesil leolam. Beshekebar haiamím habaím hacol nishcaj?Ve¿eij iamut hejajám im hakesil?". Se quejaba el Rey Salomón una y otra vez, 'pues no hay memoria para el sabio' ?decía?, 'así como para el necio, para siempre. Pues he aquí que en los días por venir todo habrá de olvidarse. ¿Y cómo habrá de morir el sabio tanto como el necio?' (II:16)

Es por ello, amigos, que saber el propósito que nos lleva a escribir es tanto y más que la obra misma.

Dice el autor:

"Los aniversarios, cuando son de muchos siglos, a veces borran los detalles y dejan a la vista del espectador sólo algunos rasgos que destacan por su brillo, permaneciendo en la sombra la mayor parte de los determinantes. Cuando la historia transcurre en medio de las persecuciones, discriminaciones, guerras y exilios, es raro que puedan permanecer vivos los hechos principales de los personales. Cuando procuramos alguna información más profunda que una imagen o una plegaria, o tal vez una mención en algún tratado de historia o de filosofía, comenzamos a vislumbrar las dificultades que nos esperaban para conocer algo más de un personaje semejante. Para buscar esos caminos que nos condujeran a conocer algo más de lo superficial, debimos acercarnos a otras historias y, en su contacto, no dejar de sorprendernos".

Y remata el Dr. Turnes diciendo:

"Las páginas que siguen muestran el camino que el autor siguió para intentar comprender esta compleja urdimbre social, religiosa, científica, filosófica y política, lo que ha permitido que personalidades como la de Maimónides y muchas otras existieran y cumplieran su ciclo vital aportando conocimientos y luego pasando, injusta e insensatamente, al olvido".

¡Qué valentía tuvo el Dr. Turnes para poner esto en un libro, cuando nadie se animaría a decirlo! ¿Cómo? ¿Maimónides en el olvido? Es cierto, Dr. Turnes: no puede morir el sabio tanto como el necio. Usted tiene razón porque le asiste el Rey Salomón en la razón. Rescatar del olvido, querido amigo, es concederle al sabio la vida más allá de la muerte. Vivir después de la muerte sólo se puede si rompemos el olvido.

Nuestro estimado autor ha logrado sorprenderme una vez más. Sin conocerle, diría que es un experto cirujano. Conociendo su obra y parte de su biografía, recorriendo el cuerpo vital de sus hojas, lo veo pensar y escribir. Lo imagino al Dr. Turnes proyectando delante de sí, una tras otra, las imágenes de tierras y habitantes que hicieron un mundo posible entonces; una humanidad inestable hoy.

Decía lo del cirujano por esa sorprendente capacidad de construir puentes ?los by-pass de la modernidad?, pero entre otras arterias vitales, troncales ?diría? en la existencia del ser humano y su recurso ideológico-religioso.

Saber a Maimónides debe incluir, por cierto, el ideal, aunque también el real. Y es por ello que imaginaba a Antonio pasando y repasando las geografías y sus circunstanciales transeúntes, para volver a echar una mirada hoy y no comprender el antes y mucho menos el después.

Dice el Dr. Turnes en palabras que parecen simples:

"En la región de Andalucía, particularmente en la ciudad de Córdoba, pueden hallarse aún hoy importantes testimonios de ese pasado glorioso de la que alguna vez fue llamada la Perla de Occidente, encabezando uno de los polos de mayor desarrollo de la cultura islámica; entre ellos, homenajes a figuras médicas destacadas como Maimónides o Al-Gafiqi, materializados en la designación de espacios públicos o monumentos recordatorios, que son escasos en la ciudad. Pero cuando se encuentra en esas recorridas pruebas de la coexistencia de musulmanes, judíos y cristianos en muchas ciudades, con sus obras o lo que aún queda de muchas de ellas, surge de inmediato la pregunta: ¿cómo pudieron convivir estas tres culturas o grupos humanos de orígenes diferentes, y haber llegado juntos, alguna vez, a los más altos niveles de realización hace más de diez siglos?".

Y allí está el cirujano haciendo el by-pass:

"Los conflictos que desde hace cincuenta años desangran al Oriente Medio, desde la creación del Estado de Israel y la hostilidad que en su contra desató el mundo árabe, hoy llevados a escala planetaria, forman parte de la historia más reciente. Por eso, alcanzar una visión a la distancia, aunque parcial y segmentada, orientada por el interés en una vigorosa personalidad médica del siglo XII, esperamos pueda servir de ayuda para la comprensión de esa difícil convivencia de hoy, que fue menos conflictiva en algunos momentos del ayer. Tal vez pueda parecer exagerada una revisión de la trayectoria de los árabes y judíos en la Península Ibérica desde los orígenes a nuestros días, pero eso nos permitirá apreciar de mejor forma, y en una perspectiva más amplia, los diversos episodios y su reiteración a lo largo de los siglos. En todo caso, es algo sobre lo que habrá que volver más de una vez para conocer mejor. La conmemoración de este 800° aniversario de la muerte de Maimónides nos brinda oportunidad para reflexionar sobre los valores de este ámbito de intercambio, con sus múltiples y dinámicas fronteras internas, que enriqueció y enalteció el pensamiento universal desde la Península Ibérica".

Así continúa el Dr. Turnes hablando de ese pasado que, si bien nos separan casi nueve siglos, parecía una utopía transformada en la realidad que nos circunda. Pero, obviamente, dice el Dr. Turnes finalizando esta parte de su comentario:

"[...] en una Europa con escaso desarrollo cultural, preocupada por la reconquista de España y por las Cruzadas, destinadas a desalojar de Jerusalén a los infieles, ignorando o aplastando la síntesis del mejor conocimiento de la época, que escasos monarcas cristianos supieron apreciar".

Por ello, nos trae toda una historia en este compendio que, más que un libro, se transforma en una enciclopedia cuando puede recorrer ?como les decía? las geografías, pero, más allá de las geografías, la naturaleza de sus habitantes, y más allá de la naturaleza de sus habitantes, puede recorrer, y con valentía, el intercambio fructífero, fecundo que supo hablar de un mundo donde los infieles no existían y el Dios que unía a los hombres era el Dios que amaba la vida, y no que deseaba la mejor vida en un paraíso para aquellos que acortarían los días de los demás.

Si en Maimónides confluyó toda una humanidad, no lo fue, por cierto, sólo porque era sabio. Se necesita mucho más que la sabiduría para ello. Judíos, musulmanes y cristianos descubrieron que en Rabí Moshé ben Maimón anidaba una preciosa piedra: la piedra angular sobre la que se construye la ciencia y a partir de la cual se eleva el hombre, sin adjetivos ya, hacia la cima de lo espiritual.

La piedra angular, decíamos, tiene nombre. Su raíz deviene de tres letras del alfabeto hebreo que, unidas, transforman la existencia: la letra samej, la letra bet y la letra lamed, verbo que nos habla del soportar, del sufrir, del tolerar, del discriminar y del sobrellevar.

Si hay algo que califica los días de Maimónides sobre esta Tierra, fue su capacidad de conjugar este verbo: el verbo "SABOL" ?sufrir? en todos los tiempos. Y sólo el hombre que sufre puede comprender el dolor ajeno, las miserias ajenas que terminan por serle propias.

"Umosíf dáat, mosif maj'ov", decía nuestro Rey Salomón, que forma parte de la mesa hoy: el que incrementa el conocimiento, incrementa también el dolor. Vaya si lo incrementó Maimónides en sus cortos pero increíbles 69 años de vida. Porque el verbo "SABOL", en hebreo, es índice de tolerancia. El Rambam supo serlo y, por sobre todo, en el campo de la medicina. Fue, a no dudarlo, precursor de muchas cosas, pero, por sobre todo, de la medicina humanista.

Y si quisiéramos saber algo del sufrimiento de Maimónides, permítanme solamente acercarles a ustedes una pequeñísima idea de aquello que representó el año 1165 en la vida de Maimónides.

Ese año se embarca hacia Palestina y llega hasta Acco el 16 de mayo, tras una penosa travesía. Es poco el tiempo que puede permanecer en Palestina porque la miseria del lugar y las constantes inseguridades lo hacen llegar a Fostat ?viejo Cairo?, en Egipto, donde Maimónides abre una escuela de filosofía y se incorpora a la Academia de Medicina.

Pero en ese año de su llegada muere Rabí Maimón, el padre de Rambam. Mueren súbitamente en un mismo día sus dos pequeños hijos. Poco después muere también su esposa, apesadumbrada y consumida por el dolor de las pérdidas. Y ese mismo año muere David, su hermano, frente a las costas del Océano Índico, en un viaje por el negocio de joyas que tenían en común.

El Dr. Turnes menciona más adelante este episodio, pero quería que vieran una muestra de lo que era el sufrimiento de un hombre a los 30 años, donde paralelamente el crear, el creer y el crecer le cabían en una dimensión sin parangón alguno.

Nuestro libro propone, más allá de una profunda, extensa y riquísima narrativa acerca de los tiempos, los hechos y los dichos de la época, dibujar una imagen tridimensional de nuestros sabio Maimónides.

El Dr. Turnes lo define como 'un adelantado de su tiempo'. Con toda humildad, mi estimado amigo, yo le quitaría el final? Me conformaría con saber hoy, como siempre, que estamos refiriéndonos simplemente a un adelantado. El estar por delante, en la tradición oral del pueblo judío, significa poseer autoridad. La academia de sabios de Yavne, ciudad de sabios, tras la destrucción del Santuario de Jerusalén, disponía de cuatro primeras filas en las que podían tomar asiento sólo aquellos que, más allá de poseer la palabra, la sustentaban con su saber.

El sabio, al decir de nuestros sabios, es ante todo aquel que sabe lo que dice. El opuesto, por cierto, hace alusión al necio: aquel que frustraba en nuestro inicio el pensar del sabio Rey Salomón al equipararlo con el sabio. El necio, queridos amigos, a diferencia del sabio ?decíamos que es sabio aquel que sabe lo que dice?, siempre dice lo que sabe, y ¡vaya si hay diferencias!.

Ser Rambam es ser un adelantado siempre, porque su nombre inspira la idea de autoridad. La sigla de su nombre, Rambam, es ella misma el sentido de la palabra autorizada y de quien la posee.

Dice un autor contemporáneo:

"Nunca dio un solo hombre tanto a su pueblo y a la humanidad toda como Maimónides. Nunca la obra de un hombre fue tan multifacética como lo fue la suya. Los tratados de Maimónides, en sus diversos aspectos, se estudiaron en academias de estudios religiosos, facultades de medicina y escuelas de filosofía. Nadie fue objeto de tanta admiración por parte de todas las clases sociales del pueblo: filósofos, rabinos, literatos, hombres de ciencia y poetas, creyentes y no creyentes, judíos y extranjeros".

Los compiladores de siglas y acrósticos hallaron otra interpretación en la sigla hebrea de Maimónides, Rambam. Ustedes lo saben: Rambam significa Rabí Moshé ben Maimón; pero si tomamos la misma letra R, la misma letra M, la misma letra B y la misma letra M, sin vocales, Rambam ?decían? significa: "Rosh Medaberím Bemol Macom", es 'el primero en hablar en todo lugar'. Cuando llegaba, le daban la palabra. Esa es la palabra del adelantado, si nos permitimos hablar de este hombre singular.

Hablábamos de la imagen tridimensional de Maimónides a la que se refiere el Dr. Turnes. Y dice, casi en forma sucinta, pero enorme:

"En primer lugar, porque como médico desarrolló una actividad que dejó ampliamente escrita, sintetizando, racionalizando y contraponiendo su pensamiento a los aportes de los mayores médicos de la antigüedad, a la vez que incorporando muchas de las enseñanzas que hicieron los médicos árabes al saber de la época. Maimónides fue el mejor de los que nacieron en esa tierra, aunque su ejercicio lo hiciera más tarde en la Península Ibérica. En segundo lugar, como filósofo, introdujo el pensamiento de Aristóteles, que los árabes habían traducido al griego, y fue un puente para trasmitir valores y elementos que luego serían incorporados por los escolásticos y por los filósofos en los siglos siguientes al pensamiento universal. En tercer lugar, fue un codificador de la sabiduría religiosa hebrea, poniendo orden en las prescripciones del Talmud para hacerlo más accesible a sus intérpretes, particularmente para que cualquiera capaz de leer sus escritos pudiera guiar su conocimiento teológico. Y en este campo de la religión, fue también un rabino y alcanzó el primer lugar como líder religioso en Egipto".

El Dr. Turnes escribe abajo una línea demasiado crítica:

"Es realmente curioso que luego de tantos siglos se desconozca la mayor parte de su obra y la influencia que tuvo en el pensamiento de su época y de las centurias siguientes".

Es verdad. Es valiente también el decirlo.

Cuando pensamos en lo prolífico de su ser ?en esta dimensión tridimensional? como médico, como filósofo y como codificador, creo que nos invade una rara sensación que se puede conjugar entre los sentimientos de pequeñez y admiración.

El rabino Abraham Joshua Heschel decía:

"La vida de Maimónides parece ser más plausible como leyenda que como hecho histórico. Las obras que vieron la luz entre los años 1135 y 1204 resultan tan increíbles que acaso sentimos la tentación de creer que Maimónides fue el nombre de toda una academia de eruditos, y no el nombre de un solo individuo".

¡Y vaya si tenía razón! Eso es: una verdadera academia de sabios. Por ello hablábamos al principio del palacio fundacional.

Permítanme, entonces, por último, en un breve recorrido por esta hermosa creación de nuestro respetado Dr. Antonio Turnes, intentar hacer un delicado y fino equilibrio sobre este trípode sinestésico en su total y real dimensión ?trípode sinestésico porque veo a Maimónides caminando hoy por cada uno de estos espacios naturales de nuestra vida, a sus ojos que ven y que perciben, a sus oídos que escuchan y beben del saber, y a sus piernas que se encaminan por todas las geografías humanas? a partir de esta creación singular del libro sobre el que hoy tenemos el honor de venir a hablar.

Nuestro libro presenta en la Parte IV a Maimónides el médico, y queremos compartir con ustedes lo que el Dr. Turnes nos enseña:

"La decisión de dedicarse a la práctica activa de la medicina sobreviene en Maimónides tras una desgracia: cuando muere David," ?su hermano, como decíamos? "su sostén, cuando naufragaba en la tempestad del Índico. Pero más allá de las circunstancias dramáticas y dolorosas para el genio cordobés, persistía un llamado interior, una necesidad natural y latente que Maimónides debía expresar como hombre de bien, generoso, como paladín de un altruismo singular que lo llevó a la vanguardia de su época".

Enseña el Dr. Turnes en su comentario:

"Luego de un año de permanecer enfermo en cama, a continuación de la muerte de su hermano, o como consecuencia de la depresión que este hecho trágico le produjo, debió meditar sobre cómo encarar un medio de vida para el futuro, sustentar a su familiar y a la familia de su hermano. En una carta que envió a su amigo en Israel, el Dayan Iafet ben Eliahu, de Acco, le dijo:

'Es la desgracia más grande que tuve jamás. Me dejó su hija de corta edad y su viuda. Durante un año entero estuve en cama, atacado de fiebre y desesperación. Muchos años han transcurrido desde entonces y todavía lo lloro, porque no hay consuelo posible. Él jugaba sobre mis rodillas. Era mi hermano y mi discípulo. Atravesaba mares y comerciaba para que yo pudiera permanecer en casa y continuar mis estudios. Estaba bien versado en la Biblia, en el Talmud, y era un humanista ejemplar. Mi única alegría era verle. Pero se ha ido a su mansión eterna y me ha dejado en un país extraño'".

Allí está el hombre, que imaginamos de bronce y de mármol, mostrando su más fina y delicada fibra humana.

Pero más allá de la desgracia, tenemos que decir que Maimónides tenía ese llamado interior a servir al otro, a curar al otro, a entender al otro, a ver en el que sufre al hombre, así como declara en su "Plegaria", así como la trae y la menciona el Dr. Turnes en esta obra singular.

Por eso, nosotros apelamos siempre al recurso de encontrar en Maimónides no tan sólo la figura de un genio, sino del hombre, del hombre simple, del hombre que puede expresar su desazón, pero que también puede levantarse al día siguiente para enfrentar el nuevo día porque sabe que lo esperan y que lo necesitan.

¿Cómo veía Maimónides la medicina? Dice el Dr. Turnes en este párrafo sobre la medicina, al que nos queríamos referir en particular:

"Maimónides clasificó la medicina en tres divisiones: la preventiva, la curativa y la que atendía a los convalecientes, incluyendo a los inválidos y los ancianos. Su enseñanza médica estaba basada en la entonces en boga patología humoral de Hipócrates y Galeno, de estricto carácter racional. Combatió duramente el uso de los hechizos, encantamientos y amuletos en el tratamiento de enfermos y desaprobaba toda fe ciega en la autoridad". Ustedes comprenderán el porqué de considerarlo un adelantado.

Y continúa:

"Estimulaba a sus discípulos a observar y razonar críticamente. Un ejemplo es el siguiente extracto de sus aforismos:

'Si alguien te afirma que tiene prueba de su propia experiencia de algo que necesita para confirmar su teoría, aun cuando sea una persona de gran autoridad, seriedad y moralidad, deberás dudar. No dejes tu mente ser arrastrada por las novedades que te cuenta, sino que examina cuidadosamente sus teorías y sus creencias, así como debes hacer respeto a las cosas que declara haber visto; examina el asunto sin dejarte persuadir fácilmente. Y esto que te digo es cierto, sea que la persona en cuestión fuera un notable o uno del pueblo. Porque una voluntad fuerte puede llevar a una persona a hablar erróneamente, especialmente durante una discusión'".

Es por eso que Maimónides discutía hasta con aquellos que representaban el oráculo de la medicina para el mundo de entonces. El Dr. Turnes escribe que la medicina de la época estaba fuertemente dominada por Galeno, y la obra de Maimónides era, más que nada, un curso de repaso de éste. Pero aunque siguiese a Galeno en la mayoría de los casos, también se atrevía Maimónides a formularle críticas. Indicaba unas cuantas contradicciones en la obra de Galeno.

Galeno, como se señala en este libro ?tuve la posibilidad de leerlo todo y es realmente riquísimo, y cuando nos dicen cosas interesantes de las cuales podemos aprender, más todavía?, tenía una particularidad que Maimónides critica y fustiga. Cuando Galeno se refiere a las facultades del alma, dice lo siguiente ?el Dr. Turnes lo cita?:

"Sobre el alma sé, como en general todo el mundo, que tenemos alma. Sin embargo, renuncio a conocer su sustancia, y tanto más si se trata de saber si es o no mortal. Para el tratamiento de la enfermedad carece de importancia el que el médico sepa si el alma es mortal o inmortal, o si el alma es corpórea o incorpórea".

El Rambam, que tiene un ojo muy crítico, escribe en sus aforismos, "Pirkei Moshé" ("Aforismos de Moshé"), en su Capítulo XXV, algo en lo que se refiere a las enfermedades del alma. ¡Y es tan delicado lo que escribe! Dice:

"Las enfermedades del alma conciernen a las opiniones, virtudes y conductas del hombre. Sin embargo, una de estas enfermedades del alma se mantiene separada del resto. Esta enfermedad del alma, de la cual a duras penas uno puede liberarse de ella en mucho, mucho tiempo, es la falta de autocrítica, una sobrevaloración de su conocimiento y aptitud".

Leyendo al Dr. Turnes me detuve en esta cita de Maimónides, genial, porque las palabras de Maimónides cuando dice que la falta de autocrítica es una enfermedad del alma, van directamente contra Galeno, cuyo conocimiento médico es de excelencia, pero resulta severamente deficitario ?dice Maimónides? en lo que respecta a la lógica, a la filosofía y a la metafísica. Maimónides es un defensor de la integridad y la rectitud por sobre todo.

Entonces, él sostiene que el peligro que se puede generar con un hombre como Galeno es que alguien como él está pronto para dar su opinión sobre cualquier cuestión, aun si no tiene suficiente conocimiento. Más aún ?dice Maimónides?: puede llegar a decir que ese tema no posee ningún interés.

Y tenemos ?creánme? mucho, mucho más. El Dr. Turnes recorre la vida del médico, recorre la vida del filósofo, recorre la vida del codificador, recorre la vida de lo que representó toda la existencia no solamente judía, sin mundial, a partir de esta obra.

Yo me detuve por último en cómo llamó su libro. Tenía mil formas de poder llamarlo, pero ustedes van a poder ver ?los que ya lo tienen en sus manos? que lo llamó "Maimónides" y agregó inmediatamente debajo: "El sabio sefaradí".

Lo de sefaradí es obvio. Pertenecía a la gloria de Sefarad, y al respecto también se encargó el Dr. Turnes de citar al Profeta Ovadia y explicar en su libro qué significa Sefarad. Tal la riqueza de este texto; no dejó nada para que vayamos a cliquear en Google. Todo lo puso aquí.

Esta es la gran obra, como Maimónides escribía en su propia "Guía de los Perplejos", que me animé a traer; no hay nada mejor que traer un libro de él para acompañar el otro libro y ver lo que representa esta obra sumada a la obra de la codificación, y sumada a la academia Maimónides.

Voy a terminar, pues ya ocupé mucho tiempo. En el encuentro rabínico de Jerusalén, en el que tuvimos que hablar hace un mes, yo tuve que referirme a él, y como teníamos que hablar también en inglés, yo decía que toda la vida fui un admirador del Rambam; que toda la vida este hombre fue "My Mónides", pero esperaba que a partir de ahora fuera "Your Mónides", a partir de lo que podamos aprender de este hermoso texto, increíblemente hermoso. Y terminaba con este libro amplio, hermoso, la "Guía de los Perplejos".

¿Saben sobre qué escribe en el último capítulo de la tercera parte? De por qué el Dr. Turnes llamó a su libro "Maimónides, el sabio sefaradí": cuatrivalencia de la voz jojma, sabiduría.

Maimónides termina su libro "Guía de los Perplejos" hablando de la jojma, el sabio, la sabiduría, para llegar a hablar de en qué consiste la verdadera perfección del hombre.

Y dice Maimónides:

"La palabra hebrea jojma" ?sabiduría? "tiene cuatro acepciones. La primera se aplica a la percepción de las verdades filosóficas cuya meta es la percepción de Dios. La segunda, poseer un arte o una habilidad cualquiera. La tercera, la adquisición de virtudes morales. Y la cuarta, el sentido de la finura y la astucia".

Ahora entiendo por qué llamó a Maimónides "el sabio sefaradí". Porque teníamos que hablar de la percepción de la verdad, porque llegar a conocer a Maimónides es llegar a conocer a Dios. Pero el conocimiento de Dios es para poder descender en la escalera de la sabiduría y poseer un arte y una habilidad. La jojma, para ser sabiduría, necesita trasmitirse. Pero una vez que ha sido trasmitida, tiene que descender otro escalón que representa la capacidad de ser el modelo. Y, por eso, la tercera dimensión ?dice Maimónides? es el concepto de lo moral. No puede haber sabio sin moral, sin adquisición de las virtudes morales.

Y luego se llega al cuarto y último escalón ?que puede ser el primero? para hablar del concepto de la finura. Como dice Maimónides, quizás el vocablo jojma tuviera originariamente en hebreo el significado de finura y aplicación del pensamiento, de manera que esa sutileza y sagacidad se orientaran hacia la adquisición de cualidades, ora intelectuales, ora morales, ora del conocimiento verdadero.

He aquí el escalón que nos comunica con la finura y la aplicación del pensamiento de un sabio para con otro sabio, para que todos podamos ser sabios, porque ese es el ideal en la tradición del pueblo judío: ser talmid jajam, un aprendiz de sabio.

Gracias.

(Aplausos)


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