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Emotivo homenaje a los brigadistas de Honduras

«Para muchos campesinos fuimos su primer y último médico»

Los 42 brigadistas uruguayos que participaron de la misión solidaria en ayuda de las víctimas hondureñas del huracán Mitch, fueron homenajeadas por el Sindicato Médico del Uruguay, la Federación Médica del Interior y la Asociación Cristiana de Jóvenes. La delegación, dividida en dos grupos, estuvo radicada dutante dos meses en las localidades rurales de Marcala y Taulabé.

por Armando Olveira

 

Estuvieron presentes en el acto, el presidente del Sindicato Médico, Dr. Juan Carlos Macedo; el secretario general, Dr. Gerardo Bruno; el secretario general de FEMI, Dr. Uruguay Russi; el vicepresidente de la Asociación Cristiana de Jóvenes, Gerardo Iglesias, el director de Servicios Metropolitanos de la ACJ, José Verrastro y la Lic. Daisy Gutiérrez.

 

El goleador de Nacional, el hondureño «Tyson» Núñez, presente en el acto, dirige la palabra a la concurrencia.

Se recibieron mensajes de los catedráticos Jaime Gotti y Rosi Schwarsman, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, del director de la Escuela Nacional de Policía, Guillermo Rodríguez, del decano de Facultad de Medicina, Dr. Luis Calegari, del ministro de Salud Pública, Dr. Raúl Bustos y del cónsul honorario de Honduras en Uruguay, Luis Ortiz.

Macedo definió la tarea realizada por los brigadistas como «un acontecimiento para el gremio médico y la medicina nacional... un verdadero retorno a las fuentes de la solidaridad y la hermosa aventura de ser médico».

Recordó una frase de Paracelso: «La medicina se hace con el corazón». Reflexión invocada por el Prof. Fernando Mañé Garzón en el prólogo del libro de FEMI sobre el Dr. Franco Gómez Gotuzzo, pionero de la cirugía en Artigas. «Mucho tiene que ver el ejemplo de los jóvenes brigadistas con la vida de Gómez Gotuzzo, un compañero de voluntad fraterna y altos kilates académicos».

«Paracelso tenía razón, pero además la medicina debe ser ejercida con objetivos de solidaridad y fraternidad... por eso agradecemos a las instituciones responsables de las brigadas: Asociación Cristiana, FEMI y los compañeros del SMU», sentenció.

Macedo destacó a otras entidades que colaboraron estrechamente con el proyecto: Asociación Odontológica del Uruguay, Colegio de Enfermeras, Consulado de Honduras en Uruguay, Ministerio de Salud Pública, Organización Panamericana de la Salud, CASMU, OSE, American Airlines, Banco Caja Obrera y Avis. «Un especial reconocimiento a Iris Rolán, encargada de confeccionar las mochilas de los brigadistas; a Susana Rodríguez, de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP); a Miguel Velora, profesor de Educación Física, responsable del entrenamiento de los brigadistas y al profesor Renzo Pi Ugarte, de la Facultad de Humanidades».

«Un capítulo especial para la Facultad de Medicina. Es un motivo extra de satisfacción que nuestra casa dispusiera de sus mejores docentes, Emilia Carlevaro, Alicia Montano, Gabriel Algorta y el profesor Cáceres, responsables del bagaje de conocimientos que los muchachos llevaron a tierras hondureñas».

El cónsul de Honduras en nuestro país, Luis Ramón Ortiz, señaló en una carta enviada a los brigadistas, su «sentimiento de admiración por el trabajo realizado en favor del restablecimiento de la salud en una zona tan castigada del continente» y por ser «agentes de vida que surge y se proyecta». Honduras como nación está profundamente agradecida por el gesto de solidaridad en horas extremas».

Ortiz instó a «seguir trabajando por un camino común de solidaridad entre los pueblos de América Latina, protegidos por el ideal de justicia social de los padres de la patria».

Informe de los brigadistas

El informe de los brigadistas estuvo a cargo de Renata Ferrari, directora de la ACJ y coordinadora de la delegación, junto con el Dr. Carlos Montejo y Claudia Romero. Comenzó su mensaje agradeciendo a «todos y todas» porque «así se dice en Honduras, con un lenguaje inclusivo que da lugar a ambos sexos».

«Fuimos 42 brigadistas que permanecimos en territorio hondureño dos meses y medio, contando con el apoyo de la ACJ local y las comunidades damnificadas por el huracán».

Las aldeas tienen de 200 a 1.000 habitantes. «Podíamos viajar en camioneta, montando mulas y caballos o caminando de dos a cuatro horas entre los cerros. Son agrupamientos muy estirados, a tal punto que para ir de una casa a otra se puede demorar entre un cuarto y media hora de caminata», señaló.

Afirmó que «el huracán agravó las condiciones de vida de los campesinos, pero dentro de una pobreza estructural instalada en ese país desde hace decenas de años. Marcala es una zona de razas autóctonas, mientras que Taulabé tiene mayoría de mestizos».

La economía familiar se basa en el cultivo de maíz y huertas que aseguran el sustento diario. «Durante la zafra trabajan en los cafetales para obtener ingresos que les permiten bajar a los mercados del pueblo».

Informó que el trabajo infantil es «un problema social». «Los niños reproducen rápidamente el modelo de sus mayores. El pequeño acompaña a su padre en las tareas, dentro y fuera de la huerta; la pequeña se dedica a las tareas de la casa. La escuela está en un segundo plano muy atrás de la obligación de trabajo».

Claudia Romero, coordinadora por el SMU de la segunda brigada, recordó que el régimen de trabajo era de «siete días a la semana, en las diferentes comunidades de la región. Recorríamos muchos kilómetros cada jornada y dormíamos en iglesias, escuelas y carpas. Las propias comunidades indígenas eran las encargadas de proporcionarnos el alimento».

«Las mujeres se levantan a las tres de la mañana a cocinar, los hombres salen a las cuatro a trabajar en el campo con la comida preparada para el día. A las 20 ya están todos durmiendo, por la falta de luz», recuerda.

«El machismo es muy marcado. Se puede ver a las mujeres caminando detrás de los hombres, con toda la carga en la cabeza. Por su parte, él va en su mula», relató Renata Ferrari.

«El tema sexual es tabú, lo que hace muy difícil la educación». Nos contaba un voluntario local, José Manuel, que la primera vez que se mostró un preservativo, la gente no se animaba a tocarlo. Lo mismo ocurre con cualquier método anticonceptivo. No son conocidos. «Es común que una mujer de poco más de 20 años tenga ya cinco o seis hijos», afirmó.

«Tras el paso del huracán Mitch, a fines del año pasado, la región enfrentó nuevos problemas sanitarios que afectaron a más de cinco millones de personas, de las cuales tres millones perdieron sus viviendas. También provocó 20 mil muertos y desaparecidos», consignó el Dr. Carlos Montejo, representante del SMU en la primera delegación.

«Aún existe la amenaza de cólera por la falta de agua potable, malaria y dengue por los mosquitos que proliferan en el líquido estancado», subrayó.

El huracán devastó a Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala y afectó a Costa Rica y Belice. En Honduras, 85% del territorio llegó a estar bajo agua. En Nicaragua afloraron minas de épocas de guerra. En El Salvador, muchas regiones quedaron devastadas y en Guatemala se perdieron casi todas las cosechas.

El primer y último médico

Montejo reconoció que «si el trabajo realizado se midiera con los parámetros uruguayos, habría que reconocer que lo hicimos mal. Pero la comparación no vale, porque debimos enfrentar condiciones muy difíciles y un mundo completamente distinto al nuestro».

Recordó que «la gente fue muy afectiva con los brigadistas. Nos brindaba lo mejor de lo suyo, su casa, su comida y su corazón».

«Mucha gente venía endomingada para ver al doctor, se ponía sus mejores ropas para ser atendido. Para muchos de ellos, nosotros fuimos los primeros médicos que vieron en su vida, y también el último, porque algunas comunidades tienen grandes dificultades para conectarse con los pueblos más próximos».

La vasca, el cipote y el gol de Tysson

- «El hondureño sabe cuál es su pobreza, pero con respeto por sí mismo y su familia. El primer día de consulta en San Miguelito, la gente iba llegando con un poco de timidez. Comenzamos a hablar y no nos entendimos. Por ejemplo, al vómito le dicen vasca. Estábamos un poco caídos porque nos parecía que la barrera era muy grande. Pero fueron pasando los días y comenzamos a relacionarnos mejor. Así sacamos la consulta adelante». (Ernesto Ferreira, practicante interno)

- «Fue una experiencia personal y grupal de solidaridad en situaciones extremas y una hermosa forma de aprender medicina en el mismo campo de trabajo, en una tarea llena de vida». (Enrique Cal, enfermero)

- «Para nosotros fue un sacudón contra la indiferencia, una experiencia enorme que nos reivindica con nuestra opción por la medicina». (Javier Malet, médico internista)

- «Un día estaba en la farmacia para explicarle a la gente cómo se toman algunos medicamentos y su dosificación. Pero muchos no sabían leer. Entonces no se me ocurrió mejor idea que dibujar. Hice una línea y un sol para representar que esa droga debía ser tomada a primeras horas de la mañana. Un compañero hondureño no entendió el mensaje. Le expliqué que era el horizonte por donde salía el sol. Su respuesta fue: No, Aldo, aquí el sol sale entre las montañas, nadie te va entender ese dibujo». (Aldo Pomar, enfermero)

- «Cantábamos todo el día. Cuando íbamos en las pailas a las aldeas, cantábamos. Nuestra vida en Taulabé fue difícil pero maravillosa. Cantábamos para levantarnos el ánimo. Repetíamos a Darnauchans y otros intérpretes populares. Hasta hicimos la canción de los voluntarios». (Claudia Romero, coordinadora médica de la segunda brigada)

- «El campesino hondureño es tan pobre que solamente tiene su trabajo como bien propio. De ellos me traje su ejemplo de dignidad humana y la alegría de haber compartido tanto. Nos siguieron hasta arriba del ómnibus que nos llevaba de vuelta. Fue conmovedor». (Diego Cabrera, estudiante de trabajo social)

- «En Marcala andábamos siempre con un cartelito que decía nuestro nombre. Una mañana se me acerca un cipote (niño) y me pregunta muy serio: «¿En tu país todos tienen que andar con el nombre colgado así? (risas)». (Jacqueline Chabenau, asistente social)

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