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25 años de la Revista Médica

La forja de una publicación histórica

Hace 25 años, un grupo de jóvenes médicos del SMU, fundaba una publicación que se inscribe como un hito particular, atenta a la generación de conocimientos y a la búsqueda de la identidad científica y humana de los médicos uruguayos. De esta fecha y de la Revista Médica hablan sus fundadores, los doctores Homero Bagnulo, Hugo Dibarboure, Barrett Díaz y Juan Carlos Macedo. La entrevista estuvo matizada por momentos de humor, de nostalgia, de afecto y de un amor entrañable de los cuatro entrevistados a la forja difícil y entusiasta de una publicación médica.

por Fernando Beramendi

Podríamos arrancar con las primeras épocas de la revista, ¿cómo se dio este cuarteto?

Dr. Homero Bagnulo (HB): Se dio porque éramos de los pocos que quedábamos.

Dr. Hugo Dibarboure (HD): Teníamos áreas comunes de ideas. Eso nos juntó.

 

El cuarteto fundador de la RMU, de izq. a der.: Dres. Juan C. Macedo, Homero Bagnulo, Barrett Díaz y Hugo Dibarboure

¿Cómo surgió el proyecto?

HB: Fue un planteo del maestro Macedo en un asado que se hizo en mi casa en Punta del Este. Dijo «tenemos que hacer algo, algo nuevo, algo diferente». Quería hacer una revista, pero con su mentalidad quería poner en la revista poesía, filosofía (risas).

Yo le dije que me parecía que si poníamos todo eso íbamos a durar poco y le pregunté por qué no poníamos algo de medicina y empezábamos a hacer una revista médica.

Éramos muy jóvenes; tampoco era tan fácil que en aquella época, en el Sindicato Médico, dejaran que gente joven diera una línea, impulsara algo. Hubo un apoyo sustancial para ese proyecto y para la biblioteca, que también viene de ese impulso.

Se realizaron además actividades científicas vinculadas a la revista para las que se trajo gente, para cardiología y otras especialidades.

HD: Fueron tres cosas: la biblioteca, la revista y además el padrón médico. Eso estaba en relación con que después de una actividad de gran intensidad en los años previos (71, 72, 73, hasta el 9 de julio, digamos), de repente desapareció la gente y había más tiempo para tareas que en momentos de una gran agitación social era muy difícil tener.

Cultura y permanencia

Dr. Barrett Díaz (BD): Hubo todo un proceso del cual la revista era un componente más. Ya había habido intentos de publicaciones con un enfoque un poco distinto; traducíamos artículos sobre malpraxis, eutanasia, temas que hacían a la cultura médica que no habían estado en los contenidos de la revista oficial en los tiempos precedentes. Los fuimos incorporando y se transformó en una bola de nieve que fue trayendo temas relativos a toda la cultura médica, en esa etapa que se abrió después del golpe de Estado, cuando todavía el Sindicato Médico no había sido intervenido.

En ese interregno en que teníamos la responsabilidad de hacer algo, pero el país ya no presentaba un entorno libre; procuramos hallar formas de sobrevivencia auténticas, que marcaran una presencia, una perduración y que apuntaran a no desaparecer ni a hacer cosas baladíes que garantizaran que nadie nos fuera a hacer nada.

 

Dr. Homero Bagnulo:
«Éramos muy jóvenes...»

Buscábamos algo que tuviera un contenido. Se trató de hacer actividades que expresaran la vigencia de la cultura médica, lo que de por sí en un momento de predominio de la barbarie y la represión era un pronunciamiento, representó un componente (como la Carta Médica, la revista Noticias, las actividades de cursillos), que fue algo así como la sublimación de todo eso, algo que hasta hoy perdura.

¿Cómo fue el surgimiento del primer número?

Dr. Juan Carlos Macedo (JCM): En ese momento el Sindicato no estaba muy poblado y Cirillo nos apoyó abiertamente, incluso nos nombró delegados a varios lados. Fuimos a un congreso de la Sociedad de Medicina de Centro-Sur con la gente del interior, pasamos por Tacuarembó, hacíamos muchos contactos.

HD: En los primeros números siempre hubo artículos de médicos del interior. En el primero estuvo Franco Gómez Gotuzzo.

 

Dr. Hugo Dibarboure:
Fueron tres cosas:
la biblioteca, la revista y
el padrón médico

JCM : En el primer número estaba Surraco de quien acaba de salir un libro autobiográfico. Después salió el de Bazzino. Queríamos que hubiera una imagen nacional del país y una presencia de la práctica clínica tal cual era en ese momento. Los conocimientos médicos llegaban escasamente.

Empezaron a llegar cuando tuvimos la Biblioteca Médica, que fue un constituyente necesario para ese tipo de emprendimiento. Nosotros queríamos que la traducción del conocimiento médico en la práctica cotidiana tuviera presencia en la revista.

Tratábamos de que la cultura fuera una forma de que la institución permaneciera.

Un vuelco en el pensamiento

¿Cómo fue la receptividad?, ¿cómo fue creciendo la revista?

HD: El primer editorial define la intención de la revista y lo escribió Macedo. Parte de lo dicho aquí está expresado en ese editorial.

HB: Lo difícil de transmitir es el vuelco, el cambio que implicaba en el pensamiento previo del Sindicato Médico. Alguna gente nos criticó en su momento diciendo que estábamos intentando transformar al Sindicato Médico en un club social.

Nosotros les decíamos lo contrario, que estábamos tratando de devolverle al Sindicato Médico una cierta especificidad, que si eso no arraigaba en los médicos lo demás (fuera de situaciones de profunda perturbación social como la de aquellos años) no le iba a dar perdurabilidad. Creo que fue el acierto mayor e implicó la perdurabilidad de una línea y de un criterio. Hoy nadie puede percibir al Sindicato sin la biblioteca, la Carta Médica, la revista...

Hay cosas que se perciben como algo que ha estado toda la vida que no se concibe el no tenerlas.

HD: El SMU también tuvo una línea editorial que se prolongó hasta tiempos relativamente recientes en relación a la creación de la revista, con títulos importantes.

¿Qué pasó después?

BD: La idea es que la actividad refleja algo natural y necesario en el Sindicato, que tiene antecedentes que se fueron dejando. En parte debe haber explicaciones: el aumento de la tensión social, la exacerbación de los enfrentamientos políticos que fueron posicionando no sólo al Sindicato sino a todo el país en planos que de pronto descentraron su existencia específica como gremio y llegada la instancia represiva en la cual determinadas actuaciones no se podían hacer, al menos públicamente, estas otras actividades hallaron de nuevo un espacio.

 

Dr. Barrett Díaz:
«Nosotros nos planteamos
el esfuerzo de la periodicidad»

Confluye la necesidad real, objetiva, que venía de antes, con la interpretación de la gente que estaba en ese momento, nosotros entre ellos.

Puede decirse que el mérito estuvo en que interpretamos bien y fuimos consecuentes en decir que hacíamos un cierto acto de contricción y lo aceptábamos como la reasunción de algo legítimo, auténtico y muy necesario.

Intervención versus ética

¿Cómo fue recibida la revista?

BD: Una particularidad: toda publicación médica era recibida con el recelo de que se editaban uno o dos números y luego desaparecía. Nosotros nos planteamos el esfuerzo de la periodicidad y nos adscribimos inmediatamente al registro internacional.

HB: Sacamos tres números y el cuarto estaba en máquina, pronto para editar, cuando el Sindicato Médico es intervenido. En ese momento el doctor Humberto Correa había aportado dos trabajos que se habían hecho para el congreso de medicina interna, cuyo presidente había sido Morquio y que se había realizado con dificultades en la Biblioteca Nacional.

Cuando intervienen el Sindicato Médico pedimos para retirar los trabajos, no queríamos que fueran editados por los interventores. Si habrían concebido que la revista importaba que inmediatamente nombran a tres personas para que se hiciesen cargo de ella.

Ese trío ve un número pronto y decide sacarlo igual, sin preguntarle a nadie si aceptaba la publicación en un sindicato intervenido. Nosotros pedimos que se retiraran los trabajos. Retiramos el número (no sabíamos que había una prueba de página ya hecha) y lo llevamos al Tórax, que seguía saliendo con Purriel, que dicho sea de paso tuvo una actitud muy digna en su momento porque a pesar de ser ministro en cuanto se producen los comunicados 4 y 7 renuncia al gobierno de Bordaberry, en una actitud muy crítica.

Llevamos el trabajo a la revista Tórax, que lo publica. Esta gente, pese a nuestro planteo de que no queríamos que el material fuera publicado en una revista intervenida, que no nos representaba, igual lo publica.

HD: En ese momento yo me había ido del Sindicato por una propuesta de Homero que valoré mucho. Era un funcionario a cargo de la revista, unido al Sindicato mediante un contrato para su edición. No había un número pendiente; había tres números caminando simultáneamente. Ese ya estaba impreso, había otro que ya estaba armado y se estaba gestando el tercer número. Recibí una comunicación de que me tenía que presentar en el Sindicato, entonces renuncié al cargo que tenía. Simultáneamente a la comunicación estuve preso en Florida y me consta que miraron hoja por hoja de los tres números de la revista. Lo sé porque uno de los milicos que me cuidaban en Florida era amigo mío y me dijo: «¡Cuántos papeles que tenías, eh!».

Un recuerdo para Beltrán

¿Qué pasó con la revista después de la intervención?

HD: Yo puedo empezar a hablar del 85 en adelante, pero del 75 al 85 no puedo.

HB: La sacó esta gente. Tres personas se encargaron; sacaron primero los números que estaban armados, después fueron sacando números sueltos a instancias de algunos temas y después prácticamente desapareció.

Cuando retomamos en el 85, en primer lugar nos dicen que nos preparemos, nos citan a Cirillo y a mí y nos dicen (un mes antes) que nos van a entregar el Sindicato Médico. Pollero nos cita a una reunión (estaba la doctora Betty Bono) para decirnos que nos van a devolver el Sindicato, que fuéramos viendo qué hacer.

Vamos a las reuniones de la Concertación en el Columbia, representando al Sindicato Médico. Ibamos Cirillo (que después dejó de ir) Marcos Carámbula y yo. Cuando nos lo restituyen oficialmente, el primer acto fue devolverle la administración del Sindicato Médico al doctor Hugo Dibarboure, en una reunión con todos los funcionarios.

 

Dr. Juan Carlos Macedo:
«vivimos en la época de la
política hegemónica donde
no había lugar para la especificidad»

Habría que hablar de mucha gente insólita y muy solidaria, que no tiene que ver con la revista pero sí con aquellos años. Yo heredé la amistad de alguien que lamentablemente falleció, que era incondicional de Hugo y después siguió una muy buena relación conmigo, que era el funcionario Beltrán. Durante todos los años de la intervención me llamaba por teléfono para contarme lo que pasaba.

HD: Beltrán López era un funcionario peleado con la tarjeta. Si íbamos a juzgarlo por la hora en que marcaba la tarjeta no podíamos tener una evaluación adecuada. Eso, en un ambiente como el del Sindicato creaba problemas. Yo lo defendí y siempre dije que había que ver quiénes estarían el día que se necesitara gente. Cuando el golpe, el 27 de junio del año 73, Beltrán López llegó más temprano que nadie, con un colchón, y se quedó hasta el 10 de julio viviendo en el Sindicato. Entre paréntesis: nos bajamos una buena cantidad de botellas que había en el bar. Teníamos una construcción enfrente porque se estaba levantando el edificio del BPS; nos turnábamos para pasar las noches con Antonio Turnes y Scoseria (siempre había uno de los tres allí), pero Beltrán López estuvo todas las noches.

HB: Una vez producida la intervención nos llamaba permanentemente a mí, a Cirillo; no sólo él, algún otro funcionario también. En un momento determinado alguna persona decide dar de baja a socios y hacer ingresar a otros para colocarlos automáticamente como técnicos en el Sindicato Médico.

Se exigía un año de antigüedad. Desde la intervención empiezan a manipular, algunos desaparecen como socios, entonces no pueden entrar como técnicos, y otros aparecen con un año de antigüedad cuando no eran ni socios del Sindicato. Beltrán nos llamaba para contarnos todo, quiénes eran, cómo se producían esos eventos. No tiene que ver con la revista pero sí con gestos de aquella época.

Los tres desocupados

La revista se retoma en el '85

HD: Cuando se reinstala todo, juega una función importante Cirillo. Inmediatamente planteo en la mesa la necesidad de retomar la edición de la revista. En ese momento me tengo que mover en forma mucho más solitaria porque el «Chino» (Barrett Díaz) no estaba; Macedo estaba en Migues, Homero tenía las actividades de la vicepresidencia y su propia actividad profesional, no era igual que antes.

HB: En realidad éramos tres desocupados.

HD: Ahí arrancamos de nuevo con la revista. Yo mantuve una función primero en el Sindicato; cuando pasé al CASMU seguí ocupándome de la revista en el entendido de que esa era mi contribución gremial. No soy yo quien debe juzgar la revista en esos años, pero dentro de lo posible trataba de satisfacer las características enunciadas al comienzo. Me llevó mucho tiempo, trabajé mucho.

¿Cómo llegaban las colaboraciones? ¿Ustedes se encargaban de pedirlas o la gente espontáneamente las aportaba?

HD: En esa época había un comité que orientaba sobre el diseño de la revista a propuesta de algunos de sus integrantes, de los cuales el que tuvo mayor persistencia y sentí que era quien más me ayudaba, era Ariel Rodríguez. Se fueron pidiendo trabajos, siempre con la óptica de que expresaran una experiencia propia, que no nos hicieran la traducción de la Enciclopedia Británica.

HB: Es muy difícil transmitirlo. A nivel médico, sobre todo de la gente cercana al Sindicato, había una gran «depre», entonces uno le pedía a alguien «mirá, quisiera un artículo para la Revista Médica» y la primera respuesta, hasta que uno hacía todo el trabajo, era «no me vengas con eso en estos tiempos».

HD: Pero se sacaron tres números por año, fueron saliendo; la volvimos a imprimir en Rosgal previo cotejo de precios. Fue ajustada a procedimientos. Rosgal, aunque había cambiado la firma, había sido la imprenta del Sindicato, donde habíamos editado tanto revistas como libros. En esa ocasión, después de una compulsa de precios, también fue Rosgal la encargada de editar la revista.

Los rezongos de un corrector

JCM: Luego empezaron a llegar más trabajos. Al principio era a pedido para señalar las pretensiones de la revista, que tenía a la clínica como sustento. Después del 85 se le dio un vuelo renovado, incluso a la biblioteca.

HD: La revista nunca tuvo una estructura fija; no teníamos un corrector, a veces corregía Ferraz, que tampoco era un corrector médico, era más una corrección idiomática.

HB: Ferraz rezongaba a todo el mundo, con razón, pero rezongaba. Sostenía que los médicos no sabemos escribir. Salvo honrosas excepciones tenía toda la razón, entonces todavía encima rezongaba a los que venían.

HB: La biblioteca había empezado antes con una excepcional selección de bibliotecarios. Nos había llevado un tiempo bárbaro, habíamos integrado un tribunal y seleccionado a Ana María Regnier porque queríamos invertir en especial y rápidamente. Ella tuvo que abandonar, al poco tiempo se fue. Fue una de las personas que a la vuelta se reintegró.

JCM: Se ha mantenido de un modo bastante estable, muy estable, lo cual también ha sido importante. La comisión asesora de la biblioteca tiene cierta permanencia, no está sujeta a los avatares electorales cada dos años. Eso también ha contribuido.

¿Cómo ven ustedes hoy las publicaciones del Sindicato en general?

JCM: Se está editando menos, se editan menos libros. Hubo momentos en que se editó mucho más. La revista tiene mucho para mejorar todavía. Ha mejorado, sobre todo en el aporte de trabajos. Ellos ahora tienen problemas para publicar todo lo que les llega. Han logrado un sistema de arbitraje. También hay que decir que la revista es un producto del nivel actual de la cultura médica nacional.

Nosotros, protagonistas o no, vivimos en la época de la política hegemónica (la política como generalización), donde no había mucho lugar para la especificidad. Se debe haber producido una sensación muy desagradable de disolución cuando la política pierde ese rol, que no tiene raíces, no tiene especificidades, después es muy difícil levantar.

Para nosotros representó un ciclo porque siempre habíamos pensado en la raíz y nos habíamos sentido integrantes de esa especificidad, desde donde mirábamos el mundo. Eso contribuyó a que la especificidad de la cultura médica fuera en gran medida basada en otro lugar, entonces ahora uno se encuentra con que el Uruguay en general no está todavía bien situado en una época donde se habla de una medicina basada en la evidencia. En ese sentido tenemos mucho para mejorar.

HB: Creo que la gente que está en la revista está haciendo un buen trabajo; pero tiene muchos obstáculos, uno de ellos vinculado a la actual estructura del trabajo médico y a una cierta desvalorización por la academia.

Yo recibí un fuerte impacto de la gente que en ese momento había empezado con la medicina intensiva, que sin llamarla medicina basada en la evidencia siempre recogía las propias cifras y los propios resultados.

Tratamos de seguir haciendo y transmitiendo en los servicios donde estamos lo que nos inculcaron desde chicos. Hoy la gente que sale a buscar material para una revista se encuentra con una actitud muy nihilista de «si ya está todo publicado, ¿para qué me voy a poner a...?». Y no es así, es muy importante la propia experiencia de una manera metodológicamente validable, la propia, la nuestra. La gente joven se encuentra con que eso no se valora lo suficiente.

Por un lado está la urgencia económica del trabajo, las formas del mismo, y por otro la falta de reconocimiento hacia el que hizo un trabajo que no se valora. La situación de los que en este momento están a cargo de la revista y de conseguir material es dura.

BD: La revista se ha adecuado a los tiempos, es una revista arbitrada, lo que la ubica en un plano de actuación interesante, sobre todo por la solvencia ética. Las otras publicaciones del Sindicato también han cambiado muchísimo respecto a la época en que yo tuve que asumir un poco forzadamente la redacción de la revista Noticias, que era artesanal, casi hecha a mano número tras número en momentos muy difíciles.

Hoy día tiene una calidad editorial muy significativa, es dirigida por otra gente, con otros criterios, autofinanciándose según disposición del gremio, es otro tipo de revista. Nosotros respondimos al desafío de un momento, hoy en día por suerte esas cosas han evolucionado con independencia. Las veo como hay que ver las cosas que suceden después que uno estuvo, con cierta humildad y aprendiendo porque las cosas son como son, nadie deja atado nada y hay gente nueva.

JCM: Siempre creímos lo que decía Homero. En Uruguay, el principal obstáculo epistemológico para la producción de conocimiento médico es la cultura del trabajo. Eso sigue vigente, tal vez más que antes.Eso también reafirma la necesidad de que siga existiendo la Revista Médica.

HB: Además, Uruguay tiene ricas posibilidades. Uno presenta trabajos fuera del país y llama la atención la cantidad de números de patologías que puede presentar un país chico.

Es un país en el cual, por como se produce la derivación de los pacientes y por haber instituciones muy grandes, es fácil concentrar resultados si se los analiza adecuadamente. Hay una cosa de estos últimos años muy importante a destacar de la revista, que en nuestro tiempo era inimaginable y que hoy se está dando y me parece realmente muy buena: se están publicando experiencias no sólo de los lugares tradicionalmente universitarios (las cátedras de Facultad y los hospitales) sino también de las instituciones privadas, las instituciones mutuales están haciendo aportes que aparecen publicados, algunos de ellos muy buenos. Eso en nuestra época era impensable, no se nos hubiera ocurrido ir a pedirle a una institución mutual un grupo de trabajo. Hoy hay una producción interesante en esas instituciones, tal vez por una mejor facilidad de trabajo, una mayor concentración horaria.

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