ADVERTENCIA: El recurso que está visitando fue creado hace mucho tiempo y no ha sido revisado recientemente. Se mantiene como acervo de la Institución pero tenga en cuenta que puede contener información no relevante o desactualizada.

Por Ana Marta Martínez

El derecho de extrañar a quienes encarnan la esperanza

Homenaje al Dr. José Gomensoro

El Dr. Gomensoro, anarquista, médico, científico, gremialista y amigo fue recordado por más de 160 personas que se dieron cita en el Salón de Actos del smu. Al resumir las palabras sacrificamos el orden cronológico por el emotivo y, por ello también, si bien condensamos conceptos, conservamos el hilo propio de algunas semblanzas.

«Fue un activísimo gremialista, habiendo comenzado en la Asociación de los Estudiantes de Medicina, luego en el Sindicato Médico y en la Facultad de Medicina, participando siempre, desde el ingreso hasta la finalización de su carrera».

La libertad como deber

La Sra. Lucce Fabri, compañera de militancia de toda la vida, habló del anarquista y el amigo: «No podría precisar cuándo fue mi primer encuentro con Gomensoro. Sólo sé que lo veía a menudo en las reuniones de militantes libertarios los primeros años de mi estadía en el país a partir de 1929. Formaba parte de un grupo de médicos junto con Virgilio Botero, Carlos María Fosalba, todos anarquistas llenos de entusiasmo. Decían que tocaba el piano con la fineza y originalidad de un concertista, pero esta actividad cedió conscientemente el lugar a las tareas consideradas de servicio a los demás. Detrás de esa intensidad y alegría de vida, dentro de ese entusiasmo juvenil expansivo y creativo, había un sentido austero del deber que le dio a la existencia de Gomensoro coherencia y continuidad respecto a su juventud.

El anarquismo consistía en su filosofía de la vida y así fue mientras la vida le duró. Es ante todo una exigencia de libertad, es decir de autenticidad. Libertad para todos y justicia para todos. Libertad y justicia sentidos no como valores que hay que compatibilizar con esfuerzo sino como un binomio inescindible donde un término es condición del otro. El anarquismo de Gomensoro tenía como meta un socialismo libertario, sin Estado, es decir un socialismo descentralizado hasta lo capilar basado en un entretejido federativo, no en la subordinación sino en una coordinación de autonomías. Sentía la libertad no tanto como un derecho, sino esencialmente como deber. Una libertad que nos hace responsables hacia nuestros semejantes como gestores con ellos de la vida asociada. La aplicación del antiguo precepto: compórtate hacia los demás como quisieras que se comportaran hacia ti. Se trata de un ideal y como tal marca un rumbo independientemente del grado en que pueda llevarse a cabo, pues ningún ideal se realiza en forma cabal; nada de lo humano es perfecto.

En julio de 1936, los acontecimientos de España removieron profundamente a las corrientes libertarias por el carácter creativo que tuvo el movimiento del pueblo español. La experiencia española, la socialización de la economía que se estaba llevando a cabo desde las comunidades agrícolas y los sindicatos urbanos, especialmente en Cataluña, Aragón y Levante sin dictadura y por obra de los trabajadores, iba creando un mundo nuevo. Era la experiencia de la utopía, y esto fue muy importante en la vida de Gomensoro. El haber tocado con la mano el carácter concreto de lo que pensaba y experimentado no sólo sus viabilidades sino también la rica problemática que se abría al contacto relativizador de la realidad diaria le dieron a sus ideales juveniles una raíz permanente y un carácter de profunda seriedad.

He querido detenerme en la juventud de Gomensoro porque es representativa de lo que él fue después; por lo menos en el área político-social, su militancia libertaria siguió teniendo a lo largo de este siglo el mismo carácter constructivo, aunque dadas sus responsabilidades en otros campos desde posiciones más periféricas.

Durante la dictadura militar sufrió la angustia de la prisión de su hija Elina y se vio exiliado de su instituto, lo cual lo hacía sufrir muchísimo, pero no flaqueó, y aun en sus últimos años hizo sus últimos esfuerzos para participar en las actividades de sus compañeros de ideales. En ese esfuerzo había mucho amor, pues detrás de ese carácter sobrio y reservado había una gran afectividad. Quisiera terminar evocando egoístamente al amigo. Uno de esos amigos que con sólo existir nos hacen sentir fuertes frente a cualquier poder. Lo he tenido a mi lado en los momentos más dolorosos. Es una amistad que ha durado casi tres cuartos de siglo y se puede decir que para mí todavía dura pues su recuerdo es de los que me ayuda hoy a vivir ese trance difícil y complicado que se llama vejez».

La esperanza en carne y hueso

El escritor Eduardo Galeano rememoró el tiempo en que Gomensoro dirigía el Departamento de Publicaciones de la Universidad. Según Galeano, la relación que entablaron, que fue «muy pero muy buena», fue gracias a que Gomensoro «sabía correrme para el lado que yo disparaba».

«–Mire don Bebe, le decía y él sonreía, yo me iba convencido de que me había dado la razón, pero al final las cosas se hacían de acuerdo con el rumbo sereno y sensato que él daba a todos sus actos».

Era un hombre paradójico porque sabía vivir muy humildemente su señorío natural. De muy callada manera, sin alharaca y sin ninguna arrogancia. Gomensoro fue predicando con el ejemplo. Pocos casos conocí de coherencia tan perfecta entre la palabra y el acto. Era un hombre que creía en lo que hacía y por eso hacía lo que hacía con tanta firmeza y a la vez con tanta dulzura».

Galeano explicó que este ejemplo de coherencia no viene mal evocarlo y reafirmarlo en estos tiempos que corren, donde, dijo, el partido político de más éxito en el país es el Partido Oportunista: «Es una jubilosa obligación recordar a hombres como Gomensoro, que no hacían lo que les convenía sino lo que creían que era justo, en estos tiempos que tienen cierta tendencia a elegir al revés. Donde es cada vez más frecuente el encumbramiento de los copiones y es más difícil que la gente realmente creadora que tiene cosas que ofrecer al país pueda desarrollar sus proyectos».

«Yo no soy hombre de nostalgias, soy hombre de esperanzas, que a veces no sé muy bien de dónde viene la esperanza pero de algún lado vendrá porque viva está. A la hora de explicar la esperanza se me enreda la lengua y la verdad es que quizás no tiene explicación. Debe ser ciega la esperanza porque es hija del amor que también es ciego y solamente los bobos creen que el amor puede ser explicado. Quizás la explicación única que la esperanza tiene cieguita y todo pero viva, es en los hombres y las mujeres que la encarnan, que son ella, la esperanza en carne y hueso. Y creo que hay un legítimo derecho de extrañar a esas personas», continuó.

Culminó sus palabras leyendo a un poeta caribeño que «dice esto mejor que yo»:

«–La mitad de mis amigos han muerto.
–Te haré unos nuevos, dijo la tierra.
–No, no –grité. Devuélvemelos tal como eran con sus fallas y todo. No perfectos, simplemente así».

Celebrar la cuasi ficción de su existencia

El Dr. Pablo Carlevaro, quien abrió el acto, destacó las diversas facetas posibles de homenajear en Gomensoro: «¿Qué evocamos hoy? El gremialista, el médico, el neurólogo y profesor distinguidísimo, el universitario, el luchador social. Cuánta polifonía en una misma voz y cuánta riqueza de matices en tanta sencillez esencial».

Expresó que el acto tenía un contenido religioso: «Religión viene de religar, y religar quiere decir volver a atar, ceñir más estrechamente. Todos sentimos que nos ligamos más y más profundamente al reunirnos para evocar a José V. Gomensoro. Nos ceñimos más estrechamente los compañeros y colegas, los familiares y los amigos que necesitamos ya no lamentar su muerte sino rememorar y celebrar su vida y transmitir a quienes no lo conocieron un testimonio de extraña vitalidad, un rescate obligatorio de la memoria. Por lo tanto, no conmemoramos los cinco años de su muerte, sino que celebramos la cuasi ficción de que haya existido el prodigioso milagro de su llanísima complejidad. La paradoja de que haya actuado siempre como uno más en la profesión, en el gremio, en la docencia, en las responsabilidades de dirección, en la militancia política y social, siempre como uno más siendo un ser tan excepcional y singular».

Visitas cama por cama todos los días

El Dr. Carlos Mendilaharzu, quien hizo su carrera de practicante externo a Profesor Agregado al lado de Gomensoro, rescató al médico y profesor: «Yo tenía una idea de cómo se trabajaba en otras salas, pero en cualquier situación la conducta médica del maestro no se modificaba. Había en esa sala más de cuarenta pacientes internados y todos los días del año pasaba visita cama por cama adoptando una libreta diariamente con aquella magnífica caligrafía, la medicación, los pedidos de exámenes paraclínicos, hablando con todos los pacientes, oyéndolos atentamente, examinándolos una y otra vez con un trato afectuoso».

«Ya en la Clínica Médica mostraba su interés por los enfermos vasculares, y hacía un estudio completo con los medios de entonces de estos pacientes. En la década de los cincuenta el Instituto de Neurología, que estaba dirigido por el visionario Profesor Omar Darana, se trasladó al Hospital de Clínicas. En los comienzos en ese hospital asumió la atención y dirección del equipo de afecciones vasculares. Debo detenerme aquí para señalar que los neurorradiólogos describieron por primera vez en el mundo científico las características radiológicas de la placa ulcerada de carótida. Como neuropatólogos del equipo, los doctores Juan Veró y Juan Purriel hicieron también originales aportes al tema. En la parte electroencefalográfica trabajaban los doctores Fuste y Jaime Bogas; este equipo continuó su trabajo incesante y las becas e invitaciones del extranjero fueron enriqueciendo el caudal de conocimientos complementado con la venida de ilustres científicos del exterior. La intervención del Hospital de Clínicas por la dictadura lo separó de su cargo», afirmó.

Coherencia vital

El Dr. Rodolfo Canabal conoció al Dr. Gomensoro a partir de la dictadura de Terra: «Pude allí captar muy precisamente el rango de sus principios y sus ideales y el grado de su sensibilidad y la medida de los sacrificios que era capaz de afrontar para defenderlos. En toda su actividad se mantuvo fiel a sus principios e ideales, sin concesiones, y ésta fue una de las aristas que más caracterizó su recia personalidad».

Según Canabal, este rasgo se combinaba con una forma de ser eminentemente austera y ajena a las exteriorizaciones: «Conozco pocas personas que, como el Bebe, mantuvieran inalterada su forma de ser desde que era muy joven hasta los últimos momentos de su vida, era exactamente el mismo, con los amigos, la familia o en las asambleas de la Universidad».

En otro orden, el Dr. Canabal subrayó lo que significó como ejemplo de su conducta ética: «Ese campo fue uno de los que más marcó la presencia de su actividad moral indiscutida. En particular, una vez restablecido en el país el imperio de la legalidad en 1985 en la Comisión de Ética de la Facultad de Medicina. Por haber integrado junto con muchos otros profesionales abogados y médicos la Convención de Ética Médica creada por la VI Convención Médica Nacional, donde su conducta fue un ejemplo».

/