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por Jorge (Cuque) Sclavo

¡Qué regalo!

Antes, a Fin de Año uno estrenaba algo y, en Reyes, ponía los zapatitos. Ahora importaron a Papá Noel, quien no sé cómo no se agarra un pasmo pasando tán rápidamente del calor al frío de cada hemisferio. Además está el Día del Niño, el de la Secretaria, el del Padre, el del Abuelo, el de los Novios, el de la Madre (día en que, felices, los comerciantes facturan pensando: ¿porqué habrá una sola Madre?).

Somos niños. A todos nos gusta que nos regalen y nos hagan cuentos. (De no ser así, cómo se explicaría la existencia de políticos, todavía). Existen muchos tipos de regalador. Algunos de ellos detestables, como los que nos regalan un libro y en el mismo acto nos lo piden prestado para leer el final. Otro tanto sucede con el compact al cual le van a hacer la copia en cassette. También están los que nos regalan un buzo deliberadamente más chico que nuestra talla, pero muy cerca de la suya. Esos pasarán una vida yendo y viniendo de la boutique a la cual nunca le llega mi talla de fábrica. Has que un buen día, veremos al enano asqueroso con nuestro buzo, aquél que nos regaló. ¡Cuántas corbatas a la moda tenemos en el placard! Nunca las usaremos, distan tanto de nuestro estilo como el paisaje tropical que llevan pintado. Ni siquiera se pueden regalar. No sucede como con las pantallas de luz que, como se regalan de a veinte por casamiento, uno puede luego pasarse la vida regalándolas a quienes, a su vez, las irán regalando a lo largo de su vida. (Yo sostengo la teoría que son las mismas pantallas las que circulan desde hace 50 años).

Pero el Hombre a Fin de Año se regala. (Y si no, que lo digan su hipertensión, la uricemia, los triglicéridos, etc.)

El Hombre se promete Paz. Para convocarla compra bombas brasileñas y cohetes ametralladora.

El Hombre se promete Salud y deja la mayonesa del 31 fuera de la heladera. Va a comérsela el 1º y para el 2 ya tendrá un ataque al hígado machazo que lo dejará postrado hasta después de Reyes.

El Hombre se promete Prosperidad, cuando él sabe muy bien que la tradición le indica que el 1º de enero suben todos los precios.

Seamos serios y prometámonos cosas que podamos cumplir, como por ejemplo: no nos saquemos los zapatos con los cordones atados; no apretemos incorrectamente el pomo del dentífrico por la mitad; no digamos más de que; no toquemos la bocina al santo cuete para que nos abran la puerta del garaje; incendiemos los ómnibus que usan su radio a todo lo que da; creemos una alarma peatonal que nos advierta sobre la próxima cagada de perro que podamos pisar; acabemos con todas las alarmas de los autos que son todas iguales y nunca se sabe a quién están robando; devastemos todas la radios que trasmitan avisos dialogados; desenchufémonos una vez al día por lo menos, de televisores, radios, redes, walmans, movicomes y todo ese CTI de las comunicaciones. Cuando quiera hablar, hágalo personalmente (aparte del mal aliento no le veo ninguna otra contraindicación); no dude en matar un conductor de ómnibus por día, es éticamente correcto y le digo más, puede llegar a ser una profunda lección moral, ya verá cómo, con eso, lograremos que cada vez que frenen no dejen un saldo de caderas rotas, fémures desarticulados o clavículas partidas; cuando la promotora de voz angelical que nos dice por el nombre nos de la noticia telefónicamente de que hemos ganado dos viajes gratis a Cancún y que nos espera en la oficina, vayamos allí, pero arrasémosla toda y echemos sal sobre sus cenizas, para que no vuelva a florecer allí ninguna otra mentira.

En fin, si a Ud. le resulta imposible hacer todo esto, puede también hacer como yo y transformarse en Abominable: odie a la Humanidad en general y al ser humano en particular. Va a ver cómo en el futuro no lo escupen más. Y hasta es posible que lo quieran y lo respeten. Cualquier cosa se puede esperar de este mundo.

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