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Presentación

Comisión de Género y Políticas de Salud del SMU*

Antecedentes

Las características del desarrollo socioeconómico imperantes en el Occidente a mediados del siglo XX crearon condiciones favorables para la visualización de las mujeres como nuevos sujetos sociales. Si bien ello ya se venía perfilando varias décadas antes (el periodo entre guerras) y reconoce, distantes pero inobviables antecedentes históricos (el movimiento sufragista a mediados y fines del pasado siglo, la lucha por los derechos de la mujer durante la revolución francesa), será recién ahora, a fines del segundo milenio, que las mujeres ingresan de pleno derecho a reclamar firmemente por su larga postergación. Y a ser escuchadas. En los centros urbanos de diferentes países occidentales se producen grandes transformaciones en la vida cotidiana, a partir de cambios en el posicionamiento de las mujeres. Así, se observa que la irrupción masiva de las mujeres al mercado laboral, al espacio público, posibilita el acceso de las mismas a la educación secundaria y terciaria, después de varios siglos de restricciones en el campo educativo. Las modificaciones que se operan en el contrato conyugal, como también la anticoncepción y la planificación familiar, da nuevas oportunidades a las mujeres para diferenciarse de su antiguo rol tradicional de reproductoras de la especie. Por otro lado, la práctica política del movimiento de mujeres ha acompañado estos cambios tratando de crear un nuevo marco, más amplio, tanto en el plano jurídico-legal como laboral, ayudando al reconocimiento de las condiciones de discriminación sexual, y a sensibilizar sobre lo injusto de las mismas. La teorización que este accionar social tan amplio requiere ha sido abordado, académicamente, por innumerables profesionales que -en centros universitarios y organizaciones sociales de base- analizan la ausencia de dimensión de género en las más diversas disciplinas. Así, se ha constituido, urbi et orbi, un singular y creciente espacio de reflexión y producción académica, que se ha dado en llamar los Estudios de la Mujer. Espacio que ha incorporado, en otras latitudes, a sindicatos, asociaciones gremiales y sociedades de profesionales universitarios. Este dispositivo de análisis, la perspectiva de género, tiene un doble carácter: deconstructivo, en tanto cuestiona ciertas prácticas sociales discriminatorias e intolerantes, y reconstructivo, en la creación de trabajos teórico-metodológicos que apuntan a superar concepciones y actitudes perimidas y arbitrarias. Perspectiva de género que resulta, hoy, inexcusable ignorar y cuyo descuido cuestiona la eticidad de personas e instituciones. En los últimos años a partir de resultados obtenidos en esta inédita forma de producción de conocimientos y gracias a las experiencias acumuladas en los estudios de la mujer, se ha comenzado a perfilar una corriente de pensamiento y acción más abarcativa e incluyente (donde también están presentes, reflexionando y operando, los varones) que busca nuevas formas de sentido. Espacios organizacionales y sociales que permiten avanzar en la integración de la llamada dialéctica de los sexos y al mismo tiempo salir del encapsulamiento de la sección que le dio origen: se inaugura así el tiempo de las lecturas, producciones y propuestas de género en la interacción de mujeres y varones.

Visión de género

Hasta hace algunos años los términos sexo y género eran intercambiables. La expresión género se utilizó por vez primera, fuera de la gramática, en 1955 por John Money (Desarrollo de la sexualidad humana. Diferenciación y... en la identidad de género). Se introdujo entonces, primero en el mundo anglosajón, y desde los medios científicos y universitarios, y se entendió como el dimorfismo de respuestas que generan los progenitores a partir de la forma de los órganos sexuales externos del bebé. Desde el mismo momento del nacimiento de un niño o una niña, sus padres -y todas las personas que rodean al recién nacido- observan comportamientos distintos según sea niño o niña, estimulándolos en unas cosas e inhibiéndolos en otras, tanto verbal como analógicamente, creando diferentes expectativas en función del sexo del o de la recién nacido/a, constituyendo esto, según Emilce Dio Bleichmar (Del sexo al género, en Psiquiatría Pública 1192;4,1:17o31), una de las claves vinculares más importantes, fuertes y universales. El término sexo, de manera más reciente, se reserva de manera preferente para hacer referencia a características biológicas determinadas, relativamente invariables, del hombre y de la mujer, mientras que el de género se utiliza para señalar las características socialmente construidas que constituyen la definición de lo masculino y lo femenino en distintas culturas (M. Burin, I. Meller, R. de los Ríos et al.). Género debe considerarse, al momento actual, como la red de rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que, a través de un proceso de construcción social, diferencia a los hombres de las mujeres. Construcción que es histórica, ubicua (permea la micro y la macroesfera de la sociedad a través del mercado de trabajo, el sistema educativo, los medios de comunicación, la religión, el aparato político, la familia, las relaciones interpersonales, la recreación, la salud, etcétera) y jerárquica, porque la diferenciación que se establece entre hombres (varones) y mujeres, lejos de ser neutral o equitativa, implica valoraciones que atribuyen mayor importancia y valía a las características y actividades asociadas con los varones, injustamente. La visión de género no excluye, pero sí desborda, el ámbito de lo fisiológico para centrarse en la trama de influencias recíprocas que median entre los factores biológicos ligados al sexo, las definiciones y valoraciones que la cultura asigna diferencialmente a hombres y mujeres, y los patrones que rigen las relaciones inter e intrasexos (A. Ma. Fernández, M. Burin). A través de tal óptica es que emerge y se visualiza, dentro de un determinado sistema, el patrón de necesidades, roles, riesgos, responsabilidades y acceso a recursos según sexo (E. Gómez Gómez). Esa misma construcción de género, inadvertida, ejercerá su influencia sobre la salud/enfermedad de los individuos y de la comunidad, lo que obliga a considerar estos componentes de género -y su interacción con otras variables, no siempre contempladas, como clase social, etnia, y demás- tanto en el levantamiento de perfiles epidemiológicos de la población como en la planificación de las políticas de salud. Y en el quehacer diario, asistencial, del sector salud: en la prevención, diagnóstico, tratamiento, evolución y pronóstico de los usuarios, como también de los técnicos actuantes.

Género, salud, desarrollo

En las décadas de los setenta y ochenta la dinámica del desarrollo se expresó en índices de crecimiento económico y con ciertos indicadores que, como la mortalidad infantil, el analfabetismo, el nivel de escolaridad, empleos e ingresos, sufrieron severos perjuicios. Ello puso de manifiesto que importantes grupos de población quedaban excluidos de los beneficios del crecimiento económico... y en ese contexto aparecieron las mujeres como grupo excluido de esos beneficios, por su exclusión del mundo del trabajo bien remunerado, del mundo de lo público, por analfabetismo inducido, por sus particulares dificultades para acceder al sistema de salud, etcétera (E/CEPALC/1042, noviembre 1977). Al fin del decenio de las Naciones Unidas para la Mujer, la situación económica -y su singular daño a las mujeres más pobres- persistía siendo severamente crítica y no se habían logrado avances para paliar o solucionar esa dramática situación. Así, se fortalecieron políticas que promovieran la integración de la mujer al desarrollo, y esto ha sido puesto nuevamente en cuestión en varios foros internacionales, donde se exige una mayor comprensión y compromiso hacia estos problemas, profundamente enraizados en la discriminación de género de un modelo patriarcal (ONU, Nairobi, 1985). Varios organismos internacionales han reconocido esta situación y señalado, con alarma, que la mujer, a cualquier edad, experimenta tasas de mortalidad menores que el varón, pero está sujeta a mayor morbilidad expresada en mayor incidencia de trastornos agudos, de enfermedades crónicas no mortales pero discapacitantes en el corto plazo. Ambas situaciones, en mujeres y varones, no estarían estrictamente vinculadas al sexo biológico, sino a los condicionamientos de género. Así es que, en la discusión sobre políticas de salud, se incluye cada vez más la necesidad de caracterizar subgrupos de población importantes en los que la diferenciación de género opera muy particularmente: ello ha obligado a orientar decisiones en materia de investigación, y de intervención en salud, estrechamente vinculadas a una visión de género (22 Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 1991). Esta conceptualización de género no implica discriminaciones y/o desvalorizaciones a ninguna de las personas a las que se refiere, sean del género o sexo que sean, pero destaca la perentoriedad de utilizar la perspectiva de género en los estudios y prácticas de salud actuales, y condena la invisibilización de estas diferencias que han perjudicado y aún perjudican a la mujer, favoreciendo al varón. ¿Cuál sexo paga el precio más alto en este sobreentendido malentendido? No hay una sola respuesta. La afectación de la calidad de vida de las mujeres y de la longevidad de los varones son, ambos, altos precios (Verbrugge). Comienza a reconocerse y enfatizarse el papel de la mujer y la necesidad de su incorporación al desarrollo desde un lugar de equidad y participación y en este sentido se orientan las declaraciones de distintas conferencias y convenciones a nivel internacional. La parte nodal del análisis sobre género, salud y desarrollo se instaura en la construcción de una sociedad más justa en la que mujeres y varones participen equitativamente en la distribución de los beneficios del desarrollo y en la producción y dirección del mismo. En este sentido se asigna a la salud la doble potencialidad de ser un elemento que contribuye significativamente al proceso de desarrollo y, a la vez, es producto del mismo. La perspectiva de género en el ámbito de la salud es una nueva dimensión que resulta un aporte sustancial de urgente abordaje en algunos aspectos de políticas y programas:

* Programas de promoción de salud integral de la población. * Programas de promoción y prevención de riesgo en la adolescencia. * Salud sexual y reproductiva de la población. * Atención integral de la mujer. * Salud familiar y prevención de la violencia doméstica y el maltrato. * Salud mental, y otros.

Remitimos a la lectura de las declaraciones de la Conferencia Internacional de Población de El Cairo (1994); Conferencia Internacional de Beijing (1995); Cumbre de Desarrollo (1995), así como el Documento de posición de la OMS a la Cumbre de El Cairo, donde enfáticamente se recomienda a los países no sólo revisar la situación nacional en lo vinculado a género, como elemento prioritario e indispensable para el desarrollo, sino la reformulación de políticas y programas en materia de salud, así como la preparación y formación de los servicios que se ofrecen para adecuarlos a las necesidades de la población. Conocido es que esta temática no ha sido incorporada aún a los espacios formativos ni académicos del equipo de salud en forma sistematizada en nuestros países y que, hasta el momento, son muy escasos los ámbitos de salud que han intentado reflexionar y elaborar un diagnóstico de la situación nacional al respecto. Es en este contexto que se considera fundamental la existencia de un ámbito de estudio y reflexión en la temática a nivel del SMU que posibilite generar un diálogo e intercambio entre nuestros colegas del gremio médico así como con los demás integrantes del equipo de salud y otras instancias sociales. De esta forma creemos que se cumple una de las más significativas premisas de la Institución en el sentido de ser vanguardia en la construcción de la salud de nuestro país y aportar a la discusión nacional temas fundantes en el logro de la calidad de vida de la población.

La Comisión de Género y Políticas de Salud está organizando un Seminario-Taller denominado «Masculino/Femenino: hacia una teoría de las diferencias en el ámbito de la salud», que se desarrollará a mediados de año, con la presencia de expertos en la temática.

* La Comisión de Género y Políticas de Salud, formalmente en funciones desde el 3 de abril de 1997, está integrada por las Dras. Stella Cerruti (Miembro Responsable), Silvia Peláez, Victoria Szuchmacher y el Dr. Carlos Etchegoyhen. (ARRIBA)

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