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En su culminación como Profesor Agregado de la Clínica Psiquiátrica

Palabras para Esteban Gaspar Schlesinger

El 14 de agosto Esteban Gaspar Schlesinger cumplió 65 años; como prescribe la norma universitaria, culminó su actuación docente presupuestada.

¡Treinta y siete años de servicio docente, sin claudicaciones, en la Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina! Imaginen ustedes una interminable peregrinación por nuestros viejos templos semiderruidos pero siempre enhiestos, Vilardebó, Clínicas, Musto (cuando fuera hospital psiquiátrico), Maciel, Pasteur, y observarán sucesiones incontables de generaciones de estudiantes de medicina, de estudiantes de psicología y psicólogos, de enfermeras, de asistentes sociales, de posgrados y residentes de psiquiatría que se nutrieron de su generoso y siempre modesto y renovado magisterio. En todo médico psiquiatra que ejerce hoy con solvencia en cualquier lugar de nuestro país, se puede reconocer, en las matrices básicas de sus habilidades y conocimientos, la trama del trabajo docente realizado con Esteban. Pero imaginen, también, la peregrinación de nuestra gente a los servicios públicos; esa gente que es la razón de ser de la Clínica universitaria, la razón de ser de nuestra profesión, que acude a nosotros buscando ayuda. En casi cuatro décadas Gaspar ha participado decisivamente en el alivio de un conjunto humano que colmaría con facilidad el Cilindro Municipal. Dicho en nuestro modismo uruguayo: «Esteban ha visto y ha enseñado a un pueblo». Pero Gaspar es además un hombre de ciencia y ha conceptualizado su experiencia en varias decenas de trabajos científicos, presentaciones en conferencias, mesas redondas, jornadas y congresos; los instrumentos de su actividad creativa son de raíz clínica, psicológica y psicopatológica, con fuerte énfasis, aunque no solamente, en psicoanálisis. Consciente de la importancia del empleo sin dogmatismo de los recursos diagnósticos y terapéuticos ha realizado, asimismo, investigaciones a través del psicodiagnóstico, el peritaje psiquiátrico, el ensayo clínico con psicofármacos, la epidemiología descriptiva de servicios. También aquí ha estado presente su fuerte vocación docente; sus trabajos se mantienen muy alejados de toda afirmación y estilo petulantes tan de moda por estos tiempos. Ha preferido la integración de tareas científicas con los jóvenes que se aproximan a la Clínica que el trabajo solitario. Como ustedes conocen bien, a partir de la apertura democrática un conjunto de condiciones favorables determinan que en nuestro país comiencen a producirse las transformaciones más profundas y densas de la historia de la psiquiatría nacional que aún están en pleno desarrollo. El ocaso del modelo asilar, la aparición de desafíos asistenciales desconocidos con relación al perfil epidemiológico de las últimas décadas del siglo, el despliegue de un nuevo modelo de asistencia que aún no ha completado su naciente y promisoria configuración, el acelerado desarrollo de las neurociencias que prepara el camino a una renovada conceptualización integral del modelo biopsicosocial en medicina y psiquiatría. Es obvio que estas cuestiones implicaran fuertemente a la Clínica Psiquiátrica de la Facultad que está transitando e impulsando estos cambios. La reconstrucción de este espacio universitario en amplio compromiso con la comunidad supone el empleo en profundidad de los procedimientos democráticos, evitando cualquier estilo de conducción vertical o por prestigio o por poder de autoridad. Sería ingenuo pensar que este estado de cosas, que supone conmoción y desequilibrio, transita sin tensiones. Para quienes nos hicimos psiquiatras en condiciones muy diferentes estos cambios pueden despertar fantasmas que amenazan directamente el lugar y la identidad de lo que fuimos; quiero señalar que Esteban Gaspar, lejos de amilanarse en estas circunstancias, ha apuntalado permanentemente los cambios con inteligentes aportes y sobre todo con una actitud ponderada, equilibrada, retirando del fuego de la pasión -que sin falta se enciende cuando los cambios son en serio-, los leños innecesarios. Desde luego que también para los más jóvenes estos cambios implican fantasmas que tendrán que identificar y procesar con creatividad. Y en esta tarea es bueno que los jóvenes tengan presente que cuando se procesan transformaciones profundas, ellos en buena medida quedarán huérfanos, porque no hay texto, no hay autoridad magistral nacional o extranjera que pueda marcar el rumbo para aquello que nacerá como un nuevo rumbo. Para estas cosas José Enrique Rodo ponía en boca del buen maestro: «Por quien me venza con honor en vosotros», es decir por las ideas que venzan dentro de cada uno de ustedes mismos. He meditado la afirmación que ahora quiero compartir con ustedes: Esteban Gaspar es una de las personalidades más destacadas de la psiquiatría uruguaya del último tercio del siglo. Y este distinguido sitial es especialmente significativo si tomamos en consideración que nuestro país ocupa uno de los primeros lugares en el mundo por la tasa de médicos psiquiatras por habitante y si además consideramos la alta calidad de los profesionales en psiquiatría y salud mental de nuestro medio y la bondad de nuestros maestros. Es bueno que sus discípulos y sus compañeros indaguemos algunos de los motivos que permitieron a Esteban ocupar ese lugar. Una fuerte vocación, una gran disposición hacia las problemáticas humanas que debe abordar la medicina, la psiquiatría y la psicología. Realizó no solamente la formación médica y psiquiátrica sino que además completó su formación en psicología. El año 1960 fue, a mi manera de ver, un año augural para Esteban. Arrancan allí sus dos fértiles amores adultos: en abril se casa con Cristina, juntos harán florecer a esos magníficos jóvenes que son Ana Mónica y Juan Andrés, y en agosto ingresa a la actividad técnica y docente en la Facultad de Medicina, en el Laboratorio de Psicología de la Clínica Psiquiátrica. Y de ahí en más tiene una dedicación concentrada y permanente a la Clínica universitaria, un compromiso sin limitaciones con los pacientes y los estudiantes. Pero aun con la importancia que tienen los factores señalados, ellos no son suficientes para explicar la honda huella de su trayectoria. Siempre existe algo esencial que Salamanca no presta. Es difícil penetrar en esos misterios. Sólo quisiera destacar algunas raíces que corren por cuenta de mi emocionada imaginación a la hora de brindar por el amigo. Esteban es un inmigrante centroeuropeo, nacido en Hungría, en el pueblito de Kal, y criado en Budapest; hijo de Guillermo y Malvina... como ven, ya el nombre de su madre apunta a América Latina. Su familia se traslada a nuestro país en 1947. Durante varios años el joven Esteban acompaña a su padre en actividades comerciales; en tales circunstancias debe realizar la formación secundaria en horario nocturno en el IAVA y posponer su ingreso a la Universidad, pero cuando empieza se pone de manifiesto su diposición vocacional: realiza estudios de Psicología en la Facultad de Humanidades y estudios médicos en la Facultad de Medicina. Esteban es un inmigrante que no permanece extranjero. Nace magiar en 1931 y renace oriental en 1954; el 19 de junio de ese año jura la bandera de su patria del sur. ¡Qué tiempos para que un húngaro se vuelva oriental! Por esos días en la Suiza de Europa juegan Hungría y Uruguay, lo que luego muchos consideran el partido del siglo... a los noventa minutos bajo la lluvia, en cancha pesada es empate 2 a 2... y es necesario un alargue ¿quién latía más en el corazón de Esteban? Souto o Szibor, Heidecuti o Ambrois, Hohber o Puskas, Palotas o Schiaffino, Borges o Kocsis. A la final de ese mundial pasaron los húngaros y nosotros identificados con ellos. Yo creo que Esteban es húngaro barajado con oriental, oriental barajado con húngaro; fraguado en una íntima partida de póker -el juego que tanto le gusta- de fraternidad transcultural; el emblema de esa ecuación personal es su peculiar prosodia, que nunca ha intentado modificar, ni aun cuando alguna inquieta arteriola le hiciera una pequeña travesura. Como otros uruguayos de ese origen, es mezcla fértil del Danubio con el Río de la Plata, de von Békésy con Caldeyro Barcia, de Lizt con Fabini, de Lamarque Pons con Bela Bartok, de Soltan con Alfredo, de danza húngara con tango, murga y candombe. Estas palabras de celebración por su elevado desempeño universitario son de especial gratitud a Cristina, Ana Mónica y Juan Andrés, que han permitido y facilitado a Esteban compartir su amor en familia con su amor al arte con nosotros, y son además augurio para todos ellos de muchos años de convivencia serena, próspera y dichosa.

Angel M. Ginés Montevideo, 18 de diciembre de 1997

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