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Galardonaron a equipos multidisciplinarios

Gran Premio Nacional de Medicina

El pasado jueves 16 de abril, frente al Salón de Actos del Ministerio de Relaciones Exteriores absolutamente colmado, fueron entregados los premios de la Academia Nacional de Medicina y el Premio "Diario El País"

por Ana Marta Martínez

El primer premio, Gran Premio Nacional de Medicina, año 1996, se otorgó al trabajo «Síndrome antifosfolipídico primario y aborto recurrente (experiencia nacional)», de los Dres. Ana María Otero, José Ernesto Novoa, Ricardo Pou, Carlos Giampietro, Enrique Pons, Graciela Gotic, María Alejandra Zucchi, Datevig Attarian y Ricardo Linares. El segundo premio fue «Cuidando el potencial del futuro», de los Dres. Ricardo Bernardi, Alicia Canetti, maestra y psicomotricista Ana Cerutti, Lic. Oscar Roba, Dra. Laura Schwartzmann y psicóloga Blanca Zubillaga. El Premio «Diario El País», año 1996, correspondió a «Asistencia en crisis psiquiátricas-proyecto», de los Dres. Horacio Porciúncula e Isabel Wilhelm.

Sobre científicos, copistas y farsantes

El acto se inició con la oratoria del presidente de la Academia Nacional de Medicina, académico Milton Mazza. Tras dar la bienvenida a los presentes y elogiar el conjunto de los trabajos presentados, sostuvo que a la Academia le quedaba el sentimiento de haber procedido a una elección «justa y apropiada». «En actos como el de hoy -prosiguió- la intención que nos convoca es el estímulo a la investigación en el campo de las ciencias médicas en la creencia de que el conocimiento es un bien humano». Más adelante Mazza reconoció que el orden cognitivo «es sólo uno de los modos humanos de conocer algo» y que «el intento de consolidar la ciencia con una actitud autárquica no pasa de ser un desatino». «Una doctrina -continuó- que supusiera que la ciencia es una imagen o representación del mundo que lo incluye en su más radical totalidad no sería de ningún modo una doctrina científica sino una ideología. Adoptar semejante actitud no contribuye a celebrar la ciencia sino a perturbarla». Luego agregó que «tan cierto es esto como que en su campo de aplicación el modus operandi de la ciencia es insuperable. Por eso debemos rebelarnos con calma, pero con firmeza, contra aquellas posturas o seudoposturas que pretenden que las aspiraciones de la ciencia a proporcionar información objetiva y útil sobre los fenómenos intramundanos no son mejores que las del mito o cualquier especulación ociosa». Según Mazza desde siempre, pero en la actualidad aún más, el consumidor ha debido elegir entre el producto genuino y el falsificado tanto en bienes materiales como culturales. En este sentido, discriminó dos tipos de falsificaciones: la copia y la caricatura. «La obra fraudulenta -precisó- no es una buena copia de un buen original sino el intento de hacer pasar una cosa por otra. Gato por liebre, ruido por música, garabato por pintura, fantasía desenfrenada por ciencia, procedimientos inoperantes por técnicas fundadas, dogma ideológico por ciencia social o un palabrerío oscuro por filosofía. En estas épocas de cambalachización y macdonalización de la cultura es un deber de la comunidad científica médica denunciar la hipocresía, la ignorancia y la manipulación. Por eso y por muchas otras razones es que la Academia de Medicina festeja y premia a los cultores de la genuina ciencia médica de la que todos obtenemos beneficios, incluyendo a los manejadores de la ignorancia y a sus asesores de marketing». A continuación, el ministro de Educación y Cultura, Cr. Samuel Lichtensztejn, en un breve discurso destacó el hecho de que la actividad privada apoyara y difundiera la actividad científica: «En actos como estos uno se siente muy satisfecho porque no se trata sólo del esfuerzo del Ministerio de Educación y Cultura o la Universidad de la República, sino también de que la comunidad reconozca a sus investigadores y premie un esfuerzo de creación que al país le resulta gratificante. Mas allá de que no seamos capaces de competir como puntales de la investigación científica en el mundo, no es menos cierto que esta capacidad creativa hay que mantenerla, recrearla y apoyarla». Luego de señalar que tradicionalmente los investigadores han depositado su capacidad en el Estado y que este ha hecho lo que le permitieron sus posibilidades, «es muy importante destacar que la actividad privada participe no solamente con un premio sino también a través de la divulgación que puede brindar a esos esfuerzos que muchas veces se hacen en pequeños grupos pero que tienen una gran importancia. Por lo tanto tomo el tema de la entrega de premios no como un protocolo sino como un gran reconocimiento a quienes en este mundo a veces un poco cerrado del investigador deben encontrar necesariamente un eco en la sociedad para que existan nuevos investigadores, nuevas maneras de estudiar la problemática uruguaya y de acercarnos a las soluciones que todos queremos encontrar cuando se trata de problemas que afectan a la mayoría de la población».

Síndrome antifosfolipídico y aborto recurrente

La Dra. Ana María Otero habló en representación del equipo médico que obtuvo el Gran Premio Nacional de Medicina. Primero destacó la naturaleza multidisciplinaria del equipo y luego explicó las características del trabajo ganador. «La formación de equipos multidisciplinarios permite enriquecernos mutuamente, salvar dificultades y llegar a resultados. El nuestro fue un trabajo clínico de seguimiento de enfermos que nos llevó diez años. Nuestro trabajo trata de detectar que una patología hematológica puede causar la pérdida de los embarazos en mujeres que están buscando la gestación. Implica la tarea multidisciplinaria, el trabajo de hematólogos con ginecólogos y técnicos de laboratorio. El Uruguay fue muy precoz en el diagnóstico y el tratamiento de esta patología, comenzamos a trabajar hace una década y no hace mucho más que se descubrió. Lo siguiente fue lograr una terapéutica adecuada, que aplicamos a las pacientes para que pudieran controlar sus embarazos y lograran tener sus bebés en forma normal». La Dra. Otero informó que el equipo trabajó con 85 mujeres abortadoras habituales, que tenían una historia clínica entre todas de más de 106 abortos. «Nosotros las tratamos y logramos que esas 85 mujeres cursaran 85 embarazos y de esos 85 embarazos nacieran 83 bebés. Eso es muy importante no sólo científicamente, sino también desde el punto de vista humano y social». Además de la proyección social del trabajo, «fuimos pioneros en la aplicación de la terapéutica a nivel de Uruguay e internacional» destacó la Dra. Otero. «Cuando viajábamos a algún congreso en otro país, veíamos que los tratamientos no se conocían o había una gran cantidad de opiniones sobre qué hacer en estos casos. En el momento actual el tratamiento que nosotros hacemos se está aplicando en todo el mundo.» Finalmente la Dra. Otero expresó que «más allá de la gratificación que significa recibir este premio (el más importante de nuestra carrera), hay algo que quizás no lo puedo transmitir de la forma adecuada y que es la satisfacción que nos proporcionó tratar a estas pacientes, la gratificación de ver nacer niños como resultado de nuestro trabajo».

Trauma acumulativo: la dimensión psicosocial

El Dr. Ricardo Bernardi, en representación del equipo ganador del segundo premio, desarrolló el origen y la dinámica de trabajo que el Grupo Interdisciplinario de Estudios Psicosociales tuvo durante estos doce años. La investigación se centró en el estudio de los factores psicosociales de riesgo y protección que inciden en el desarrollo de los niños de sectores pobres, y su primera parte ha sido publicada con el título «Cuidando el potencial del futuro». «Quiero señalar -continuó- la relevancia que tiene para nosotros que la Academia Nacional de Medicina haya prestado atención a un trabajo que estudia la incidencia de factores psicosociales en el desarrollo mental y en la socialización de los niños de sectores pobres. Sentimos que de este modo la Academia valoriza la inclusión de la dimensión psicosocial junto con la biomédica y pone énfasis en los factores sociales que afectan la salud integral. Se ha dicho que la situación misma de pobreza constituye el principal factor de riesgo, pero este es un factor complejo, que, al ser analizado, muestra que no se refiere simplemente a una carencia de recursos materiales, sino que esta carencia se asocia a una reducción de las defensas frente a la perturbación de los vínculos interpersonales familiares, que es la que luego se expresa en los trastornos del desarrollo del niño. Estos niños no nacen con un potencial disminuido sino que lo van perdiendo de año en año a medida que en sus familias ven agravarse las situaciones de conflicto, de pérdida de la comunicación verbal y lúdica, de desmoralización y aislamiento social. Conocer mejor estos factores permite detectar las situaciones de riesgo y actuar sobre las condiciones patógenas». Luego el Dr. Bernardi amplió estos conceptos para Noticias: «Encontramos -explicó- que los que estaban peor no eran los más pobres, sino los pobres en cuyas familias se daban otras características, como por ejemplo la comunicación intrafamiliar. No cuánta televisión miran -ejemplificó- sino cuánto hablan de lo que miran. El nivel de conflicto de la pareja, cómo se transmite información sobre el nacimiento, la muerte, las prohibiciones. La depresión materna, la ausencia de padre, la falta de inserción en el ambiente. Estos factores pueden estar presentes en familias no pobres pero no tienen el mismo efecto porque no se dan en forma acumulativa. Cuando se dan todos estos factores se potencializan produciendo efectos que no se ven cuando actúan por separado: esto es el trauma acumulativo». Bernardi informó que la muestra estuvo compuesta por alrededor de 1.200 niños de donde se seleccionaron setecientos de entre dos y cinco años. «Se vio -concluyó- que este trauma acumulativo afectaba a los niños en la simbolización (que es lo que soporta la capacidad intelectual) y en el desarrollo psicomotriz tenían menos capacidad para las tareas de coordinación fina. Comprendían menos las palabras y las usaban peor que los niños no pobres. La adquisición del lenguaje se daba más tarde, entre los cuatro años y medio o los cinco, mientras que en los niños no pobres ocurría a los tres años». Todo el trabajo concluye en estrategias de acción y asesoría en distintos proyectos donde se desarrollen técnicas de trabajo que incluyan al niño pero que empiecen a ayudar a la familia a ayudar a los hijos. «No pasa por darles información -afirmó- sino por ayudarlos a ir reencontrando cierta esperanza y recuperar la confianza en sí mismos».

Asistencia en crisis psiquiátricas

El Dr. Horacio Porciúncula comenzó diciendo que lo que más lo emocionaba era que lo que fue presentado como proyecto hoy era una realidad: «Asistencia en crisis a pacientes psiquiátricos, ACRY, es un proyecto de transformación del modelo de atención que surgió del trabajo cotidiano de muchos años con pacientes. Sentíamos que un paciente es un individuo que expresa su sufrimiento con códigos diferentes de los que nosotros manejamos porque el propio paciente no entiende qué le pasa. Junto a ese paciente hay una familia y amigos que sufren con él y que permanentemente nos interrogaban: ¿qué hago doctor?». Según el Dr. Porciúncula, hasta ahora lo que se hacía era sedar al paciente, internarlo, y luego se lo devolvía al mismo medio expuesto a las mismas circunstancias y el episodio volvía a repetirse. «El proyecto intenta ayudar al medio familiar a entender qué le pasa al paciente. Esta psicoeducación ayuda a mantener más espaciados los periodos críticos y además conecta al paciente con una red comunitaria de atención zonal (11 policlínicas públicas con equipos de salud mental) y a los familiares con grupos de apoyo.» El proyecto, explicó Porciúncula, tiene varios anillos de contención. El primero consiste en una especie de emergencia psiquiátrica móvil. Un equipo compuesto por psiquiatra y personal de apoyo concurre al domicilio e intenta controlar la situación en el medio familiar. Si el paciente no puede solucionarse en el domicilio es llevado al Hospital Vilardebó donde hay estructuras que intentan controlar la situación en 24 horas. «Este es un espacio de compensación y recuperación, y si aquí tampoco se logra se pasa a otro sector, el de las salas de corta estadía (14 a 16 días) hasta lograr el mismo objetivo.» Sea que el paciente fue compensado en su casa, en las salas de preingreso por 24 horas o en las salas de corta estadía, un equipo de atención domiciliaria compuesto por psicólogos, asistentes sociales y enfermeras, todos especializados en psicoeducación, hace el seguimiento diario del paciente hasta que este sea conectado con la red comunitaria. «Este proyecto no tiene respuestas para la locura -reconoció el Dr. Porciúncula-, ni para solucionar todos los problemas de salud mental. No es un taller, es una herramienta para seguir buscando respuestas que debe ser permanentemente actualizado, reciclado, adaptado, porque así es la vida, dinámica y permanente. Hemos fracasado muchas veces y seguimos trabajando y fracasando pero intentando aprender de los fracasos». El ACRY está funcionando desde hace ocho meses, hay hasta el momento noventa personas capacitadas en psicoeducación y existe, según el Dr. Porciúncula, un involucramiento creciente de todo el personal vinculado a la salud mental.

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