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Profesor Augusto Sarmiento

«Los médicos tenemos pacientes y los industriales clientes»

Con más de cuarenta años de ejercicio de la medicina, el profesor Augusto Sarmiento es hoy un referente ético y clínico en América Latina y Estados Unidos. «La ética médica es incompatible con la ética de la industria médica», afirmó.

por Diego Fischer

Nacido en Bucaramanga, Colombia, Sarmiento se recibió de médico en 1952 en Bogotá. No obstante se trasladó de inmediato a Estados Unidos, donde se especializó en cirugía ortopédica. Es miembro de la Sociedad Latinoamericana de Ortopedia y Traumatología y de la Sociedad Internacional para la Rehabilitación del Discapacitado. Sarmiento fue designado a comienzos de la década de los noventa presidente de la muy prestigiosa American Academy of Orthopaedic Surgeons de Estados Unidos, siendo uno de los pocos, si no el único, latinoamericano en presidir la renombrada institución.

De visita en Montevideo, donde dictó un curso para traumatólogos uruguayos, el profesor Sarmiento hizo un lugar en su agenda para recibir a Noticias y hablar de una de sus grandes preocupaciones: los médicos y sus relaciones con la industria médica.

¿La ética comercial es compatible con la ética médica?

La ética es una rama de la filosofía que se ocupa del comportamiento del hombre en la sociedad. Teóricamente no debería haber ninguna diferencia entre la ética médica y la ética de la industria. Sin embargo son dos cosas distintas. Los médicos tenemos pacientes y la industria tiene clientes.

Por otra parte, la industria ha desarrollado métodos muy diferentes que, en ocasiones, parecen opuestos a los principios de la ética médica o son contradictorios.

Muchas veces la industria pretende que los médicos apliquemos su misma ética. Esto en la mayoría de los casos es difícil. El médico debe tener sus principios morales y sus valores éticos muy bien definidos. Nosotros trabajamos para el beneficio del paciente y debemos sacrificar el beneficio personal por el de los enfermos.

La medicina es en sí un gran conflicto. Nosotros tratamos pacientes y les cobramos por lo que hacemos. No hacemos nada sin ganar algo. No obstante el problema se plantea en definir bien dónde están los límites. ¿Cuándo un médico deja de ser un médico para convertirse en un negociante?

¿Es imposible establecer los límites?

Imposible es una palabra muy dura. Es difícil establecer los límites. Si el médico como en la época de Hipócrates pudiera practicar la medicina sólo por filantropía, sin ningún interés comercial, entonces no tendríamos ningún problema. Pero eso sí es imposible. Los médicos en el sistema occidental tienen que ganarse la vida y la única forma es cobrándole a los pacientes.

Evidentemente es un conflicto de intereses, pero es el único sistema que existe por el momento. También es claro que en el sistema actual tenemos problemas. Hoy no se respeta a los médicos como antes.

¿Por qué cree usted que los médicos han perdido el prestigio y el respeto del que gozaban antes en la sociedad?

La gente, al menos en Estados Unidos, donde yo resido, ve la profesión médica con poco respeto. Las personas suelen decir que su médico de cabecera o el que atiende a su familia es muy bueno. Pero a la vez señalan a los otros profesionales como personas egoístas que no tienen sentimientos, cobran mucho y lo único que quieren es hacer dinero. Me parece bien que la gente critique a los médicos. Porque tal vez de esta manera ellos mismos se den cuenta de la codicia que tienen.

¿Por qué cree que a los médicos les ha ganado la codicia y han perdido los ideales?

El tema es muy complejo. Es posible que se hayan perdido los ideales. Hace muchos años, cuando yo ingresé a estudiar medicina, nunca entrábamos a la Facultad pensando en hacernos ricos. Ingresábamos a la Facultad movidos por aquello de ayudar a la gente. Era un sentimiento filantrópico. Luego nos encontramos con que podíamos hacer dinero con nuestra profesión y esto fue realmente un descubrimiento. Pero de ninguna manera la posibilidad de lograr una buena posición económica ejerciendo la medicina fue el motivo que llevó a mi generación a ingresar a la Facultad.

Hoy la gente percibe que eso no es así. Los padres aconsejan a sus hijos que estudien medicina porque harán mucho dinero. La gente cree eso. Y cuando el ciudadano común ve a los médicos ganar mucho dinero, viviendo con un promedio de ingresos mucho mayor que el resto de la sociedad, descree de ellos. Sin duda hemos perdido la aureola de superioridad y de honorabilidad que nos rodeaba décadas atrás.

Puede ser que ese prestigio se gane otra vez y que la gente vuelva a respetar a la medicina y a los médicos como antes.

Creo también que la publicidad que se le está dando, al menos en Estados Unidos, a los casos de malapraxis contribuye al desprestigio de los médicos. Cuando la gente lee en los diarios las sumas millonarias que deben pagar los médicos porque hubo una desviación de un resultado a pesar de que el profesional actuó honorablemente y de una manera decente, llega a la conclusión de que el médico es malo. El médico no es malo, hizo todo lo que estuvo a su alcance, pero el resultado no fue el esperado.

¿Usted, que es docente de medicina en Estados Unidos, nota algún cambio en las nuevas generaciones? ¿Está faltando en los planes de estudio poner mayor énfasis en materias como ética y deontología profesional?

Sí y no. La medicina no se puede mirar por separado de lo que sucede en el resto de la sociedad. La medicina es un microcosmos de la sociedad en general. Los valores morales de la sociedad han cambiado y mucho. Hay gente que sostiene que los cambios han sido muy buenos y otros opinan lo contrario. Los valores éticos y morales de la sociedad se han reducido. Y eso también se extiende a la medicina.

En un país como Estados Unidos, la gente está obsesionada por ganar dinero. Eso no sucede sólo en los bancos y en la industria, sino también en la medicina y en todas las áreas de la sociedad. No hay límites de cuánto tengo que ganar para vivir bien. Nada es suficiente. Esto lleva a que se toleren transgresiones morales, que antes era impensable tolerar. Ahora todo es okey. Nada es en realidad muy malo. De modo que si todo es okey, no hay nada inmoral.

Lo que me reconforta es que el péndulo se está moviendo en sentido contrario. Los muchachos que entran actualmente a medicina saben que no van a ganar tanto dinero como antes. Parece que el altruismo está regresando. El hecho de que más mujeres estudien medicina es algo muy positivo. Las mujeres traen con ellas un sentido filantrópico. Quizás me equivoque, pero tengo la percepción de que las mujeres en medicina no están tan interesadas en el lucro como los hombres.

En Uruguay se afirma que los médicos han perdido lo que nuestros padres o abuelos llamaban el ojo clínico. Y que esto ha sucedido, en parte, por los instrumentos tecnológicos con que hoy cuenta la medicina. Sin negar el avance que la tecnología implica para la cura y la mejora de la calidad de vida de muchas personas, ¿esto no ha llevado al encarecimiento de los servicios médicos y a que la gente de bajos recursos quede afuera de la asistencia sanitaria?

Es la realidad. No obstante es ridículo pensar que el médico en 1998 debiera practicar la misma medicina que hace cuarenta años. El mundo ha cambiado. La tecnología ha mejorado a la medicina enormemente. Sin los desarrollos técnicos, la medicina no estaría en la situación que está hoy. Actualmente se pueden curar enfermedades que era imposible curar hace unos años. Se inventaron las vacunas, los antibióticos y muchísimas cosas más. La medicina moderna comenzó hace tan sólo sesenta años.

Antes el médico no podía curar. Ayudaba al paciente a tolerar la enfermedad. Era una persona que atendía al paciente, que lo hacía sentir mejor. El paciente tenía cáncer y se moría.

Ahora el médico, en muchas ocasiones, está en condiciones de curar. Y cura porque cuenta con la tecnología.

La tecnología ha sido, sin duda, una ventaja para la medicina. El problema es que el uso de la tecnología se ha exagerado. Tal vez llegará el día en que se logre el justo equilibrio. Negar las ventajas de la tecnología sería una tontería, al igual que esperar que regresen los días en que los médicos hacían visitas a las casas.

¿Al abusar en el empleo de la tecnología, no se corre el riesgo de que los médicos se conviertan en rehenes de la industria que fabrica esa tecnología?

La influencia que la industria ha tenido en la práctica de la medicina ha sido enorme. De una manera muy efectiva está controlando la práctica médica. La educación del médico hoy está estructurada en un grado muy alto para satisfacer las necesidades monetarias de la industria.

Sin industria no se puede hacer congresos médicos, porque ella los financia. No es raro encontrar en América Latina cirujanos que reciben dinero de la industria para que utilicen sus productos. Eso es corrupción, ya que ese médico se ha vendido o ha sido comprado por la industria.

Lamentablemente muchos médicos creen que es normal, porque crecieron de esa manera. Y en realidad es una pérdida de valores y una grave falta ética.

La industria se ha hecho del control de la investigación científica. Sin su soporte, la investigación que se lleva adelante en las universidades no se podría hacer.

El problema se plantea cuando la industria espera un retorno no apropiado del dinero que ha invertido en investigación.

¿Hoy, que lleva más de cuarenta años ejerciendo la medicina y que ha desarrollado una brillante y exitosa carrera, se arrepiente de la profesión que eligió?

No, en absoluto. Yo tengo mucho respeto por la medicina. Para mí es una profesión muy noble.

Hace algunos años pensaba que si hubiera estudiado abogacía, como inicialmente pensé, porque tenía y tengo mucha afinidad con las humanidades, hubiera dedicado más tiempo a la filosofía, la literatura y a las artes en general.

Es el único reproche que le hago a la medicina: no haberme dejado tiempo para las otras disciplinas que tanto me gustan y tanto placer me proporcionan.

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