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B.B. Mandell, presidente de la Asociación Médica Sudafricana 

«Vencer la mentalidad racista heredada del apartheid»

El Dr. B.B. Mandell, presidente de la Asociación Médica Mundial (AMM) hasta 1997, es el actual titular de la Asociación Médica Sudafricana (AMS), entidad que nuclea a 32 mil colegas de ese país. Por encima de un ostentoso cargo de asesor en Salud Pública del célebre presidente Nelson Mandela, este hombre prefiere destacar el mérito de haber sido exiliado político durante casi veinte años, a causa de su lucha contra el apartheid del régimen racista.

por Armando Olveira

Catedrático de Cirugía Ortopédica en Londres hasta 1988, regresó a su país para continuar la docencia en Johannesburgo e impulsar las políticas antirracistas de salud del Congreso Nacional Africano (ANC). Mandell estuvo en Montevideo en abril, con motivo de la 150ª Sesión del Consejo de la AMM.

Dr. Mandell, nos imaginamos el prestigio que representa dentro del mundo de la medicina el solo hecho de ser sudafricano. Esa verdadera carta de presentación se fundamenta tanto en las grandes universidades como en centros médicos y personalidades de primer nivel.

Si bien es cierto que nuestras universidades son excelentes y nuestros centros de investigación médica son no menos excelentes, por una cuestión de ética muchas veces siento vergüenza por lo que ha hecho durante tantos años una minoría de compatriotas. Es por ellos que no es del todo correcto considerar a Sudáfrica un país plenamente desarrollado. Con un ineludible espíritu autocrítico considero que somos aún una nación en desarrollo.

Comprendo la sorpresa que suele provocar esta reflexión, pero no sería justo vanagloriarse de desarrollo cuando una nación cuenta sólo con 8% o 10% de ciudadanos privilegiados y 90% o más que todavía hoy, a pesar de los esfuerzos que realiza el presidente Mandela, sigue sufriendo la humillación del racismo, la falta de educación, de salud y discriminación política.

De cualquier modo, podemos señalar muchas mejoras de los desequilibrios históricos y la búsqueda de ambientes propicios para que millones de hombres discriminados comiencen a sentirse verdaderos ciudadanos. Pero no pensemos que las cosas se revierten de la noche a la mañana.

Los adelantos científicos y los servicios de salud altamente tecnificados de Sudáfrica, esos que admira el mundo entero, están concentrados en manos de una minoría que los disfruta con la naturalidad de quien no percibe las injusticias que sufre la mayoría del pueblo. Para ellos es algo normal recibir beneficios exclusivos y que la mayoría negra quede fuera de todo.

¿Cómo es el sistema sudafricano de salud?

En la práctica son dos mundos paralelos que no convergen desde el punto de vista sanitario, pese a todo nuestro esfuerzo.

El sistema privado, altamente tecnificado, de primera línea a nivel mundial y con famosos especialistas, tiene un enfoque fuertemente empresarial, de alta eficiencia, y atiende a la minoría blanca.

El sistema público, aún en plena etapa de transformación, es mucho menos desarrollado, cuenta con una mayoría de técnicos de escasa experiencia y unos pocos veteranos que hemos ido abandonando el área privada, ya sea por una cuestión de conciencia o por la propia dinámica de la competencia profesional.

Personalmente, con el paso de los años me fui dando cuenta que no todo es dinero, prestigio y viajes. La experiencia nos hizo acercarnos al equipo de trabajo del presidente Mandela.

¿Qué ha cambiado?

Los médicos sudafricanos hemos cambiado. Los nuevos tiempos permiten, además, que el sistema estatal, dirigido a 40 millones de personas, sea financiado en muy buena parte por las grandes empresas privadas de salud.

Anualmente, se vierten no menos de cinco mil millones de dólares para el desarrollo de políticas sociales, de las cuales más de la mitad corresponde a salud y educación. Si dividimos esa cifra entre el total de beneficiarios, tenemos que la Administración aún sigue en deuda. Pero ha sido un gran avance. En menos de tres años se pasó de presupuesto cero a esas cifras.

¿Dónde está puesto el énfasis de esa política de salud?

La práctica nos llevó a reconocer que no se puede, al menos en esta primera etapa de democratización, invertir en infraestructura demasiado amplia o similar a la privada.

Las políticas actuales se basan en la atención primaria. Se parte de la base que no importa si el usuario tiene dinero, o el color de su piel. El sistema lo atenderá siempre, con toda la infraestructura que se ha ido montando.

La minoría racista
aún presiona

¿La minoría racista, agrupada en torno al Movimiento Afrikaner, protesta cuando el actual régimen interracial la obliga a financiar servicios sociales?

Por supuesto que protesta y presiona. La minoría racista tiene mucho poder en Sudáfrica. Sigue siendo la dueña de la riqueza. No olvidemos que ese 8% o 10% aporta casi 90% del presupuesto del Estado a través de impuestos y otras obligaciones.

En el régimen anterior, ese dinero no se destinaba a políticas sociales interraciales, sino que tenía un alcance muy limitado. Casi siempre dejaba fuera a las comunidades negras.

Esa misma minoría también paga sus grandes servicios privados de salud, sus grandes nombres médicos y la gran hotelería de los hospitales de Johannesburgo, Ciudad del Cabo y Pretoria, en muchos casos mejores que los de Estados Unidos y Europa.

¿Se podrá concretar esa democratización de la salud?

Hay muchas, muchísimas dificultades. Son incontables las presiones, pero el proyecto sigue madurando. Nos encontramos en plena etapa de exploración y descubrimiento. El sistema público no tiene aún la infraestructura y los médicos suficientes para atender a la población negra de todo el país. Por ello es que se traen expertos de otros países: Cuba, Brasil, Argentina, México.

Esos colegas vienen con tres años de contrato, muy bien pagos como especialistas en atención primaria de la salud. A ese importante beneficio se suma que reciben una excelente instrucción de nuestras principales universidades. Se podría decir que hacemos una especie de intercambio de conocimientos: tecnología y avances sudafricanos por experiencia tercermundista en atención primaria de la salud.

Nuestra preferencia es por los cubanos, ya que vienen con una excelente formación a especializarse y a enseñar sobre atención primaria. En ellos, el país invierte mucho dinero e incluso se les paga para que después ejerzan en sus países de origen. Es doloroso decirlo, pero la gran mayoría de médicos sudafricanos recién están aprendiendo a tratar casos vinculados con la pobreza.

Parece bastante clara su visión de la sociedad sudafricana, de las injusticias y la negativa influencia del régimen racista que gobernó el país durante tantos años. Pero, usted es blanco, protestante y universitario. Forma parte de esa minoría...

Es verdad, nací en una familia acomodada de Johannesburgo. La típica: blanca, racista y fuertemente conservadora. Pero el contacto con la realidad y la vieja amistad que me une con dirigentes de derechos humanos y con el propio presidente Mandela transformaron mi opinión sobre la sociedad sudafricana.

A causa de mi militancia en movimientos antirracistas, debí irme como exiliado político. Estuve casi veinte años en Inglaterra. Ustedes dirán... sí, claro, como profesor universitario y médico de cierto nivel en Londres. Es verdad, pero nada es peor que vivir fuera del país por motivos de conciencia.

Volví a Johannesburgo en 1988, pero recién pude ingresar a los servicios del Estado en 1992, cuando comenzó a crecer el movimiento antirracista. Hace 26 años que soy experto en Salud Pública y docente universitario de Cirugía Ortopédica.

Realicé casi toda mi trayectoria en el sector privado. Ahí es donde los médicos sudafricanos ganamos muy bien y alcanzamos el nivel profesional que se nos reconoce mundialmente. Desde hace cuatro años cumplo con mi viejo sueño de ser cirujano ortopedista en Salud Pública.

Desde 1992 estoy muy vinculado con la Asociación Médica Sudafricana, una entidad que siempre se opuso declarativamente al racismo como forma constitucional de gobierno.

¿Un médico blanco, en pleno régimen de apartheid, estaba legalmente obligado a atender a un paciente negro?

El extremo, por supuesto violatorio del Juramento Hipocrático que rige nuestra profesión, podía ser que un médico blanco, racista, no atendiera a un paciente negro. No podemos ocultar que hubo, y quizá hay, muchos casos. Pero también había matices. No era fácil para el colega joven actuar distinto a lo que marcaba un régimen aceptado naturalmente por su entorno. En las décadas de los sesenta a los ochenta, no todos los colegas atendían libremente a pacientes negros.

Las cosas han cambiado desde 1992. Se reciben muchos casos de malapraxis por negar atención interracial. Si esa denuncia se confirma, hay sanciones muy fuertes, similares a las de casos de malapraxis intrarracial. Así debe ser.

En la etapa anterior había una gran nebulosa, por la cual esa obligación universal de asistencia existía en el papel pero no siempre en la práctica. Lentamente, la tendencia se fue revirtiendo, y hoy la falta de atención médica puede configurar un caso de malapraxis, más allá del color de la piel del denunciante. En ese sentido, la Asociación ha marcado un camino, porque siempre ha juzgado éticamente a quienes no cumplían con su obligación.

Apenas una veintena
de médicos negros

¿Hay médicos negros en Sudáfrica?

Lamentablemente, son muy pocos. La situación está relacionada con el pasado de los gobiernos hegemónicos racistas. Desde 1995 hay una intención de cambio, pero durante siglos la raza negra de mi país ha sido relegada a una ciudadanía de segunda.

El desequilibrio es total. Alcanza un solo dato para comprenderlo. Somos 32 mil médicos sudafricanos repartidos en todo el país y no menos de dos mil en los principales centros médicos del mundo (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Israel, Canadá). De ese total, no hay más que una veintena de negros, de los cuales conozco personalmente a cuatro o cinco. Muy buenos por cierto, pero son vistos como una verdadera rareza.

Tengan en cuenta que durante el régimen hegemónico estaba prohibido el ingreso de estudiantes negros a las principales universidades del país.

¿Qué hace la Asociación Médica Sudafricana para cambiar esa situación? ¿Le interesa el ingreso de médicos negros al mercado laboral?

Estamos muy interesados en que las políticas de igualdad racial se cumplan en todos los ámbitos de la vida sudafricana. La AMS lleva adelante una campaña que denominamos Acción Afirmativa, mediante la cual estimulamos, cooperamos y creamos condiciones para la formación de médicos negros.

Aunque pueda asustar la idea, tampoco se puede ir muy rápido en ese proceso de apertura. Nuestra gran tarea es iniciar el camino, lleno de dificultades, presiones y enfrentamientos entre grupos de poder, de ambos lados.

¿El gobierno de Mandela rompió definitivamente con el racismo?

Filosófica, política y éticamente, sin duda que hubo una ruptura, pero en la práctica el proceso es mucho más gradual. Mencionaba los siglos de humillante segregación a los que se suman casi cincuenta años de gobiernos hegemónicos de los Afrikaner, que crearon dos naciones en un mismo país.

A diferencia de la etapa anterior, Mandela ofrece una salida democrática para millones de hombres que hoy comienzan a tener sus derechos como ciudadanos.

En el ámbito universitario, especialmente en medicina, hay un esfuerzo conjunto de la Asociación y el gobierno que permitirá el ingreso, en el mediano plazo, de estudiantes negros que sin duda serán excelentes profesionales.

¿Todos los socios de la AMS están de acuerdo con este proyecto?

No hay unanimidad, pero tenemos un sector cada vez más influyente dentro de las universidades, que impulsa el ingreso de estudiantes negros a la profesión.

Nuestra administración hace lo imposible por igualar lo igualable en el muy corto plazo, hasta tal punto que las minorías racistas han ido perdiendo privilegios paulatinamente.

Bernard, producto
del apartheid

¿Cómo son las facultades de Medicina sudafricanas?

Se dice que son las mejores del mundo, superiores en especialidades quirúrgicas a sus similares de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Israel. Nuestros profesionales tienen una gran reputación, y no es exagerada. En nuestro país se hace de la investigación médica una verdadera mística universitaria.

Pero también tenemos un gran inconveniente. Nuestros mejores jóvenes son tentados por los principales centros médicos del mundo para ir a enseñar o trabajar en proyectos avanzados... Allí les pagan sueldos increíbles, de hasta un millón de dólares al año. Es así que nos falta toda una generación de cuarenta a cincuenta años.

La AMS estudia este problema, muy serio para la salud pública del país. Incluso solicitamos a la Asociación Médica Mundial que elabore un informe sobre los profesionales sudafricanos que viven en los cinco continentes. No son menos de dos mil.

¿Cuánto gana un médico en su país?

Un buen especialista, con más de diez años de experiencia, que ejerce en una clínica privada promedio, no baja de los 200 mil dólares. Un médico joven, de los servicios del Estado, no supera los 30 mil dólares al año.

¿Cuáles son las enfermedades que prevalecen?

Como ya dije, Sudáfrica es un país y dos naciones. Para 10% de la población, los grandes problemas de salud son las enfermedades tumo-rales, cardiopatías y males circulatorios, traumas derivados de accidentes automovilísticos, laborales u hogareños, y el tabaquismo. Para este último, se ha iniciado una campaña conjunta de la AMS y la AMM. No es de fácil resolución.

Las enfermedades prevalecientes de 90% de la población se vinculan con la desnutrición, la falta de educación y las malas condiciones sanitarias: infecciones pulmonares, deshidratación, males de transmisión sexual, traumas por ataques con armas y alcoholismo. Frente a esta última se inició una campaña nacional.

¿Conoce al famoso cirujano

Christian Bernard?

Claro que sí. Un poco en broma decimos: «¿Qué médico sudafricano puede considerarse como tal sin conocer al Dr. Bernard?». Tenemos un buen trato, pero no somos amigos. No hay dudas de que se ha destacado dentro de la cardiología gracias a su capacidad de estudio y gran talento. Pero también digo que es un producto clásico de la hegemonía racista que prevaleció hasta 1994. Eso es indudable.

 

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