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Sr. Director:

En el Acta Nro. 29 de Comité Ejecutivo (CE) correspondiente a la reunión del 5 de noviembre se recoge un planteo del Dr. Dutra acerca de un artículo de Noticias Nº 94 referente a las Jornadas sobre el Fondo Nacional de Recursos. Si no fuera porque creo que sobrevuela en el planteo y en la posterior discusión cierto tufillo maniqueísta y alguno que otro empuje censor, diría que se trata de una tormenta en un vaso de agua.

Se refiere a la supuesta (o real) agresión de la cual fue víctima el Dr. H. Bagnulo, siendo la victimaria la Dra. B. Bono. Cuatro párrafos en un artículo de ocho páginas.

El Dr. Dutra comienza diciendo que: a su juicio el artículo está mal encarado y quiere pensar que es sólo en esa parte. En esto hay una notoria ambigüedad: «el artículo está mal encarado», es un juicio sobre la totalidad del mismo; «quiero pensar que es sólo en esa parte», alude a que hay una parte que él considera desafortunada, pero no quiere o no puede abrir juicio sobre el resto.

Yo creo que el artículo es globalmente bueno porque recoge aspectos ríspidos y polémicos del funcionamiento del FNR y su relacionamiento con los distintos IMAE. Polémico y ríspido tal cual es.

Pero este no es el tema del Dr. Dutra ni del CE. Se trata de los cuatro párrafos y el subtítulo que los encabeza. Están referidos a los trasplantes de órganos y a los centros que atienden pacientes críticos, supuestos suministradores de órganos a trasplantar, según criterio de la Dra. Bono. Si bien muy breve, yo creo que la polémica (con o sin frases agraviantes, de las cuales son enteramente responsables los polemistas y no el periodista ni el medio que la recoge) es extremadamente rica. Bagnulo señala lo difícil que es, en la práctica, mantener un donante. Yo veo en esto una alusión a la dificultad en determinar cuándo una persona deja de ser ella, aun ante su propia muerte, para pasar a ser un conjunto de órganos a trasplantar.

Como decía Borges,

«Manuel Flores va a morir

eso es moneda corriente

morir es una costumbre

que suele tener la gente»

Bagnulo parafrasea a Clemenceau al decir que la salud es demasiado importante para que quede en manos de los médicos; yo agregaría que la vida y también la muerte.

La Dra. Bono acusa al Dr. Bagnulo de nunca haber aportado un donante, como si fuera un problema de avaricia. Visto desde los pacientes que esperan un trasplante es posible entender el tono agresivo que trasunta.

No niego la importancia médica de los procedimientos de trasplante, pero me parece que hay aspectos no suficientemente esclarecidos entre los dos polos de esta singular transferencia, que pueden generar tensiones, agresiones y desencuentros entre nosotros. Más allá de las características personales de los colegas referidos.

Sugiero que el SMU organice una proyección de «Jesús de Montreal» con posterior debate, invitando a dirigirlo a Marcelo Viñar, Daniel Gil o Ángel Ginés.

No puedo entender que una persona de la trayectoria de la Dra. Betty Bono insulte a una persona de la trayectoria del Dr. Bagnulo, dice el acta recogiendo palabras del Dr. Dutra. Calificar de «insulto» los dichos de la Dra. Bono parece un tanto exagerado. A lo sumo podría decirse un «agravio», si fuera inexacto. No sé si lo es o no.

Lo que me preocupa es el referido maniqueísmo que trasunta la expresión citada del Dr. Dutra:

¡¿Cómo alguien con tales antecedentes (malos) puede agraviar a alguien con tales otros (buenos)?!

Supongamos por un momento que hubiera sido al revés, el Dr. Bagnulo (buenos antecedentes gremiales) agravia a la Dra. Bono (malos antecedentes gremiales). Para el Dr. Dutra, ¿cambia algo?

¿Hubiera hecho las mismas consideraciones acerca de supuestos o reales agravios de un socio del SMU a un consocio? (porque de esa condición se trata). Si la respuesta a estas preguntas fuera afirmativa, la frase citada carece de sentido. Si, por el contrario, fuese negativa, daría razón a nuestra tipificación de conducta maniquea, dividiendo entre «buenos» y «malos» y afirmando el derecho de aquellos sobre estos. Suena casi a serial norteamericana.

Me preocupa más, todavía, que nadie del CE que se expresó sobre el tema haya señalado este tipo de conducta que aquí analizo. Parecería que la preocupación fundamental eran las posibles heridas inferidas a un «par». «Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros» (George Orwell: «La Rebelión en la Granja»).

Se llega a proponer y, si mal no entendí, a decidir, que la Comisión de Publicaciones le ofrezca al Dr. Bagnulo el espacio que él considere necesario en Noticias para contestar los referidos agravios.

En la revista hay una sección «Carta de los Lectores» donde los socios pueden emitir sus opiniones, o sus consideraciones, o sus críticas, libremente. Estoy haciendo uso de esa libertad, a la cual tiene acceso el Dr. Bagnulo. Y también la Dra. Bono. Si el CE entiende que debe ofrecerse al Dr. Bagnulo algo más, humildemente propongo que también se le ofrezca a la Dra. Bono.

A raíz de este episodio surgen expresiones en el Acta que hacen referencia a la necesidad de una mayor actividad de una Comisión integrada por miembros del CE cuyo cometido sería algo así como velar por el Equilibrio Multiagrupacional Ideológico-político de Noticias (EMIN). ¡Malaya triste destino de los Comisariados Ideológicos y los Comités de Vigilancia de la Revolución! Aunque se niegue y se matice entiendo que tiene aire de censura. Sería muy largo enumerar todas las razones que respaldan esta afirmación, que surgen también de la lectura de actas del CE anteriores. Estoy dispuesto a discutirlo oportunamente.

Conozco al Dr. Bagnulo desde nuestra común militancia en la AEM. Sé de su dedicación a tareas gremiales, que en última instancia constituyen permanentes actos de entrega a los demás, sin expectativa alguna de retribución o reconocimiento. Como lo conozco, me animo a afirmar que la tolerancia y la ponderación no son rasgos que lo caracterizan. A pesar de múltiples encontronazos y de haber soportado su estilo, lo aprecio.

Es preciso señalar que la Dra. Bono no fue interventora del SMU-CASMU. Era jefe del Departamento de Oftalmología y fue autoerigiéndose en una especie de Richelieu afiebrado en la época de Pollero. Esta señora, que estaba a la diestra del interventor cuando la Institución fue entregada a sus autoridades legítimas, representadas por el Dr. Cirillo, adujo después en su defensa que toda su actividad, en período tan nefasto, había estado dirigida a preservar los valores tradicionales y permanentes del SMU. Estos nobles fines sirvieron de fundamental atenuante para que el Consejo Arbitral de la época, al juzgar su actuación, le hiciera un delicado chas chas en la cola, aconsejándole sabiamente que no volviera a portarse mal. En lugar de expulsarla del Gremio, como se merecía. Los fallos del Consejo Arbitral son inapelables, pero se pueden criticar y, por supuesto, repudiar íntimamente con dolor. La Junta Directiva del CASMU, de la cual yo formaba parte, tomó la decisión de despedirla. Esto dio lugar a un juicio que esta señora le ganó al SMU en segunda instancia. La Facultad de Medicina tampoco encontró mérito (quizás con menor eufemismo: deméritos) suficiente como para negarle el ejercicio del cargo de Directora del Banco Nacional de Órganos y Tejidos, asimilable a cargo docente Grado V. (Bien corrida puede llegar a Decano.) Esta señora actualmente ostenta ese cargo y, además, es socia del SMU, con plenos derechos.

El Dr. Figueredo tranquiliza al CE aclarando que no fue invitada a integrar el panel, que concurrió espontáneamente. En mi opinión fue un error; no puede organizarse una discusión que considere los problemas de los trasplantes de órganos en este país y no invitar a la Dirección del Banco de Órganos y Tejidos. Le hubieran dado a la Dra. Bono la oportunidad de mostrar sensibilidad, excusándose. Pero no dejo de reconocer que esto es tan difícil como pedirle moderación al Dr. Bagnulo.

Entonces, a nuestro pesar, la Dra. Bono existe.

Todo esto me recuerda al Mundial de Chile en el 62, cuando El Día, dirigido por César Batlle (alias «Carretilla») ignoró la participación de la Unión Soviética. Según esa singular visión, por ejemplo, el partido que jugó Uruguay contra la URSS no existió, salvando así a Eliseo Álvarez de su fractura.

Como se ve, las ideas aparentemente más descabelladas siempre tienen algo de bueno.

Volviendo al principio, me molestan el maniqueísmo y la censura, cualquiera sea la noble causa que pretenda promoverlos.

Un entrañable amigo, abogado, defensor de oficio en el Poder Judicial, me relataba la siguiente anécdota. En la Ciudad Vieja un tipo mata a la madre y luego va y se entrega en la Primera. La Policía llama a declarar al hermano del victimario. En el interrogatorio el Comisario nota una cierta apatía del declarante, un alejamiento indiferente del drama desencadenado.

-¿Pero Ud. se da cuenta de la barbaridad que hizo su hermano? -le increpa el Comisario.

Serio, mirando el suelo, meneando lentamente la cabeza, dice el hombre:

-Sí, es cierto, qué disparate... Pero la Vieja también tenía lo suyo...

Sergio Villaverde.

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