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Separata El acto

Palabras del Dr. Rodolfo Canabal

Cuando el Sindicato Médico del Uruguay me hizo conocer la sugerencia que había recibido para que yo interviniera entre los expositores de este acto en homenaje al Dr. Gomensoro, mi actitud inicial fue excusarme de hacerlo, por considerar en ese momento la circunstancia de haber existido entre ambos una relación de parentesco político en razón de quien fue su esposa y yo.

Acaso la gravitación de lo que se considera deformación profesional derivada en el caso de mi actividad como abogado pudo hacerme pensar de tal forma. Pero el ulterior análisis de la cuestión con exacto apego a la realidad determinó que la objeción pudiera ser desechada.

En efecto: la vinculación amistosa con el Dr. Gomensoro, invariablemente conocido y aludido como el Bebe en el vasto círculo de amistades y parientes, fue muy anterior a la relación familiar, e iniciada desde la juventud de ambos. Consecuentemente, el conocimiento y la valoración de su personalidad en todo lo relativo a la veta de su relación de amigo es independiente y trasciende la otra relación, sin perjuicio de que una y otra en el transcurso de los años pudieran ser difícilmente discernibles.

Conocí al Dr. Gomensoro hacia 1935 en circunstancias especialmente marcadas por las consecuencias, para muchas personas, de hechos políticos de comienzos de ese año que habían determinado, entre otras cosas, que la persecución llevara a compatriotas al destierro, entre ellos a integrantes del círculo de nuestras relaciones de amistad. Pude así captar muy precisamente el grado de sus principios e ideales, pero por encima de todo el de su sensibilidad al juzgar los ataques, cualquiera fuera su entidad, a los principios y los ideales que invariablemente sustentaba.

Precisamente la preocupación por su plena vigencia le indujo poco tiempo después, ante los graves hechos suscitados a partir de julio de 1936 por la insurrección en España, a viajar hacia el escenario de esos acontecimientos para tomar intervención directa en la lucha, con todo el riesgo personal que ello aparejaba.

Acaso pocos ejemplos como el reseñado sirven tan claramente para ilustrar acerca de su profunda convicción sobre sus ideales fundamentales y la medida del sacrificio que era capaz de afrontar para su defensa y su plena vigencia.

Quienes conocen su ejecutoría saben que en toda su actividad se mantuvo fiel a sus principios e ideales, sin concesiones, y que ello fue una de las aristas que más caracterizaron su recia personalidad. Su trayectoria en la Universidad de la República es muy clara al respecto.

Su apego a principios fundamentales marcó su proceder en todos los órdenes de su actividad, también sin concesiones, pero en forma totalmente ajena a las exteriorizaciones, pues la sencillez de su forma de ser, su austeridad, su formidable concepto de la amistad, su bagaje cultural, hacían especialmente destacada su personalidad y producían en todos los momentos con él compartidos un gusto ciertamente difícil de explicar o de transmitir con precisión.

No es menester subrayar, por estar implícito en cuanto se ha expuesto, lo que significó como ejemplo su conducta ética.

Sí se debe señalar que ese campo fue uno de los que más intensamente marcó la presencia de su autoridad moral indiscutida, en particular una vez restablecido en el país el imperio de la legalidad, en 1985, en la Comisión de Ética de la Facultad de Medicina.

Por todo ello considero ciertamente un honor haber podido en este ámbito exponer, en forma tan sencilla como era su persona, estos conceptos sobre ese ilustre compatriota. Y lo hago, además, con la total convicción de que el gusto de exponerlos es compartido por muchos que también, en diferentes grados y calidades, compartieron en profundidad la relación con tan querido amigo.

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